JUNTO A GAROÑA, MUCHO ALIVIO Y LA VISTA PUESTA EN EL FUTURO
Una vez sentenciada la central nuclear de Garoña y a la espera de que el desmantelamiento se empiece a ejecutar, una sensación general de alivio se respira en los territorios colindantes, especialmente en las comarcas más cercanas. La localidad alavesa de Zambrana, de 316 habitantes y cabeza del municipio del mismo nombre, que forma junto a Berganzo, Ocio y Portilla, se encuentra a 30 kilómetros en línea recta y es un buen punto para sondear la opinión de los vascos más cercanos a la polémica central condenada por fin.
En la cuestión de Garoña convergen muchos aspectos, desde los medioambientales hasta los económicos, pasando por los puramente políticos. Los habitantes del suroeste alavés parecen compartir un rechazo unánime, por el evidente riesgo de convivir con una instalación de estas características, y también existe acuerdo en que estas comarcas necesitan revitalizarse económicamente, pero a partir de este común denominador se empiezan a apreciar diferencias.
César vende lotería por los pueblos de la comarca y conoce bien el terreno que pisa. No duda un segundo en manifestarse contrario a la central y feliz por su cierre definitivo: «Garoña es un peligro latente, como todas las centrales nucleares. Se acabó su ciclo de vida normal, le dieron una prórroga y ya basta. ¿Los trabajadores? Pues hay que decir que en Garoña han vivido muy bien, con sueldos altos, y creo que ya ha llegado la hora de que se creen en estos pueblos empleos alternativos, asumiendo que no estarán tan bien pagados, pero a cambio no obligarán a la población a soportar la contaminación que conlleva la central y que todos padecemos». César hace números y le sale que los trabajadores de Garoña que rondan la cincuentena van a ir alcanzando la jubilación durante el proceso de desmantelamiento de las instalaciones, que se calcula durará cerca de quince años. «Y con buena pensión se van a quedar. En lo que hay que centrarse ahora es en crear empleo para los jóvenes».
Prácticamente lo mismo, pero con menos palabras, manifesta Félix, parroquiano esta mañana del bar del pueblo, donde toma café bajo un escudo enmarcado del Athletic. «Ventajas tiene muchas el cierre, porque la central no la quiere nadie tener cerca. Y desventajas, pues la pérdida de puestos de trabajo». Pero Félix introduce un elemento nuevo: el de la aportación económica real que implica la central. Lo cierto es que los habitantes de la comarca encuentran el sustento mayoritariamente en la industria, sea en Gasteiz, Miranda de Ebro o Bizkaia, unos pocos en la agricultura y ganadería, y prácticamente nadie en la central de Garoña.
José Manuel luce camiseta de Mendialdea Music Festival 2017 y manifiesta abiertamente que «para los que pensamos que hay que optar por energías alternativas el cierre es una noticia fenomenal. Pero es que incluso si la energía nuclear fuera necesaria lo que no es admisible es que se obtenga con tecnología tan obsoleta como la de Garoña, que lleva más de cuarenta años en funcionamiento y es hermana de la de Fukushima». Sabe lo que dice: el cajón de hormigón de la nuclear de Garoña es una réplica del de la accidentada en Japón, pues ambas pertenecen a la veintena existente en el mundo que funcionan mediante reactor de agua en ebullición (BWR), construidas por General Electric en los años setenta en medio mundo.
El reactor número 1 del complejo de Fukushima, compuesto por seis reactores, era un modelo de General Electric de 439 megavatios que se conectó a la red en marzo de 1971. La central burgalesa tiene 460 megavatios de potencia y se conectó en mayo de 1971. Además, José Manuel introduce otro razonamiento: el dinero que fluye hacia los municipios pegados a la central, pero que a Zambrana no llega. Preguntaremos al alcalde sobre esto.
Mientras realizamos la encuesta, dos jóvenes caminantes franceses que cargan pesadas mochilas se acercan a la farmacia a preguntar por algún cajero automático. No hay, les explica Inés, la farmacéutica. El dinero llega periódicamente en una furgoneta a la que acuden los vecinos para realizar sus ingresos y extracciones. Los marchistas necesitan metálico para comprar tiritas, pero tienen suerte; Inés se las regala.
Con Inés se repite el patrón de las respuestas, pero con una variación, y es que tras dejar claro que la central en sí misma no le provoca ninguna simpatía, subraya que su cierre es otro duro golpe para el tejido económico: «No son solo los puestos de trabajo directo que desaparecen con la central, están también todos los que se van a perder indirectamente, bien sea en las empresas auxiliares o en el sector servicios, desde supermercados hasta peluquerías». Natural de Miranda de Ebro, afirma que la ciudad está sufriendo con intensidad la crisis, y los datos parecen darle la razón: según un estudio publicado el pasado año por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Miranda de Ebro es la localidad de Castilla y León de más de 20.000 habitantes que más ha sufrido la sacudida de la crisis. «En los pueblos pequeños no influye tanto, pero en Miranda la cosa está muy fastidiada, sí».
Modelo de desarrollo
No solo el vil metal, también los alimentos del día a día llegan y se expenden en furgoneta. Por ejemplo, el pan. Entre los compradores, Josetxo, que no tiene reparo en contestar a las preguntas, al contrario que las mujeres con las que charlaba, que han huido despavoridas ante la presencia de la cámara. Josetxo, de ideas claras y verbo fluido, machaca desde el primer round la central, la energía nuclear e incluso nuestro modelo de desarrollo: «Para empezar, ya ha cumplido los cuarenta años previstos y por tanto está amortizada, pero es que además la propia energía nuclear está en vías de extinción. Es cuestión de tiempo que se reemplace por energías alternativas, como la solar. Además, hasta la propia Iberdrola reconoce que Garoña producía una cantidad pequeña de megavatios, reemplazables por otros medios» dice. Considera Josetxo –euskaldunberri, por cierto– que la clausura es una victoria del movimiento ecologista y en relación al empleo perdido entiende que «poner una empresa que te puede envenenar y matar, sea una central nuclear o una empresa de otro tipo, simplemente porque produce empleo, no me parece buena solución. Pero es que tampoco me convence en absoluto tener un empleo para vivir y consumir como el sistema quiere que hagas».
Es hora de visitar al alcalde, Aitor Abecia (Agrupación Independiente de Zambrana), al que encontramos en compañía del técnico encargado de revisar la piscina municipal. Resuelta esa gestión, se dispone a contar con pelos y señales una cuestión no muy conocida en relación a la central de Garoña, la de los pagos anuales que reciben los municipios más cercanos al reactor, aspecto muy relevante hasta ahora y mucho más a partir de ahora, llegada la hora de inyectar capital para la revitalización de la zona.
La AIC ha colaborado estrechamente con los grupos ecologistas adversarios de Garoña y lógicamente Abecia se alegra por el cierre, pero alerta de que resuelto un problema ahora se presenta otro, pues la fase de desmantelamiento es complicada, prolongada y peligrosa. Lo explica gráficamente con un «tenemos un cadáver y ahora hay que ver cómo lo enterramos». También nos cuenta que todo el equipo de emergencia con que ha contado Zambrana ha sido un megáfono y un lote de pastillas de yoduro de potasio, que Araba no cuenta con un plan de emergencia –al contrario que Burgos– y que en la central se ha llegado a trabajar de forma triplemente subcontratada, de forma que la empresa matriz se embolsa la parte de león y el último eslabón, el trabajador subcontratado, tiene que lidiar con la radioactividad y jugarse la salud por un salario muy reducido. Pero volvamos a la cuestión económica.
Sobre la mesa descansa un recorte de “El eco de Valdegovia” del pasado enero, titulado «Aprobado el presupuesto 2017 en 1.800.000 euros», con la siguiente información en el texto: «El capítulo de ingresos se mantiene como en los últimos años, con un tercio de los mismos procedentes del Fofel (Fondo Foral de Financiación de las Entidades Locales Alavesas), otro tercio de la aportación de AMAC-Garoña y el resto de las contribuciones rústica, urbana y vehículos».
AMAC es el acrónimo de la Asociación de Municipios en Áreas de Centrales Nucleares, con sede en Madrid, y según explica Abecia Valdegobia recibe esta asignación anualmente, junto a Lantarón, por hallarse en el radio de afectación establecido para recibir la subvención, «mientras que si te encuentras fuera del círculo, aunque sea por poco, la asignación desaparece o es ridícula. Y resulta que al mismo tiempo sus alcaldes enarbolan la pancarta contra Garoña, porque es lo políticamente correcto. No me parecería denunciable si se hubiera invertido ese dinero en revitalizar la comarca mediante la producción de energía limpia, o en combatir a Garoña durante estos años, pero se ha ido en gasto corriente, y lo que denuncio es este doble juego, poco ético, de coger la pancarta con una mano y el dinero con la otra para gastarlo en el día a día de tu ayuntamiento».
Como quiera que el diputado general de Araba, Ramiro González (PNV), acaba de pedir un plan de reactivación económico y que la AMAC seguirá aportando una suma importante durante los años que dure el desmantelamiento, insta a que esos millones «vayan destinados precisamente a reactivar la economía. Que no quepa duda de que con ese dinero al cabo del año se pueden generar muchos empleos de energía limpia, más aún en una zona como esta, con el potencial agro-forestal que tiene».