LA KORRIKA CRUZA LAS ÚLTIMAS MUGAS Y ENFILA EL CAMINO A IRUñEA
LA VIGÉSIMA EDICIÓN DE LA KORRIKA SALIÓ DE GIPUZKOA, CRUZÓ LA LLANADA ALAVESA EN UN DÍA DE SOL ESPLÉNDIDO Y PARA MEDIANOCHE ESTABA PREVISTA SU ENTRADA A NAFARROA, DE DONDE NO VA A VOLVER A SALIR. ESTE MEDIODÍA, LA CARRERA LLEGARÁ A SU DESTINO EN LA CAPITAL DE NAFARROA, QUE YA ESTÁ PREPARADA PARA LA CELEBRACIÓN.
Este mediodía morirá la Korrika en una Iruñea que lo celebrará por todo lo alto. La larguísima carrera que comenzó el día 30 de marzo en Otxandio ha girado por Euskal Herria, entrando y saliendo por los herrialdes como si quisiera coserlos con una especie de hilo multicolor. Ayer, la carrera rompió las mugas que separan a guipuzcoanos de alaveses y a los alaveses de los navarros, machacando esas fronteras con la realidad de una cultura común. Todo gracias a un idioma por el que la gente es capaz de correr el equivalente a 60 maratones y medio.
El buen tiempo acompañó ayer a los distintos portadores del testigo y a las miles de personas que corrieron con ellos. A pie de furgoneta, lo más impactante de la mañana fue la cantidad de gente que salió a correr tanto en Oñati como en Arrasate. La carrera llegó a mediodía y los de Oñati la recibieron masivamente. En Arrasate, directamente aprovecharon para hacer una fiesta y recibir al testigo con gigantes, gaiteros y kilikis. Hubo ratos en los que el grupo de prensa que sigue a diario el avance de la carrera perdió entre la marabunta a la furgoneta que abre paso a la cabecera.
El anecdotario del día dio para bastante más. El momento más emotivo fue cuando la korrika frenó su ritmo en Legazpia para dejar en manos de una mujer en silla de ruedas el honor de llevar el testigo. Tras rodar con la silla el primer tramo y ganarse el corazón de quienes corrían a su lado, la mujer se puso en pie como pudo y, con enorme esfuerzo, dio unos pasos con el testigo en la mano hasta entregarlo. «Muchos estuvieron a punto de llorar», comenta Jon Santxez, del equipo de AEK.
A lo largo de los dos mil kilómetros que la carrera llevaba recorridos hasta ayer, se ha visto prácticamente de todo, incluso presentadores en trikini. En Legazpia ayer zumbaron las goitibeheras y el gaztetxe compró un kilómetro por su vigésimo aniversario... En Gatzaga, los vecinos compraron el suyo sorteando unas angulas. Y cerca de Dulantzi, un equipo de fútbol infantil sudó la gota gorda sobre una equipación azul. Pero, probablemente, quien se llevó la palma ayer fueron los del sindicato de transportistas Hiru, ya que pusieron a correr a un camión con peto y todo.
En las redes sociales, muchos aludieron a la coincidencia de fechas de la Korrika con el día del desarme, diciendo a través de diversos lemas que lo de ayer también era una Korrika rumbo a la paz (bakeruntz). Pero, sobre el terreno, tampoco hubo demasiada mezcla entre la carrera y este acto histórico. «A mí lo único que me ha tocado es el cachondeo. Como nosotros llevamos un chaleco amarillo igual que los voluntarios del desarme, la cuadrilla me está preguntando a ver si es verdad que estoy en la Korrika o marcando zulos», confiesa Santxez.
«Quizá lo más destacable ha sido que la gente se ha apropiado de la canción de este año. El lema de la Zirkorrika ha dado pie a que muchos hayan salido a correr vestidos de payasos. Hoy han aparecido unos acróbatas corriendo uno encima del otro», comenta Ane Alberdi, también de AEK. Pese a todo, Alberdi reconoce que es muy difícil saber todo lo que pasa alrededor del testigo. «Nosotros vamos en la furgoneta y apenas te enteras de nada. Se ve a los primeros y poco más. Sobre todo cuando hay muchos corredores. Ahora vamos a entrar a Agurain y nos avisan que hay un montón de gente y que va a ser toda una locura», comenta.
La Korrika llega a Londres
Formalmente, esta edición de la Korrika tiene 2.557 kilómetros. En realidad, sería más preciso añadir un kilómetro más a esta cifra. Ayer, un centenar de euskaltzales corrió con los petos de rigor un kilómetro por el parque London Fields de Londres. Lo organiza la London Basque Society, que corre su tramo particular desde la edición de la Korrika del año 1999. «No hemos corrido mucho, habrá sido un kilómetro o así, por un parque que estaba lleno porque hacía buen tiempo. Hemos gritado “¡Tipi tapa!” y “¡Londresen ere, euskararen alde!”. La gente se ha sorprendido, nos grababa y nos preguntaba qué demonios hacíamos», explica Iñaki Lasa. Además de la equipación oficial, los de la London Basque Society habían organizado un picnic con pintxos y música de trikitixa. De hecho, para participar había que pagar diez libras, lo que daba derecho al peto de la edición de este año, a los pintxos y barra libre de sangría.
Mientras en Londres disfrutan de su particular kilómetro, Iruñea se prepara para la traca final. No es la primera vez que la carrera pone en la capital navarra su meta, pero no cabe duda de que esta vez es especial. Por primera vez, Iruñea les abre sus puertas de forma oficial. El alcalde, Joseba Asiron, portará el testigo por las calles de Alde Zaharra. También el Gobierno ha comprado su kilómetro, al igual que el Parlamento.
En el otro lado de la barricada, en el gris, ha habido quejas porque las txoznas se han colocado –a su entender– demasiado cerca de alguna iglesia para ser Domingo de Ramos. Pero poca pega se puede sacar a un acto que es todo solidaridad. Incluso el tiempo respetará la fiesta con la que la Korrika dirá «agur». O, mejor dicho, «hurrengo arte».