La manifestación del unionismo en Barcelona fue lenta y pesada, al haberse optado por un recorrido muy insuficiente tanto en longitud como en anchura, que quedó desbordado. Echó a andar delante de la pancarta a las 12.00, como estaba previsto, pero las últimas filas no salieron de Urquinaona hasta bien pasada las 13.30. Así que NAIZ no pudo difundir la cifra de participación hasta casi las 14.00: unas 170.000 personas según nuestro sistema de recuento.
Tenía su «riesgo» soltar la cifra porque para entonces la organización ya estaba hablando de más de 930.000 manifestantes. Luego se pudo comprobar que el dato de este medio coincidía con el cálculo del catalán ‘La Directa’ y también básicamente con el del colectivo Contrastant, que resultó especialmente detallado: 151.068 manifestantes como base, con una horquilla máxima de 166.174 y mínima de 135.961. La Guardia Urbana de Barcelona también dio finalmente su propio número, o más bien estimación: 350.000.
Hay una diferencia principal entre estos cinco (más bien tres) números: los de NAIZ, ‘La Directa’ y Contrastant son producto de un sistema técnico y públicamente explicado. En nuestro caso se trata de la conocida doble multiplicación de manifestantes por fila, filas por minuto y duración total de la marcha, intentando promediar cada uno de los dos primeros parámetros porque la densidad y el ritmo obviamente van fluctuando. En casos como este de Barcelona (o algunas movilizaciones de Bilbo como las de enero por los presos de 2012 a 2014) en que el recorrido se desborda, hay que incluir necesariamente también a quienes caminan por calles adyacentes o ni siquiera emprenden la marcha, lo que obliga a admitir que el dato final no es tan exhaustivo y hay finalmente un cierto margen de pura estimación.
‘La Directa’ y Contrastant, por su parte, optan por basar sus recuentos en la ocupación geográfica y la densidad, lo que requiere más capacidad técnica (imágenes aéreas ayudan mucho) y humana (para percibir la situación en los diferentes tramos). Siendo los sistemas tan distintos, resulta muy clarificador que las cifras resultantes fueran similares.
Societat Civil Catalana y Guardia Urbana, contrariamente a los tres anteriores, no especifican cuál fue su sistema de cómputo. Especialmente llamativo es ello en el caso de SCC, dado que su vicepresidente, Albert Ramos, quiso dar imagen de precisión hablando de «entre 930.000 y 950.000 manifestantes». Todo parecía preparado para que en un segundo bote se pudiera ya afirmar que se había superado la cifra mágica del millón; y así fue poco después. Tal ambigüedad y celeridad contrasta además con lo que hizo la propia SCC frente a la cadena humana por la independencia catalana de 2013: como recordaba Alex Grijelmo la pasada semana en un artículo en ‘El País’, utilizaron la gigafoto obtenida por la ANC para contar uno a uno durante tres semanas (al parecer con 20 voluntarios) a todos los participantes, concluyendo que no llegaban a 800.000.
En cuanto a la Guardia Urbana de Barcelona, que no precise cómo hace el recuento no constituye ninguna excepción; ninguna institución lo hace, aunque la mayoría sí aportan un número cuando son preguntados por ello. Y también es muy frecuente que sus cifras se sitúen a medio camino entre las de las convocantes que no cuentan y los poquísimos medios que sí cuentan. Tiene su gracia que en la Diada reciente la misma Guardia Urbana cifrara la participación en la movilización independentista en un millón y la Delegación del Gobierno español en 350.000, y que el domingo aparecieran de nuevo esas dos mismas cifras, pero invertidas: hubo un millón para la SCC y 350.000 para la Guardia Urbana (la Delegación español se abstuvo esta vez, quizás porque se daba por conforme con la de los convocantes; el delegado, Enric Millo, estaba en la cabeza de la marcha).
NAIZ-GARA, obligación asumida
Tiene su miga también que contrariamente a lo que hicieron instituciones y medios de difusión con mucha más capacidad técnica y humana, fueran tres modestos medios y colectivos como NAIZ-GARA, ‘La Directa’ y Contrastant los únicos que consta que ofrecieron un cómputo. La posición habitual de la prensa, casi desde siempre, consiste en limitarse a difundir acríticamente los datos que da el resto, especialmente la organización y las instituciones, por muy inverosímiles que resulten tantas veces.
Contar, sin embargo, es una mera cuestión de voluntad. Este medio decidió hace tiempo computar todas las movilizaciones en las que eso resulte interesante periodísticamente, por un lado, y humanamente posible, por otro (lo que depende básicamente de la disponibilidad de periodistas). El equipo desplazado estas semanas a Catalunya permitió hacerlo excepcionalmente en Barcelona. Y habitualmente también en las grandes movilizaciones de Bilbo, que resultan ya algo más sencillas por la pura experiencia acumulada: el recorrido suele ser el mismo y el volumen de ocupación ofrece otra pista sólida que combinar con el sistema de recuento de personas, filas y minutos.
Obviamente no contar es más fácil que contar, igual que hacer política partidaria resulta más sencillo que hacer periodismo independiente: siempre habrá, siempre hay, quien quisiera ver otra cifra que la resultante. Pero es parte de una obligación profesional, que tiene como horizonte último y único a nuestros y nuestras lectoras y a la verdad de los hechos. El resto es pura dejación, y eso también se aprecia especialmente a pie de calle, donde se podría elaborar un buen catálogo de anécdotas, desde organizadores que aportan cifras antes de empezar la movilización a «periodistas» que intentan robar el dato propio o policías municipales que «regatean» el número como si esto fuera un bazar. Ocurre en la Vía Laietana y en la calle Autonomía; puros gajes de un oficio a menudo no bien comprendido pero siempre necesario.