Ainara LERTXUNDI

«Tenía dos opciones; luchar como mis padres o dejarme matar»

Ivone Rivera León, hija de guerrilleros, se unió a las FARC-EP con 15 años. «Solo tenía dos opciones: o dejarme matar o luchar», afirma. Formó parte de la delegación de paz en La Habana. Su anhelo, saber qué ocurrió con su madre desaparecida y estudiar periodismo.

Hija de guerrilleros, Ivone Rivera León ha experimentado desde pequeña el rigor del conflicto armado. Sus primeros pasos los dio de la mano de los compañeros de armas de sus padres, quienes rompieron su relación siendo ella muy niña. La vida de esta joven siempre ha estado vinculada a la guerrilla, en la que ingresó con 15 años, siendo menor de edad. En febrero de 2016, recibió a GARA en el hotel Palco de La Habana. Era su primera entrevista a un medio. El nerviosismo inicial dio paso a una conversación distendida y, por momentos, difícil por la crudeza del relato.

«Tras separarse, mis padres estaban en campamentos diferentes. Me encantaba ir a visitarlos en mis vacaciones, si la situación de seguridad lo permitía. A veces iba al campamento de mi madre y otras al de mi padre. Los demás guerrilleros jugaban conmigo, como si fuera su juguete. Les ayudaba a pelar cebollas, a la hora del baño me llevaba mis barbies y ellos me las escondían para hacerme rabiar, las tiraban por ahí, me las dejaban en los palos… Me gustaba estar en el aula con los guerrilleros, escuchando las charlas, jugando con ellos… Era la adoración de los guerrilleros. Mis padres me explicaban el porqué de su lucha. Recibía sus cartas cuando no podían ir a verme...», recuerda.

Ante la imposibilidad de vivir con ellos, se crió con una familia ajena, que tampoco se libró del zarpazo paramilitar. «Los paramilitares mataron a la esposa de uno de mis hermanos de crianza, a quienes quiero mucho. Ambos iban en coche a Granada cuando se les atravesaron dos motos y otro vehículo. Tras obligarles a bajar del coche, les dijeron que tenían que acompañarles. Obligaron a mi hermano a conducir hasta una finca. Allí le dijeron que se podía ir porque a quien buscaban era a su esposa, aunque sabían que él tenía un hermano en la guerrilla. Decían que ella era miliciana. Oyó como uno de los paramilitares informaba por radio de que ‘ya tenían el encargo’. A ella la metieron para el monte. Mi hermano trabajaba en el hospital de San Juanito, en Vistahermosa. Inmediatamente se puso en contacto con la Cruz Roja, con la Defensoría del Pueblo. Días después, el cuerpo apareció en la orilla de un río con la tripa abierta llena de piedras».

El padre preso, la madre huida

El padre de Ivone fue detenido y encarcelado durante siete años en Villavicencio. En ese intervalo recibió dos cartas suyas. Para ese entonces, ella estaba en la guerrilla. Lo único que sabe de él es que salió de prisión y colabora con asociaciones campesinas.

Los ojos se le humedecen al hablar de su madre y de su hermano, nacido de otra relación y al que no conoció. Lo único que sabe de ambos es que salieron huyendo. «Ella había sido licenciada para recibir tratamiento médico. Estaba escondida con mi hermano en la casa de un odontólogo que trabajaba para la guerrilla, era miliciano. Tanto el Ejército como los paramilitares lo interceptaron. Una noche fueron a la casa y como mi mamá no estaba, se lo llevaron a él. Su cadáver apareció poco después con evidentes signos de tortura. Cuando mi mamá fue a esa casa, la esposa del odontólogo le avisó de que unos hombres se lo habían llevado y que habían preguntado por ella. Sin tiempo para despedirse de nadie, salió huyendo». Su rastro se pierde en ese instante.

Afirma que ser hija de guerrilleros es un motivo de orgullo porque «mis padres han estado luchando por cambiar las cosas en beneficio del pueblo. Eso es muy bonito».

Ella ingresó en las FARC-EP siendo menor de edad, un tema controvertido y una de las acusaciones recurrentes contra la guerrilla. «¿Qué alternativa tenía? ¿Esperar a que me mataran los paracos? Ellos sabían que era hija de guerrilleros y a los hijos de los guerrilleros no los cogen para darles estudios, sino para matarlos o torturarlos. Son inhumanos. Una tiene que hacer algo para defenderse. A mis 15 años, solo tenía dos opciones; o dejarme matar o luchar como mis padres».

En octubre de 2015, se incorporó a la delegación de paz en La Habana. Cuando le comunicaron que debía prepararse para viajar, estaba en un curso de sistemas en el Yarí, en la sabana colombiana, adonde se habían trasladado desde la zona de Guayabero debido a la presencia militar.

De la sabana colombiana a La Habana

«Nos ordenaron que cogiéramos algo de ropa y entregáramos los fusiles porque nos íbamos, pero sin decirnos a dónde. Ante nuestra cara de su susto y desconcierto, Sergio nos reveló que íbamos a Cuba. Al principio pensamos que estaba bromeando, que no era cierto», explica sonriente.

«Ninguno habíamos montado jamás en avión o en helicóptero. Tenía miedo de que ese aparato se cayera. Recuerdo que cuando el helicóptero empezó a despegar y a dar saltos en el aire todos nos miramos con cara de miedo. Ya, en el aeropuerto, nos subimos al avión que nos trajo a La Habana con el mismo susto en el cuerpo», prosigue.

Las primeras noches no pudo conciliar el sueño. Se despertaba con frecuencia. Con la mente aún en los campamentos, cualquier sonido nuevo e inesperado lo relacionaba con operativos militares.

Se sumó al equipo de la agencia de noticias Nueva Colombia y al informativo insurgente que cada domingo emitía desde la capital cubana. Aprendió el manejo de cáma- ras y las técnicas de fotografía. Regresó a Colombia para participar e informar de la X Conferencia Nacional Guerrillera, celebrada en los Llanos del Yarí en setiembre de 2016.

Micrófono en mano y con el chaleco color marrón distintivo de NC Noticias, informa de lo que acontece en las Zonas Veredales Transitorias de Normalización.

En lo personal, una vez finalizado el proceso de dejación de armas, le gustaría seguir trabajando con las comunidades, enseñándoles todo lo aprendido en La Habana, porque «las FARC son una universidad, donde se aprende de todo». Quisiera también estudiar periodismo y dar a conocer lo que ocurre en el país «sin manipulaciones».

A los jóvenes de su edad que no han vivido la guerra les diría que «Colombia necesita cambios para que los niños puedan tener un mejor futuro. Y que la nuestra es una lucha justa, que queremos la paz».

El Acuerdo Final para la Terminación del Conflicto y la Construcción de una Paz Estable y Duradera establece la creación de una Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición, así como una Unidad Especial de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas en el contexto y en razón del conflicto. Mecanismos que Rivera León espera arrojen luz acerca del destino que corrieron su madre y su hermano hace una década.

 

MENORES EN LA GUERRILLA, UNA REALIDAD RETRATADA POR SUS PROTAGONISTAS

El 10 de febrero de 2016, la negociadora Victoria Sandino anunció desde La Habana la decisión de las FARC-EP de poner fin al reclutamiento de menores de 18 años poniendo énfasis en que la llegada a los campamentos de estos jóvenes se produjo por «motivos de necesidad y desprotección social por parte del Estado». «La mayoría son habitantes de zonas rurales y urbanas marginadas y desprovistas de las mínimas garantías sociales. En estos casos, nos hemos visto en la obligación de cumplir una función de protección y refugio a estos menores víctimas del conflicto social y armado. Además de ser gravemente afectados por el conflicto armado, igualmente lo son por la falta de educación, salud y trabajo, o por la imposibilidad del disfrute de los tiempos de ocio para la creatividad», subrayó.

Camila Cienfuegos, quien también formó parte de la delegación de paz, se incorporó a las FARC-EP a los 14 años.

«Para poder entender bien este complejo asunto –el de los menores en la guerrilla–, se necesita conocer muy bien y entender la realidad de Colombia, ya que esa realidad influye mucho en la toma de decisiones y en el caso de los menores influye mucho el medio social de crianza», señaló en respuesta a un cuestionario remitido por GARA en marzo de 2014.

«En el mundo rural, la miseria lanza a miles de niños y niñas al mundo laboral desde temprana edad, sin que de esta injusticia se hable mucho en los medios de comunicación masivos. Algunos menores se vinculan a las guerrillas como forma de salvaguardar la vida, otros lo hacen con la convicción de que es el único lugar donde son respetados y valorados, donde pueden adquirir educación, dignidad y formación política. Otros llegan a filas porque pertenecen a familias revolucionarias, víctimas de amenazas, de desplazamiento, que no tienen otro lugar para crecer que no sea en la organización armada», subrayó. Hizo también hincapié en que «la edad cronológica no es directamente proporcional a la madurez y capacidad intelectual para tomar decisiones».

«En mi caso, aunque era joven, tomé la decisión de ingresar a las FARC-EP ante tantas injusticias de las que fui testigo por las difíciles condiciones sociales y económicas de nuestro país. Viví de cerca el contexto del asesinato y desaparición de los integrantes del Partido Comunista y la Unión Patriótica. Todo eso me llevó a reflexionar: la lucha armada es un derecho de los pueblos oprimidos».

El 8 de febrero, el Consejo Nacional de Reincorporación (CNR) acordó que los menores de 18 años que salgan de las Zonas Veredales Transitorias de Normalización serán trasladados por el Comité Internacional de la Cruz Roja a lugares transitorios de acogida, donde se les realizará una revisión y serán recibidos por Unicef, con el apoyo del OIM, la Consejería Presidencial para los Derechos Humanos y el CNR. Entrarán en un programa específico que busca su reparación, reincorporación e inclusión.

El pasado año, salieron 13 menores de los campamentos. Sobre su situación, el comandante en jefe de las FARC, Timoleón Jiménez, denunció que al menos dos de ellos, pertenecientes al Frente 34, estaban en «situación de abandono». «Natalia y Loreisi manifiestan incumplimiento (…) Al Frente 34 le tocó conseguir quien las matriculara en el colegio y les diera uniformes», criticó en Twitter.

En declaraciones a Blu Radio, la Alta Consejera Presidencial para los Derechos Humanos, Paula Gaviria, alegó que «ellos –las FARC– tenían información vieja, dispersa, incompleta, a pesar de que el proceso cuenta con unas veedurías, tal vez no estábamos en la misma página todos. Me reuní con ellos, hemos venido conversando, les expliqué que siete ya estaban estudiando y seis están en proceso de comenzar a estudiar. Estamos mirando qué profesión quiere desempeñar cada uno; en fin, hay una respuesta positiva del Estado», aseguró.