No voy a participar en este simulacro de referéndum», comentaba el lunes Mohammed, de 23 años, mientras caminaba con dos amigos por las aún desérticas calles de Erbil. Eran las 7.30 y faltaba media hora para que abrieran los colegios electorales. Él y sus amigos habían estado toda la noche de fiesta y marchaban hacia sus hogares a dormir. «Esta votación es solo una cortina de humo del presidente Barzani para esconder los graves problemas que tenemos», se sinceraba Mohammed, quien mostraba simpatía por Shaswar Abdulwahid, un joven empresario dueño de la televisión NRT y líder del movimiento antireferéndum ‘No por ahora’.
Lo cierto es que el presidente kurdo Masud Barzani ha sido muy hábil al celebrar el referéndum en un momento en que su legitimidad estaba muy cuestionada. En el cargo desde 2005 –aunque su mandato expiró en 2013– y con un Parlamento inactivo desde hace dos años, Barzani estaba en la diana de las críticas de una oposición que lo acusa de gestionar a favor de sus intereses empresariales a pesar de que la región está sumida en una profunda crisis económica. Con un modelo de clan familiar-empresarial al estilo Ben Ali o Mubarak, la familia Barzani ha amasado decenas de millones de dólares mientras la población padece serios problemas para salir adelante.
El miedo a quedar como antipratiotas hizo que partidos muy críticos con la gestión de Barzani y contrarios al referéndum como Gorran (Movimiento por el Cambio), acabaran finalmente dando su apoyo al plebiscito. Una jugada maestra del Partido Democrático del Kurdistán (PDK) que ha conseguido que la apelación al sentimiento patriótico haya desactivado, al menos por el momento, el resto de reivindicaciones.
Mediante el referéndum y la clara victoria del Sí, Barzani ha tomado aire para seguir en el poder tras haber unido a partidos y a una parte importante del pueblo, pero al mismo tiempo se ha puesto a los pies de los caballos porque sus intenciones reales quedarán al descubierto.
Si existe una voluntad real de declarar la independencia antes de dos años como anunció, y que con ella los ciudadanos mejoren su calidad de vida, el PDK hará todo lo que está en su mano para que pronto se celebren elecciones que permitan reactivar la Cámara y en ella se trace la hoja de ruta para la consecución del Estado propio. En este sentido, ciertos sectores de la población, temen que la independencia signifique la consolidación y legitimación de un modelo presidencial autoritario y hereditario que revierta negativamente en los derechos de la población. El PDK y la Unión Patriótica de Kurdistán (UPK) tendrán con la creación de un Estado propio la posibilidad de demostrar si apuestan por dejar atrás los vicios de los partidos-milicia y su gestión a favor de las élites, y formalizan un Ejecutivo unificado que gobierne para una población que carece de muchos servicios básicos.
En el plano nacional e internacional, tanto Bagdad como los países vecinos, han actuado como se esperaba de ellos. Las negociaciones con el Gobierno central iraquí también servirán para ver si Barzani es capaz de renunciar a la independencia para mantener todos sus privilegios o en caso contrario, está dispuesto a proclamar el Estado kurdo, e ir a una nueva guerra con Bagdad por el control de los recursos energéticos de las zonas en disputa está servida.
Un enfrentamiento con el Gobierno central iraquí que puede arrastrar a Irán al conflicto debido a la influencia y vínculos que Teherán tiene con el ejecutivo de Al-Abadi y por el empuje soberanista que un Estado kurdo puede traer a Kurdistán Este.
Una situación de conflicto bélico que solo se trasladará a Turquía si la futura República kurda aprovecha su condición ventajosa de Estado para convertirse en la locomotora de las reivindicaciones nacionales en el resto de Kurdistán. Hasta el momento, Ankara y Erbil han mantenido unas estrechas relaciones en el plano comercial y en la lucha contra el Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK). Las amenazas lanzadas hasta ahora por Turquía solo son cantos de sirena de cara a la galería y nunca llegarán a concretarse si Erbil no cambia su política. Si con la independencia, el futuro Gobierno kurdo liderado por Barzani sigue su alianza con Recep Tayyip Erdogan, no habrá conflicto alguno.
Solo si Erbil trabaja por el entendimiento con la administración kurda en Siria y la mejora de las relaciones con el PKK y el Partido Democrático de los Pueblos (HDP) en Turquía, pueden empujar a Ankara a lanzar una campaña militar contra el nuevo Estado kurdo.
En definitiva, el plebiscito ha servido para que Barzani gane tiempo y refuerce su imagen, pero al mismo tiempo le fuerza a declarar o renunciar a la independencia, y a continuar o cambiar con su política tanto en el plano nacional como regional.