Beñat ZALDUA

El espejo catalán: Quienes más se reían de las consultas no eran los españoles

Hubo tiempo para tocar infinidad de temas en la charla que Anjel Oiarbide y David Fernández dieron en Azkoitia. Sin embargo, a las puertas de las consultas convocadas esta primavera, resonó con fuerza el eco de las consultas catalanas: «Sin ellas no existiría el proceso», dijo Fernández.

Empecemos por el final, que a veces es la forma más sencilla de llegar al principio. Acabada la exposición del periodista y exdiputado de la CUP David Fernández y del miembro de Gure Esku Dago Anjel Oiarbide, una mujer toma el micrófono: «En Azkoitia pensábamos que no se iba a mover nadie y bueno, de momento ya hemos conseguido más de 2.000 firmas. Pero aún y todo la gente sigue esperando a ver qué dicen los partidos. ¿Cómo se cambia esto?».

Es sin duda una de las piedras con las que GED se ha topado desde el principio de su andadura, y aunque la pregunta no se formula hasta el final, planea a lo largo de toda la exposición de Oiarbide, que recurre a una tarta para responder: «Los partidos siempre luchan por repartirse la tarta, es normal. Lo que pasa es que hasta ahora, cuando los partidos han metido el cuchillo para sacar su parte, han podido cortar hasta la base, separando cada pedazo. Si estabas en un pedazo de tarta no tenías absolutamente nada que ver con el de otro pedazo. No es bueno. Una sociedad sana existe cuando los partidos meten el cuchillo y al llegar al bizcocho no pueden cortar más, no pueden separar los pedazos».

El de Idiazabal pasa de la metáfora a la apelación directa en un santiamén y, acto seguido, repite uno de los mantras que acompañan todas sus intervenciones: «Que esto cambie depende de nosotros, no de los partidos, el empoderamiento es muy contagioso. ¿Quién dice que yo no puedo estar de acuerdo contigo en muchas cosas? ¿Dónde está escrito?».

«No somos conscientes de lo que somos capaces», sigue Oiarbide, que recuerda que cuando plantearon la cadena humana en 2014 dijeron que necesitaban 50.000 personas. «Era un mínimo, hacían falta más, pero el termómetro de la gente nos decía que eso era lo que había aquí, aunque un año antes los catalanes fueron dos millones. ¿Cuál era la diferencia? La actitud. En Catalunya se han creído que pueden, y para conseguir la soberanía es imprescindible que cada uno de nosotros se sienta soberano».

David recoge el testigo y recuerda que «en Catalunya se ha picado mucha piedra y mucho hielo; no estamos ante un milagro». Y aprovecha para echar un cable a Oiarbide: «El problema no es qué hacen ellos, sino qué hacemos o qué no hacemos nosotros mismos». Cuestión que no solo circunscribe el consejo al ámbito nacional: «El dilema del siglo XXI es si vamos a una especie de fascismo postmoderno o hacia una profundización democrática, y en este sentido, la auténtica defensa es ejercer los derechos de la ciudadanía. Estamos construyendo refugios democráticos en los que defender los derechos de la gente».

Tirando del mismo hilo, Fernández se congratuló del «giro copernicano» que en apenas siete años han dado en Catalunya: «En 2010 dominaba la resignación, la sombra de la xenofobia y la indiferencia ante la desigualdad, la cohesión estaba en riesgo». «El cambio que ha venido con el proceso soberanista y también con experiencias como el 15M ha sido devolver el protagonismo a la ciudadanía», añadió el exdiputado de la CUP, que también ligó el cambio de mentalidad con el cambio de preguntas: «No nos planteamos ya si otro mundo es posible, nos preguntamos cómo es posible este mundo. No luchamos por una utopía, sino contra la distopía, en contra de que esto acabe fatal».

¿Dónde estamos?

Acabemos por el principio, que a veces es la mejor forma de llegar al final. El acto que congregó a cerca de un centenar de personas en el Elkargunea de Azkoitia lo inició la periodista Irene Elorza con una pregunta dirigida a los dos ponentes: ¿Dónde están Euskal Herria y Catalunya en este camino hacia el ejercicio del derecho a decidir?». David responde primero: «Estamos enTla pista de despegue de un aeropuerto bastante pequeño, con un avión que hemos construido nosotros mismos y que no sabemos si volará. Pero si no, ya iremos a pie. Estamos a punto de despegar, de salir del régimen del 78, ocurrirá de aquí a setiembre, cuando se apruebe la Ley de Transitoriedad Jurídica. En cuanto despeguemos habrá turbulencias».

No sin algo de envidia, llega el turno de Oiarbide, para quien en Euskal Herria todavía se están poniendo los cimientos del aeropuerto: «Hace cuatro años no creíamos que gente de diferentes ideologías pudiéramos ponernos de acuerdo, y esa creencia daba forma a una actitud. Llevamos cuatro años desconstruyendo eso, conquistando la normalidad. Tenemos que empezar a creernos que somos capaces de construir un edificio común entre todos». Algo para lo que los vascos deberíamos dejar de entrenarnos en el juego de detectar diferencias, disciplina en la que estaríamos en el podium mundial, según Oiarbide.

En ese empeño, el miembro de GED reiteró una y otra vez la importancia de caminar, de ponerse en marcha: «En frente tenemos un muro, no sabemos si después viene otro muro, una cuesta arriba o una cuesta abajo, solo lo sabremos caminando. Además, en ese camino la muralla no se hará más pequeña, pero nosotros nos hacemos más grandes». Fernández compra la idea: «Esto no es una cosa de día D y hora H, es una carrera de fondo, es una triatlón que incluye una constante maratón, una carrera de obstáculos y una carrera de relevos, porque nadie es imprescindible». Y en esa carrera de fondo, añade, «lo más difícil es empezar».

Como de acabar por el principio se trataba, fue al final cuando salieron las consultas municipales catalanas iniciadas en Arenys de Munt y extendidas después a más de 500 municipios catalanes. Fernández fue claro: «No habría proceso soberanista sin esas consultas, allí nace la transversalidad catalana, y ahí se pone la base de lo que será la Asamblea Nacional Catalana, cuya creación es la que empieza a generar movimientos tectónicos en los partidos». «Antes de eso, con las consultas, se reían de nosotros, nos humillaban y nos menospreciaban. Y aquí estamos, muchos de los que se reían están hoy en el proceso soberanista», concluyó.