Cada vez más gente tiene la impresión de que consume lo que decretan las grandes cadenas de hipermercados. Elegimos entre lo que ofrecen las estanterías, pero no elegimos qué llega a estas estanterías, ni quién lo produce, ni dónde ni cómo. En Euskal Herria hace ya tiempo que funcionan los grupos de consumo, cuyos afiliados reciben periódicamente una bolsa con los productos de temporada que suministra su baserritarra proveedor. También existen las tiendas bio, y los mercados tradicionales, pero todas estas fórmulas presentan sus limitaciones.
Calidad, precio, variedad, tres variables que influyen decisivamente en nuestras decisiones de compra diaria. En el primer apartado no cabe duda de que las fórmulas de consumo «alternativas» cumplen con creces, pero en los otros dos afloran las limitaciones. En las tiendas bio los precios son generalmente más altos que la media, y en los grupos de consumo la variedad de la oferta es reducida, y además requiere una cierta militancia, la de presentarse cada semana en un punto y hora determinados a recoger la bolsa de productos. Nuestro modo de vida urbana actual casi obliga a la compra en establecimientos fijos, a los que se pueda acudir en cualquier momento.
Pero, claro, una cosa es la forma de comprar y otra es lo que se compra, lo que acaba en la mesa. En 1973, en Nueva York, se inició una experiencia que con el tiempo que se ha convertido en referencia mundial para las personas y colectivos de todo el mundo que buscan alternativas al globalizado y teledirigido sistema de consumo. Se trataba del supermercado cooperativo Park Slope Food Company, de Brooklyn, que a día de hoy alcanza la cifra de 17.000 socios. Estas personas realizan gran parte del trabajo –adquisición del producto, transporte, colocación en las estanterías, cobro, gestión general– que conlleva gestionar un supermercado, mediante la aportación mensual de tres horas de su tiempo. No hay ánimo de lucro y todo ello hace que los cooperativistas completen su compra diaria a precios muy favorables.
Iruñea, pionera
En Euskal Herria fue Iruñea la pionera en abrir un supermercado cooperativo, de la mano de la asociación Landare, hace ya 25 años años. Su objetivo, entonces y ahora, es el de tener acceso a alimentos y productos ecológicos y saludables a precios populares. Landare nació al calor de las experiencias que llegaban a la península desde el norte de Europa, de lugares como Holanda y Alemania, con una mayor tradición y con una mayor práctica de soberanía alimentaria. El Brot de Reus en 1987 es la primera experiencia en este sentido que se da en Catalunya, y de ahí y de otras posteriores surgió Landare.
«En Landare –nos cuenta David Garnatxo, miembro de la asociación– los socios y socias son el eje principal de la actividad. En la distribución «convencional» de alimentos el poder de decisión lo tienen unas pocas empresas y unas pocas personas, que determinan los dos extremos de la cadena; el que ocupan por un lado los productores y por el otro los consumidores. En el caso de los supermercados asociativos lo que se intenta es invertir las relaciones de poder, de forma que pasen de unos pocos –las empresas y sus accionistas mayoritarios– a los muchos, los consumidores».
En la comarca de Oarso Bidasoa también existía desde hace tiempo la inquietud por el modelo de consumo, lo que llevó al surgimiento del grupo Labore Oarso, que se planteó el objetivo de abrir el primer supermercado cooperativo de Gipuzkoa. Inspirados y asesorados por Landare, Labore inició hace un año una campaña de información y captación de socios en Errenteria, Lezo, Oiartzun y Pasaia, a la vez que estudiaba los posibles emplazamientos y la forma concreta de su supermercado. Todo este trabajo ha dado finalmente su fruto y desde hace un mes Labore cuenta ya con el establecimiento y con una nutrida lista de socios, que son la columna vertebral del proyecto.
Menos el suelo y la puerta principal de entrada, todo el resto del local –emplazado en Oiartzun– lo ha acondicionado y equipado la propia asociación: pintores, carpinteros, electricistas… han trabajado en auzolan, y el resultado es magnífico. El supermercado, de dos plantas, luce amplio y luminoso, con espacio para moverse con comodidad e incluso una zona de juego para los niños. Aquí no hay pasillos estrechos entre estanterías ni música estridente. No se paga en metálico, sino mediante tarjeta.
Labore Oarso es un proyecto de los cooperativistas y para los cooperativistas. Empezaron siendo 250, cada uno de los cuales aporta cincuenta euros anuales como cuota, destinados al mantenimiento y funcionamiento del super. Recibe entonces un carnet, de madera por cierto, que acredita su condición y le da derecho a abastecerse en este establecimiento. Pero además los socios, que en apenas un mes de existencia del supermercado han aumentado hasta 400, realizan una aportación en forma de trabajo voluntario, bien sea ayudando a descargar los productos que llegan al super, limpiando el local al final de la jornada, o bien dando cursillos de alimentación saludable, ofreciendo recitales… cualquier otra forma de colaboración que se tercie, pues lo que se busca es la implicación de la gente, que no se limite a ser consumidores al uso.
Producto local
Aunque Landare de Iruñea ha sido la referencia de Labore de Oarso para acometer su proyecto, existen ciertas diferencias en su filosofía. Ambos ofrecen productos saludables, asequibles y ecológicos, con trato directo con el productor y eliminación de intermediarios, pero en el caso de Labore ponen el acento en el producto local, en el que se recoge en huertas y caseríos de la comarca. En el caso de la fruta, que apenas se produce en ecológico en Oarsoaldea, se trae básicamente de Nafarroa, al igual que el aceite y los espárragos, por ejemplo.
Volviendo a Landare, David Garnatxo indica que «todo lo que se produce en cercanía y se produce de una forma ecológica está en Landare. El problema, y es un problema que tiene que ver con el enfoque que se ha dado a la tierra y a sus trabajadores desde las instituciones en estos últimos 30 años, es que muchas veces se produce aquí y se elabora a 3.000 kilómetros. Existe un producto que puede valer para ejemplarizar esto: los muesli de desayuno. En ecológico la materia prima para esos muesli se produce en nuestro entorno cercano, generando unas rentas que muchas veces son insuficientes para que los agricultores vivan de su trabajo de una forma digna. Sin embargo, esa misma materia prima se traslada a 3.000 kilómetros, se transforma y vuelve para que los consumidores lo adquieran a unos precios desorbitados. El problema es que no se ha apostado por una transformación que empodere a los productores y se ha optado por ser proveedores de las empresas que trasforman allá donde quieren transformar, que suele ser donde más rentable les resulta».
En Landare un 58% de la compra se hace directamente a productores y elaboradores cercanos, a empresas con un dimensión pequeña o media. En cuanto a la distribución, un 34% de lo que se compra en Landare se adquiere directamente, porcentaje que aumenta hasta el 85% en frutas y verduras y el 100% en carne fresca y quesos.
«Nuestro objetivo –explica Jon Legorburu, miembro de Labore– es que la mayor parte posible de la compra diaria se haga aquí. Por eso los socios encuentran desde verduras que el baserritarra acaba de traer de la huerta hasta productos de higiene, pasando por arroz o cuscús a granel, huevos, leche, quesos, sidra, carne… siempre procurando que provengan de la comarca, de forma que potenciemos el primer sector y que los baserritarras vean que su trabajo es apreciado. Solo recurrimos al exterior, concretamente a Holanda o Alemania, en el caso de los productos de higiene y limpieza, porque aquí no se encuentran, o productos como el café».
Precio asequible
Como hemos dicho, el precio asequible es otra de las características de Labore y de Landare. La clave está en la eliminación de la intermediación. Es más, como nos cuenta Jon son los propios hortelanos o baserritarras los que ponen a sus productos el precio que consideran adecuado, justo lo contrario de lo que ocurre en las grandes superficies, donde sus gestores imponen los precios –ruinoso muchas veces– a los productores. «La diferencia de precio es considerable incluso en comparación con las tiendas que venden productos ecológicos en Donostia, por ejemplo» apunta Jon.
Garnatxo aporta un ejemplo significativo sobre precios y orígenes de lo que consumimos. En este caso concreto se trata del queso, pero podría aplicarse igualmente a otros muchos productos. De 2005 a 2014, la cabaña ovina de Hego Euskal Herria se redujo en casi un 30%, descendiendo de 1.108.000 cabezas a 791.000. Pues bien, en las estanterías de los hiper y grandes superficies, donde la mayoría de los consumidores hace sus compras, de cada veinte quesos de oveja solo uno es de aquí; el resto pertenecen a empresas que no garantizan ni origen, ni precio de la leche ni calidad de producto. Si los consumidores y consumidoras valoramos la calidad, la cercanía, el mantenimiento del primer sector, la economía local… ¿por qué tenemos que dejar que decidan otros lo que compramos nosotros? se pregunta este miembro de Landare.
El primer sector está en declive en Oarsoaldea, y esta es una situación que Labore quiere ayudar a revertir. El objetivo es doble: que baserritarras y jóvenes que emprenden proyectos hortícolas –caso de Urrullo, en Lezo– y ganaderos dispongan de un punto de venta estable y que los consumidores accedan a productos de calidad muy frescos y cercanos.
Las cosas marchan muy bien para la nueva cooperativa de consumo oarsoarra. Dado el incremento de socios, y por tanto la complejidad de gestionar el día a día del supermercado, han contratado a una trabajadora a tiempo completo, y ya se plantean incorporar una segunda persona este mismo mes de mayo. Si de los 450 cooperativistas actuales se pasara a 800 o 900 en los próximos años, el aumento de plantilla sería proporcional.
En el Estado francés son varios los proyectos ya en marcha –fase beta– o a punto de materializarse. El principal es La Louve, una cooperativa de consumo parisina que ha abierto el pasado noviembre las puertas de un supermercado de 1.450 metros cuadrados. En Bruselas, Montpellier, Toulouse, Nantes y Lille ya están avanzadas las campañas de captación de socios y sus promotores esperan abrir pronto los supermercados. Más cerca de Euskal Herria, en Burdeos, SuperCoop espera a alcanzar la cifra de 1.200 socios –cuenta ya con 450– para ser autosuficiente y crear cinco puestos de trabajo. France Active, banco social y solidario, participa en la financiación del proyecto hasta su puesta en marcha.
Cada cooperativa tiene su propia fórmula de funcionamiento, con características diferentes. En el caso de SuperCoop, distingue entre cooperativistas y afiliados; los primeros aportan más dinero –100 euros– y pueden acceder a todos los servicios de SuperCoop, mientras que la cuota de los afiliados es de solo 20 euros anuales.
Otsolab en Baiona
En el norte de Euskal Herria, Otsolab ha abierto sus puertas el pasado sábado en Baiona, después de una campaña de información y captación de socios que ha permitido a sus promotores alcanzar la cifra de 450 socios. Se trata en realidad de una apertura parcial, pues el proyecto arranca con una tienda de comestibles en la avenida Lattre de Tassigny, germen de lo que será pronto un completo supermercado.
En la primera fase del proyecto Otsokop los participantes hacían sus pedidos online a los productores y los recogían en sábados alternos en un local cedido con este fin. La siguiente meta a alcanzar era hacerse con un local estable y lograr la adhesión de un número suficiente de cooperativistas. Alcanzados ambos objetivos, la tienda Otsolab –donde se compra sin pedido previo, como en cualquier tienda habitual– abrirá a partir de ahora todos los sábados por la mañana, y la tarde del miércoles de mayo en adelante. El siguiente objetivo, claro, es convertir esta pequeña tienda inicial en todo un supermercado, pero solidario y participativo.
En cuanto a la fórmula jurídica, si bien hasta ahora el proyecto ha corrido a cargo de una asociación, Les amis d’Otsokop, una vez puesta en marcha la tienda se hacía necesario adoptar otro estatus, y la asamblea general de socios decidió a principios de abril constituirse en sociedad cooperativa de consumidores SAS (Sociedad por Acciones Simplificada). Con Hélène Elhuyar y Nathalie Chevrit a la cabeza, Otsokop se plantea disponer de un supermercado con amplia oferta de productos bio, ecológicos y kilómetro cero provenientes tanto de Hego como de Ipar Euskal Herria.
Más supermercados en Euskal Herria
A los ya mencionados supermercados cooperativos de Euskal Herria hay que añadir Bidazi (Bortziriak), Marisatsa (Durango), Lur Gozo (Busturialdea), Bioalai (Gasteiz) y Otarra (Donostia). Entre los proyectos, una cooperativa de consumo ecológico en la capital vizcaina, por la que ya han mostrado interés muchos bilbainos. Se topa con la dificultad de hallar en la ciudad un local amplio y de alquiler razonable, al menos en la zona prevista para el supermercado, el Casco Viejo.