Las localidades cercanas a la central nuclear de Santa María de Garoña no deberían todavía deshacerse de los almacenamientos de pastillas de yoduro de potasio, si bien es probable que no supieran qué hacer con ellas en caso de necesidad, puesto que una cosa es la teoría sobre la prevención de riesgos y otra la realidad marcada de carencias. La previsión nunca sobra porque aunque el Gobierno español ha decidido el cierre definitivo de la planta, el peligro radiactivo no desaparece. Allí siguen los mismos residuos radiactivos que cuando la central estaba en funcionamiento, y hasta que la zona quede totalmente descontaminada y libre de peligro van a pasar décadas.
Si se siguen los pasos de Zorita, podrán ser unos veinte años. Si van como en Vandellòs I, el doble. La central catalana sufrió un accidente en 1989 y cerró definitivamente un año después.
La primera fase, común en todos los procesos, consiste en que la empresa que explota la central haga las labores preliminares de descargar el combustible acumulado en la piscina y agruparlo en el Almacén Temporal Individualizado.
Luego entra Enresa, la empresa pública de Residuos Radiactivos, que se hizo cargo de los trabajos en 1998, y en 2003 dio por acabado el Nivel 2 de desmantelamiento, consistente en la retirada de todos los edificios, sistemas y equipos externos al cajón del reactor. Es decir, 13 años después del cierre, el edificio de la central de Vandellòs I había desaparecido, pero no el peligro de radiactividad.
A partir de ese momento, el cajón del reactor, ya sin combustible nuclear, fue sellado y así permanecerá durante 25 años, hasta 2028, a la espera de que en este llamado «periodo de latencia» la radiactividad de sus estructuras internas decaiga «de forma natural», facilitando «su desmantelamiento total en condiciones óptimas de seguridad».
Será en 2028 cuando comience la última fase del desmantelamiento, con «la retirada del cajón del reactor y de todas las estructuras internas», tras lo que, por fin, la zona quedará definitivamente liberada.
En decir, entre el cierre y el desmantelamiento definitivo de Vandellòs I habrán pasado más de 40 años.
La evidencia de que, aunque mínimo, el peligro radiactivo todavía sigue latente está en que en Vandellòs I se continúan realizando simulacros de emergencia, en los que se analiza, por ejemplo, si un incendio de 15 minutos puede afectar a la estanqueidad del cajón del reactor, dando lugar a una fuga.
«Garoña tardará más»
Habrá que ver si en el desmantelamiento de Garoña se opta por la vía de Vandellòs o por la de Zorita, en la que no se ha fijado «el periodo de latencia» de 25 años. La central de Guadalajara se paró en 2006 y hasta 2019 no está previsto que finalice la demolición de la misma.
En cualquier caso, según explicó ayer en Radio Euskadi José Ramón Armada, que fue el responsable de la desactivación de Vandellòs, el desmantelamiento definitivo de la central nuclear de Garoña tardará más que la catalana, al menos en su fase inicial, porque, «por su diseño, está mucho más contaminada».
Armada recordó que Garoña no tiene preparado ningún plan de desmantelamiento, porque se mantenía lista para poder volver a entrar en funcionamiento. Cuando se decida poner fin a su vida, habrá que hacer un estudio de dónde están los elementos más radiactivos, redactar un plan, enviarlo al CSN y cumplir una serie de requisitos que no cabe pensar que vayan a durar menos de veinte años, porque el caso es más complejo que el de Zorita, según explicó ayer Cristina Narbona, presidenta del PSOE, que fue consejera del CSN.
EH Bildu pide rapidez
Por eso es importante que la decisión se adopte cuanto antes. EH Bildu ha registrado una moción en las principales instituciones de Araba en la que reclama que Iberdrola y Endesa, propietarias de la central nuclear de Garoña, pongan en marcha «sin dilación» el proceso de desmantelamiento de la planta.
El portavoz de EH Bildu en las Juntas, Kike Fernández de Pinedo recordó que las instituciones alavesas ya aprobaron hace unos meses la puesta en marcha de una comisión interinstitucional para el desmantelamiento de la central, que debería activarse para recabar información.
Reabierto el debate sobre el cierre del resto de las centrales nucleares del Estado español
Aunque el ministro Álvaro Nadal quiso dejar claro que no permitir la continuidad de Garoña más allá de los 40 años era una excepción que no tenía por qué afectar al resto de las centrales nucleares del Estado, lo cierto es que el debate se ha reabierto y en el Congreso se tendrán que debatir iniciativas que proponen el cierre paulatino de estas plantas.
La presidenta del PSOE, Cristina Narbona, que fue consejera del Centro de Seguridad Nuclear, reclamó ayer una planificación estratégica en materia de energía porque «da la impresión de que se toman las decisiones de manera improvisada por presiones puntuales de unos o de otros». En esa planificación el PSOE aboga por un «cierre gradual» de las centrales nucleares de aquí a 2028.
El coportavoz de Equo y diputado de Podemos, Juantxo López de Uralde, también sostuvo que el debate ahora es el de la «transición energética» para sustituir la energía nuclear por otras más sostenibles.
Cabe recordar también que, además de otras formaciones históricamente antinucleares, hasta la consejera Arantxa Tapia afirmó anteayer que «Garoña ha evidenciado la falta de una planificación energética en el Estado», y en nombre del Gobierno de Lakua recordó que «el ciclo de vida de las centrales nucleares expira entre 2023 y 2028 y, a día de hoy, se desconoce una planificación con una alternativa a la energía nuclear y el carbón».
La declaración de Tapia no gustó al senador del PP Iñaki Oyarzábal, que calificó de «muy poco responsable» que Lakua pida un plan para todas las centrales nucleares, porque no cabe cuestionar el futuro de todas.GARA