Maite UBIRIA BEAUMONT

La Odisea de las primarias socialistas y el «Penelopegate»

Hoy se desvelará quién será el candidato del Partido Socialista francés a las presidenciales de mayo. Tras vencer en la primera vuelta, Benoît Hamon parte como favorito con un programa marcadamente social y ecologista. El resultado de estas primarias coincidirá con el gran mitin organizado por la derecha para relanzar la figura de François Fillon.

Por su holgado triunfo en la primera vuelta y sus mejores reservas de voto, el gran favorito para asumir la ardua tarea de ejercer de candidato sin mejores expectativas es Benoît Hamon. Con un programa marcadamente social y de fuerte impregnación ecologista, el ex ministro de Educación ha conseguido atraer las simpatías de una mayoría de votantes socialistas que, al poner la zancadilla en primera vuelta a Manuel Valls, lanzaba un mensaje claro de revisión de rumbo.

Muchas eran las dudas que pululaban sobre estas primarias. En honor a la verdad, cabe reconocer que para la izquierda gubernamental no era tarea sencilla organizar esta elección interna. Primero, por la crisis abierta en el seno del partido, donde la coexistencia entre planteamientos socialdemócratas y prácticas liberales ha saltado por los aires.

Pero también por la presencia pujante de dos candidatos –Jean-Luc Mélenchon a la izquierda y, sobre todo, Emmanuel Macron en el centro social– que se han lanzado a tiempo y han sabido concitar la atención de los medios, asentando entre unos y otros la idea de que nada realmente trascendente se jugaba en las primarias socialistas.

Tras sufrir una sonora bofetada en la primera vuelta, el propio Valls se ha abonado a esa percepción. En el afán por seguir vivo de cara a la elección final, el argumento que más ha empleado el ex primer ministro para atacar a Hamon no ha sido otro que el de cuestionar su credibilidad como presidenciable, presentándolo como el aspirante a liderar la oposición.

Desde luego, la parte final del argumento es bastante realista. No ya mirando solo a la elección presidencial, sino en especial a las legislativas que llegarán inmediatamente después. Si en los próximos meses el PS no logra parchear el socavón, puede encontrarse en una situación inédita en las últimas décadas.

Hay quienes como el profesor de Ciencias Políticas, Gérard Grunberg, ven un panorama todavía más sombrío si el PS no es capaz de recomponer compromisos internos y le advierten del riesgo de convertirse en un partido minimalista, similar al PSU o la SFIO de los años 60.

Duelo sin piedad. El duelo televisivo final entre Hamon y Valls, seguido por 5,5 millones de espectadores, sirvió para mostrar la ruptura descarnada que vive el PS. Mientras Hamon, seguro de sus posibilidades de victoria, se declaraba dispuesto a sostener a Valls en caso de que hoy se proclame vencedor, el exprimer ministro dejaba sentado que no tiene intención de secundar ni ahora ni luego el «programa irreal» de Hamon. Mañana, definitivamente, no traerá un nuevo despertar al PS. Será más bien una nueva y pesada jornada en la Odisea de una formación que no ha aprovechado el quinquenato para poner al día su proyecto político y que hoy clama a gritos por un debate de ideas para el que se agota el tiempo.

En tal ambiente, la invocación de Hamon a la unidad de acción de «la izquierda» para evitar el duelo entre la extrema derecha y la ultraderecha en las presidenciales suena a pura ensoñación. Pero si el espacio político sobre el que el PS extendía tradicionalmente su influencia en unas elecciones al Eliseo –desde el centro a la izquierda antiliberal– afronta una fuerte desorientación, algo ha venido a perturbar igualmente la calma al otro lado de la balanza política. Fiel a su estilo sobrio, el impoluto François Fillon apenas se había dejado ver y escuchar desde su proclamación como candidato conservador.

Por ello, sus responsables de campaña decidieron contraprogramar con un gran mitin esta segunda vuelta de las primarias socialistas, orquestando un «gran acto» destinado a impulsar a su candidato en línea recta hacia los comicios de mayo.

Estalla el «Penelopegate». Sin embargo, Fillon deberá valerse del baño de masas organizado en La Villette (afueras de París) para enjuagar con los suyos la mancha que ha dejado en su campana la revelación por el satírico “Le Canard Enchaîné” de que su esposa cobró la coqueta suma de 500.000 euros por un trabajo de asesoría parlamentaria que a nadie constaba.

O que fue pagada por escribir con seudónimo dos minúsculas reseñas literarias en la revista de un amigo millonario a cambio de una tarifa que ya querría para sí no un periodista, sino un Nobel de Literatura.

Fillon trataba de parar el golpe enunciando un amplio ramillete de funciones que habría desarrollado esa mujer a la que hasta ahora había elogiado en la prensa por su exclusiva labor de madre de sus cinco hijos. Y, ya de paso, confesaba, a modo preventivo, que también contrató para «tareas puntuales» a dos de sus vástagos, ambos abogados. «Existe una injusticia cuando unos trabajan duro por poco mientras otros que no trabajan reciben dinero público».

Quien hasta hace poco no dudaba en hacer afirmaciones como esta, trataba así de poner cortafuegos a un «affaire» que ha dado lugar a una rápida respuesta por parte del Tribunal Nacional de Finanzas (PNF): la apertura de una investigación preliminar por presunto desvío de fondos públicos y abuso de bienes sociales.

Superado el estupor inicial, la estrategia del campo conservador se centraba en meter presión para que el PNF aporte sus conclusiones en tiempo récord, y así zafarse antes de que arranque oficialmente la campaña de una sombra que puede pesar demasiado.

Ciertamente, el «Penelopegate» retrotrae a anteriores casos de financiación por empleos ficticios y a conductas poco recomendables a las que no son ajenas otros partidos. De ahí que la prudencia haya marcado las primeras reacciones de los contrincantes. Del PS, pero también de la lenguaraz líder del Frente Nacional, que hoy guarda silencio, pendiente como está de resolver el pago de una abultada multa al Parlamento Europeo por una causa equiparable.

El «Penelopegate» es un golpe para la derecha que, una vez más, el PS no podrá rentabilizar. Incluso en esto Mélenchon, y especialmente Macron, llevan ventaja frente al vencedor de la primaria socialista.