El penoso balance defensivo de Osasuna ha sido su tumba. La desastrosa temporada de la escuadra navarra le ha llevado a convertirse en el tercer conjunto que más goles –94– encaja en la historia de la liga. Con esos números, era imposible que el conjunto rojillo pudiera mantener- se en la élite. El descenso estaba cantado y la entidad osasunista tendrá que tomar buena nota de lo sucedido para que no vuelva a repetirse ante un futuro ascenso del equipo.
Lo cierto es que la situación ya empezó a pintar mal desde el principio. De la euforia del ascenso y el mensaje en pro de mantener la filosofía de cantera de la entidad se pasó a una planificación de la plantilla que dio lugar a toda una pléyade de incorporaciones con poco margen para marcar las diferencias. Las estrecheces económicas, la poca visión de futuro y las lesiones marcaron un devenir que se iba a tornar muy negro en el futuro deportivo del bloque rojillo.
Todo el entorno fue consciente de que el cuadro navarro ascendió antes de lo esperado y de que la lucha por mantener la categoría iba a ser ardua. Seguramente lo que no esperaron los aficionados rojillos es que sus futbolistas iban a dar un rendimiento tan paupérrimo como para quedar instalados en la parte más baja de la tabla ya desde las primeras jornadas de la competición.
El salto de nivel dejó en evidencia a un vestuario que no estaba preparado ante semejante exigencia. Prácticamente nadie respondió al reto que se avecinaba. Ni los futbolistas veteranos que ya habían competido en la máxima categoría, ni las jóvenes promesas que despuntaron en Segunda, ni la mayoría de los fichajes firmados con la intención de colaborar al reto de mantenerse en Primera.
Vaivenes en el banquillo
Desde las primeras jornadas ya quedó patente que el objetivo iba a ser harto complicado. El equipo no carburaba en defensa, cometiendo errores de colegiales, una tónica que se ha mantenido a lo largo de todo el año y que hacía muy improbable que Osasuna siquiera pudiese pelear con sus teóricos rivales, como así ha sucedido.
El dato de que en un tercio de las jornadas ligueras el cuadro navarro haya encajado tres o más goles es lo suficientemente significativo como para rubricar la complejidad de la meta. Si a ello le sumamos que se echó más gasolina al fuego con los vaivenes en el banquillo, rubricando apuestas que, lejos de enmendar la plana, acrecentaron la caída libre, la situación no hizo sino empeorar.
Los diferentes técnicos que han pasado por el banqui- llo –Enrique Martín, Joaquín Caparrós y Petar Vasiljevic– probaron diferentes fórmulas tácticas, pero todas ellas con el mismo resultado, entre otras cosas, porque no había mimbres para confeccionar la cesta. Si a ello le sumamos que a perro flaco todo son pulgas en forma de lesiones de futbolistas llamados a ser básicos en el esquema rojillo, pues la sentencia condenatoria estaba dictaminada con antelación.
Ahora, a Osasuna solo le queda volver a reinventarse, algo de lo que no es ajeno en los últimos tiempos, basándose en la inagotable cantera de Tajonar y apoyándose en la fiel hinchada que no le abandona ni a las duras ni a las maduras. Un nuevo periplo en la categoría de plata quizás sea el mejor antídoto a una campaña para olvidar y el inicio de un ciclo que devuelva al club navarro al lugar que se merece, pero con cimientos más duraderos.