Joseba VIVANCO

Veinte años del día que Simeone armó el taco

Mañana se cumplen 20 años de aquel taco de Simeone al muslo de Guerrero. Y el colegiado vallisoletano Barrenechea Montero ni siquiera señaló falta.

El muslo de Guerrero tras el pisotón de Simeone.
El muslo de Guerrero tras el pisotón de Simeone.

El futbolista chileno Luis Chavarria se hizo conocido en todo el mundo por lesionar al ‘Principito’ uruguayo Enzo Francescoli en un partido jugado el 12 de noviembre de 1996. «Era consciente que tenía que hacer una jugada fuerte al principio. Gracias a Dios, Francescoli salió lesionado», argumento en su defensa.

Sucedió solo unos días después de otra jugada similar pero a muchos kilómetros de allí. Apenas cinco minutos de partido habían transcurrido sobre el césped de San Mamés. El balón se perdía por línea de fondo, protegido por el Cholo Simeone, y la joven e impetuosa estrella local Julen Guerrero se lanzó a ras de la resbaladiza hierba para ganar el duelo. La pierna del portugalujo sobrepasó al rival y los tacos del argentino dejaron su profunda muesca en el muslo del rojiblanco.

Las imágenes de Canal Plus, un visible reguero de sangre incluido, no dejaban lugar a la duda. Culpable. El argentino esperó la llegada de Guerrero para recordarle su impronta, para marcar su terreno como si de un depredador se tratara orinando en los límites de su territorio.

San Mamés estalló contra el hoy entrenador del Atlético, pero no fue nada comparado con lo que vendría después, en los días posteriores y en adelante, cada vez que Simeone visita La Catedral.

Mañana, 8 de diciembre, se cumplirán veinte años de aquella jugada que ha quedado grabada en la retina de una afición bilbaina que jamás perdonará la afrenta a la por entonces joya de la corona.

Athletic y Atlético empataron a uno (Josefa Etxeberria y Pantic) en el llamado «partido del siglo» en un partido vibrante salpicado de incidencias: Simeone pisó a Guerrero; Antic llamó «sinvergüenza» al colegiado por no sancionar un penalti a Bejbl, y el tarifeño Luis Fernández, ténico de los leones, abandonó su posterior conferencia de prensa depositando unos pañuelos sobre la mesa, con el recadito: «Son para Antic para que llore». Machote. O «payaso» como le tildó Miguel Ángel Gil, hijo del presidente atlético.

Tocaba escuchar a los protagonistas de la agresión. Julen Guerrero, que siguió jugando el partido, dijo estar convencido de la intencionalidad: «No quiero comentar nada porque me entra la risa, prefiero no hablar de ese personaje. Fue intencionado. Si no, habría sido imposible hacerme el agujero que me hizo. Bajó el pie con fuerza a propósito. Se ha visto claramente en televisión y lo que hay que hacer es denunciarlo. Espero que el club tome medidas y el que tenga que decidir, que decida».

La réplica no se hizo esperar. «El que se siente dolido soy yo: Han aprovechado esta situación para decir tonterías. Yo soy el único que sabe si hay intención de lesionar a Julen Guerrero. Él se tira al suelo sin ninguna intención de jugar el balón, yo me cubro y tengo la mala suerte de darle en la pierna…».

Y añadió a modo casi de epitafio: «Lo que pasa en el césped tiene que quedarse ahí, sea un futbolista del Athletic el que sufre la herida o lo sea Simeone».

Los tres puntos de sutura que recibido el vizcaíno bien merecían una respuesta contundente de la Directiva. José María Arrate, el presidente, no se cortó: «Simeone es un enemigo público en un campo de fútbol, es un indeseable deportivo. Ha sido una agresión en toda regla. Fue una coz. La lesión no creo que sea grave, pero podría haberlo sido».

Jesús Gil y Gil, su homólogo colchonero, no se achantó. «Arrate salta porque le han tocado al niño. Julen es intocable, pero no dice que nos han birlado dos penaltis». Su hijo Miguel Ángel Gil, recordó al Athletic «la entrada de Mendiguren a Redondo y ya saben lo que sucedió con Schuster y Maradona».

Por si faltaba alguien por opinar, entró en liza en por entonces seleccionado español Javier Clemente. «Fue una agresión clara y nada deportiva, aunque uno ya no se sorprende de nada».

El Athletic denunció la jugada y aportó un vídeo con imágenes de la misma y un certificado médico en el que consta la herida sufrida por Guerrero. El Comité de Competición descartó la jugada protagonizada por Simeone como agresión, en cuyo caso el número de partidos de suspensión habría sido más elevado, y estimó el hecho como «violento, pero no intencionado».

Patxi Ferreira, que vestiría ambas camisetas, y compartió vestuario con el Cholo, salió más tarde en su defensa. «La jugada fue un lance desafortunado del juego que tuvo como protagonistas al poli malo y al poli bueno de la época», consideró.

La sanción fue de tres partidos y 100.000 pesetas. Guerrero no quiso comentar nada. «Lo que opinaba antes lo opino ahora», se limitó a decir.

Jesús Gil y Gil agradeció al Comité haber sido «bondadosos. Estamos en Navidad y son gente buena», irónico ya que el castigo fue superior al esperado.

El hecho es que tres meses después de aquel incidente, en un Barça-Atlético de Copa, el argentino probó de su misma medicina, en su caso, a manos de otro jugador que no se andaba con chiquitas. El portugués Fernando Couto dejó la huella de sus tacos en el bíceps de Simeone. Este no replicó. «Lo que pasa en el césped se queda en el césped».

Y vaya si lo aplicó. Antes de finalizar el año, en un Milan-Lazio, Simeone, interista, le devolvió el cumplido.

Mañana se cumplen 20 años de aquel taco de Simeone al muslo de Guerrero. Y el colegiado vallisoletano Barrenechea Montero ni siquiera señaló falta.