La confirmación, si es que ese verbo existe en Catalunya antes de que se agote un plazo, de que el independentismo irá en tres listas a las urnas ha provocado cierto alivio en España y un deje de extrañeza en Euskal Herria, dos sitios donde estos debates suelen ser menos utilitarios y tomarse más a la tremenda. La noche del jueves de Santo Tomás –quedan 37 días, media eternidad– sabremos si la decisión es acertada, pero extraña de entrada que esa opción que se marcaba como crucial en el bando catalán no se cite siquiera en el españolista, para el que las elecciones son tanto o más vitales.
Si en el bando «indepe» era ERC la más reticente a lista única, en el unionismo es Ciudadanos quien va delante, y por tanto a su bola. Tras el pleno del 10 de octubre, el de la independencia suspendida, Inés Arrimadas fue recibida en su despacho con gritos de «presidenta, presidenta» que se oyeron desde el pasillo. El CIS de la pasada semana y el sondeo ayer de ‘‘El País’’ que le pone casi a la par del PP inflan aún más el globo de las expectativas. No es solo el tirón de la candidata, sino la posición política: C’s mueve los hilos de Sociedad Civil Catalana –ariete movilizador– y su ADN ferozmente centralista impulsó el 155 –ariete político–.
C’s no va a repartir su trozo de tarta con el PP: ha despreciado la propuesta de García Albiol para un compromiso previo y quiere llevar al Congreso al ministro de Interior, Juan Ignacio Zoido, acusándole de blando en la huelga del pasado miércoles. De paso, pasa factura al PP por no apoyar su idea de una moción de censura tras los plenos del 6-7 de setiembre, con la que Arrimadas soñó con ser ya presidenta de la Generalitat.
Tanta voracidad puede resultar peligrosa.
El PP no puede ceder más terreno a C’s, así que ha pasado a la ofensiva. Y eso significa dejar de presentar el 155 como mal obligado para pasar a abanderarlo sin tapujos. En un mes hemos pasado del «nos van a obligar a hacer lo que no queremos hacer» de Rajoy al «quiero agradecerte que hayas aplicado el 155, cesado a Puigdemont, Junqueras y todo su gobierno, y cerrado las embajadas y los chiringuitos» de García Albiol el domingo.
Rajoy no puede permitirse un batacazo del PPC. Se habla mucho de cómo interpretaría Europa que una lista de Puigdemont acabara siendo cuarta o quinta en el Parlament, pero ¿cómo leería que haya que bajar al último o penúltimo lugar para hallar a la franquicia catalana de Rajoy, que ahora ya tiene solo once diputados y no llega al 9% de voto?
Ciudadanos y PP&punctSpace;son solo dos caras de la misma moneda, pero al PSC se le quería dar desde Madrid otro papel diferente, el de comodín. Una de las hipótesis deseadas es que el 21D quiebre la entente independentista y dé paso a una transversalidad como aquel tripartito de Maragall con ERC e ICV-EUIA (2003). Pero ocurre que el PSC se ha pasado de frenada con su aval total al 155, y hoy no solo parece increíble ver a Miquel Iceta haciendo coalición con Oriol Junqueras, preso político, sino incluso poco verosímil con Xavier Domènech, después de que las bases comunes hayan echado al PSC del Gobierno municipal de Barcelona.
Con ello, al PSC le queda pelear por el mismo saco de votos del unionismo –seguro que ya no hay más selfies compartidos como el de la última marcha de SCC– y como mucho guiñar el ojo a michelines exconvergentes, a sabiendas de que a cualquier de ellos (un Santi Vila por ejemplo) le será muy díficil cruzar el puente sobre las aguas removidas por el 155 y la prisión del Govern. Heridas que no sanan en un día, ni siquiera en Catalunya.
¿Y el independentismo?&punctSpace;Separado, pero no dividido. El mayor riesgo de que no hubiera lista única era que el PDCat se desenganchase de lo que se llamó procés y quizás sea ya post-procés, pero el seguro liderazgo de Puigdemont disipa ese temor (otro gran éxito español). ERC es caballo ganador, y no está de más recordar que en 2010, cuando todo empezó, era quinta fuerza parlamentaria con apenas 218.000 votos y diez escaños. En cuanto a la CUP, el panorama es mejor que el que pintaban encuestas hace poco: tiene posición propia (República catalana), credibilidad (aciertos constantes), cuadros (conocidos y elogiados) y opción de crecimiento (ya está hablando con el Som Alternativa de Fachin).