Karlos ZURUTUZA

Más allá de la esclavitud

Las terribles noticias sobre la existencia de mercados de esclavos en Libia nos impiden ver la realidad de los libios que luchan por ofrecer una vida mejor a los refugiados, e incluso un entierro digno.

Pedalear por las calles de Zuwara tras varios días de lluvia es una aventura a la que los niños nunca renuncian. ¿Cómo resistirse a atravesar en bicicleta esos enormes charcos en los que hasta los coches tienen dificultades? Una pasta de arena y basura bloquea alcantarillas y sumideros en calles a las que el Ayuntamiento todavía no ha dado un nombre. Que el Consistorio de esta localidad costera no funciona como debería lo reconoce hasta el alcalde, Hafed Bensasi: «Nos limitamos a apagar fuegos, a tapar agujeros en un barco que no para de hundirse, ¿sabe usted?», esgrime el primer edil, elegido la pasada primavera.

El último desafío fue el que plantearon los 5.000 subsaharianos que llegaron a la ciudad el pasado mes de octubre. Los enfrentamientos entre milicias en la vecina Sabrata –a 15 kilómetros al este– provocaron la huida masiva de los refugiados de varios centros de detención, así como la de aquellos que esperaban allí a que las condiciones del mar permitieran realizar la travesía en patera. Llegaron a Zuwara caminando por el arcén de la carretera.

«Les tenemos que asistir porque son seres humanos, pero al hacerlo ponemos en peligro nuestra propia supervivencia porque apenas tenemos medios para nosotros», subraya Bensasi, recordando que la mitad del presupuesto municipal es «para defensa», y también que Zuwara, y Libia, no son ni origen ni destino de los migrantes, sino un «simple punto de paso».

No fue siempre así. En 2010, Europa iba camino de normalizar sus relaciones con Libia, no sólo por el interés en sus reservas de gas y petróleo sino también por el deseo de varios estados europeos de transferir el control migratorio al país magrebí. Cuando se cumplen seis años del linchamiento de Muamar Gadafi, en Libia existen tres gobiernos sobre el papel, pero son en torno a 2.000 las milicias que ostentan el control real sobre el terreno. O lo que es lo mismo: Bruselas ya no tiene un interlocutor para gestionar un éxodo masivo hacia Europa que parece no tener fin.

Según datos de Naciones Unidas, más de 100.000 individuos han llegado a Europa desde Libia en lo que va de año. Si bien las cifras son inferiores a las de 2016, Europa sigue intentando externalizar sus fronteras a través de proyectos que pasan por entrenar cadetes de una flota libia que carece de un mando central, o financiar a redes del tráfico para que interrumpan su actividad y la de otras similares. Ese fue el principal detonante de los enfrentamientos en Sabrata el mes pasado, cuando el clan al que Italia había pagado por cerrar las playas fue derrotado por otro rival, que contaba con el respaldo del Gobierno de Tobruk.

«Distribución universal»

La marea de migrantes y refugiados sacude a la pequeña Zuwara por el este y el oeste; por el sur, e incluso desde el mar. La de los cuerpos arrastrados hasta la costa es una noticia radiada casi a diario en Libia, sólo varían los números y la localización. Desde casas aún marcadas por la guerra; desde taxis destartalados o cafeterías donde se sirve el mejor café italiano, los libios muestran su empatía chasqueando tres veces la lengua contra el paladar.

En Zuwara van mucho más allá. En el edificio del Comité de Emergencia de la ciudad, Sadiq Jiash, miembro fundador, dibuja sobre un folio la distribución que tendrá el nuevo cementerio para aquellos que devolvieron las olas. Está ilusionado.

«Tendrá una distribución universal, en grupos de 100 en un terreno de 18 hectáreas que nos ha cedido el Ayuntamiento», explica el voluntario, sin levantar la vista de su borrador. Si bien son buenas noticias, Jiash reconoce sentir vergüenza por cómo se han enterrado los cadáveres hasta hoy. Han sido 80 en los últimos cuatro días, que se suman a los más de 2.000 en el cementerio improvisado de la playa. Sadiq Jiash se ofrece a llevarnos.

«En 2014 encontramos 108 cadáveres. En un principio los quisimos enterrar en el cementerio, pero mucha gente se quejó porque algunos no eran musulmanes. Decían que no podían mezclarse unos con otros», recuerda Jiash, mientras conduce hacia el oeste en un vehículo de la Media Luna Roja. Jiash recuerda que también se barajó la idea de sepultar los cuerpos en zonas deshabitadas a las afueras de la ciudad. Pero en Zuwara la tierra útil escasea, y pertenece a campesinos que no quieren ver cadáveres en sus huertas.

«Ninguno estaba dispuesto a ceder sus terrenos, pero tampoco se les podía culpar», lamenta Jiash, sin quitar la vista de una carretera rectilínea que muere en la frontera de Túnez. Jiash levanta el pie del acelerador para que podamos ver desde el coche los restos arqueológicos únicos de una ciudad púnica y romana descubierta en 2001. Puede que se trate de la mismísima Pisindon, pero es algo que nunca sabremos porque fue ya saqueada antes de que se pudiera llevar a cabo ninguna excavación. Algo parecido pasó con la fortaleza otomana a nuestra izquierda, a la que un inusual pero fallido intento de restauración había desprovisto de forma y alma.

103 cadáveres «bajo nuestros pies»

Apenas son 20 kilómetros de trayecto, pero que resumen más de 2.000 años de historia libia hasta nuestros días, acabando justo en una planta química levantada por Gadafi y desahuciada tras la guerra de 2011. Jiash para el coche a unos 300 metros de aquel complejo de cisternas y chimeneas que, dice, es el responsable directo de la elevada casuística de cáncer en Zuwara. Mientras se espera a un estudio científico que probablemente nadie conduzca jamás, el mercurio que sigue escupiendo ese monstruo de óxido seguirá envenenando el agua, los peces y la sangre de la gente.

El área a su alrededor se asemeja a una huerta en la que sólo crecen ladrillos. Son las «lápidas» de más de 2.000 desgraciados a los que el mar ha arrastrado sin vida hasta la playa.

Jiash dice echar en falta un muro alrededor y un guarda, aunque ni siquiera así cumplirá los requisitos más básicos de un cementerio. «No podemos dejarlos aquí de forma permanente porque es una zona muy cercana a la costa y el mar acabará por sacarlos a la superficie. Además, cuando llueve luego encontramos agua a 40 centímetros y esto se llena de perros atraídos por el olor», explica el voluntario. Por supuesto, no hay ataúdes, y casi nunca bolsas de plástico con las que aislar los cuerpos. Tampoco hay señalización de las calles de este cementerio improvisado, ni marca alguna en los ladrillos porque nadie conocía sus nombres. Se trata de un mapa que, muy probablemente, sólo exista en la cabeza de Jiash.

«Entre esas palmeras y donde estamos ahora hay 80 cuerpos. Tuvimos que recurrir a fosas comunes porque no teníamos medios», explica antes de invitarnos a seguirle sin pisar las tumbas de los que sí cuentan con un ladrillo propio. El voluntario parece esforzarse en honrar la memoria de aquellos náufragos desconocidos recordando cifras exactas: 43 a nuestra izquierda y 21 en la parcela anexa; 19 mujeres un poco más adelante; 10 niños enterrados en fila… Así hasta un total un total de 2.226.

Jiash no olvida las cifras, pero lamenta no poder hacer más. Lo repite hasta tres veces antes de señalar que 103 es el número exacto de cadáveres «bajo nuestros pies».

 

Europa y África buscar reforzar su cooperación para frenar la inmigración

Los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea (UE) y de la Unión Africana (UA) se reúnen desde ayer en Abiyán, la capital económica de Costa de Marfil, para reforzar su cooperación en materia de inmigración y seguridad a través de la creación de empleo juvenil y el desarrollo socioeconómico del continente africano.

La reunión, la primera que se celebra en un país subsahariano y que concluirá hoy, se dirige a la juventud africana con la esperanza de brindarles un futuro mejor en el continente y evitar que partan hacia Europa.

La creación de empleo, sobre todo para mujeres y jóvenes, será uno de los objetivos para el continente africano, pues el 60% de la población tiene menos de 25 años y más del 31% de los jóvenes africanos no encuentra trabajo.

El bloque europeo busca en esta cumbre afianzar su posición en África y para ello lanzará un plan de inversiones con el que pretenden movilizar 44.000 millones de euros, principalmente del sector privado. Atraer la inversión privada resulta clave ante la evidencia de que ni la ayuda al desarrollo ni la inversión pública serán suficientes para atajar el enorme desafío demográfico en África, que ofrece un enorme potencial, como demuestra el hecho de que cinco países del continente se situaron entre los diez que más crecieron a nivel mundial en 2016, por encima del 7%.

También se abordará la lucha contra el «terrorismo», con la puesta en marcha de una fuerza conjunta antiyihadista, por parte de África, de los países del G5 (Burkina, Mauritania, Mali, Níger y Chad) en Mali y apoyada por Europa, pero cuya financiación es todavía insuficiente.

Este encuentro se ve ensombrecido por el escándalo de la supuesta venta de esclavos en Libia. Al respecto, el presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, denunció ayer en Abiyán la falta de solidaridad dentro de la UA, y en particular de Libia, hacia los migrantes vendidos como esclavos

La UE y la UA condenaron la presunta venta de inmigrantes subsaharianos en Libia como esclavos y dijeron que combatirán las redes de traficantes, al tiempo que instan a las autoridades libias a tomar «una acción rápida» para juzgar a los responsables.GARA