Todo empezó con Rosario Flores como invitada en la terraza de Alderdi Eder en el Artillero de 2015, siguió un año después con los actores de la serie ‘Allí abajo’ ya en plan protagonistas, no faltó la concesión del «Premio Cultural 2016» al torero Alberto López Simón y ahora el Tambor de Oro para la periodista Angels Barceló.
El común denominador es que se trata de personas mediáticamente conocidas en el Estado español. El objetivo, reconocido desde el propio Ayuntamiento, es salir en los «medios nacionales». Una mezcla de «cosmopaletismo» –en el que Madrid es origen y medida de todas las cosas– y de «visión de negocio» del lobby turístico, publicidad gratuita para vender un producto en el que la ciudadanía y sus fiestas o tradiciones no son más que monigotes de un «show de Truman» con merluza a la koxkera.
De rebote, a nadie se le escapa la querencia de algunos de nuestros líderes municipales por salir en la foto con cualquier personaje conocido, más si su fama se extiende allende el Ebro. Por lo que se ve, todavía les quedan huecos libres sobre la mesa del despacho.
En ese matrimonio de conveniencia llamado PNV-PSE –dicen que es sexo sin amor, lo cual tampoco es que me parezca mal– los primeros ceden la farándula a los segundos, a cambio de que estos no se metan en las cosas de comer.
Cuentan que Barceló fue propuesta por algún «agente social» y que contó con el respaldo de todos los votos de entidades privadas y del PSE. Periodista de la SER, o sea del grupo Prisa, blanco y en botella. Resulta ¿curioso, divertido, paradójico, alucinante? que el PSE valore como mérito para este galardón que Barceló estuviera en Donostia cuando ETA anunció su alto el fuego, si recordamos que ese mismo día el entonces lehendakari Patxi López estaba en un tren en EEUU.
Cuentan también que el PNV respaldó la propuesta de Irabazi de premiar a la bailarina donostiarra Alicia Amatriain. Me atrevo a asegurar, leyendo las reacciones en las redes sociales, que ella, u otros candidatos como los deportistas Richard Oribe o Maialen Chourraut, suscitaban mayor simpatía y cariño popular.
¿Y para qué se pide a los organismos culturales, deportivos o sociales de la ciudad que planteen candidaturas, si estas luego acaban en el cubo de la basura? Parece que aquí estamos para lo que estamos, como Jim Carrey, así que «buenos días y, por si no nos volvemos a ver, buenos días, buenas tardes y buenas noches».