Iñaki Vigor
Elkarrizketa
Felisa Goñi
Venta de Ultzama

«Mis abuelos fueron los primeros en venir a la venta, en 1896»

«Los primeros pasos de la Venta de Ultzama se remontan a mis abuelos, que vinieron de Eugi en 1896, recién casados, para vivir y trabajar aquí. Cuando se hicieron las primeras carreteras, los ayuntamientos optaron por construir ventas en las orillas para albergar a los transeúntes, y también hacían la función de casas de postas, es decir, se utilizaban para dejar allí la correspondencia y los periódicos. Esta casa la construyó el Ayuntamiento de Ultzama con ese fin», explica Felisa Goñi desde la conocida venta del puerto de Belate.

Felisa Goñi, de Venta de Ultzama. (Iñaki VIGOR)
Felisa Goñi, de Venta de Ultzama. (Iñaki VIGOR)

Al ser un lugar de paso, numerosos viajeros paraban allí para comer y dormir, y conforme los automóviles se fueron generalizando, el número de clientes fue creciendo sin parar. Felisa Goñi ha trabajado en esa casa desde que era niña, ayudando a sus padres, y cuando cumplió 18 años asumió trabajos de responsabilidad.

«Desde el primer momento, la venta también disponía de habitaciones para alojamiento, y muchas personas se quedaban aquí a dormir. La carretera de Belate –indica Felisa- es la comunicación más rápida de Pamplona con Europa, y aquí se alojaban muchísimos europeos, sobre todo franceses, belgas e ingleses. Nos escribían por carta para reservar habitaciones, pasaban noche y luego continuaban el viaje hacia el Mediterráneo. Y a la vuelta, volvían a parar otra vez aquí».

En todo este tiempo, Felisa ha conocido a infinidad de clientes, ha hecho muchos amigos y ha vivido abundantes anécdotas. Ahora, a sus 80 años de edad, todavía no ha olvidado el día en que tuvieron que atender a una señora que dio a luz, como tampoco olvida al nutrido grupo de cazadores de Errenteria que estuvieron alojándose en la Venta de Ultzama a lo largo de más de cuarenta años. «Eran amigos de mi padre, que también era cazador, y cogían en subasta unas palomeras que están cerca de aquí. Venían unas doce o catorce personas y se alojaban durante todo el mes de octubre».

La paloma es precisamente uno de los platos preferidos de Felisa Goñi en la época otoñal. Así nos lo dice cuando le preguntamos por su menú favorito: «De primero, pediría un panaché de verduras naturales, que aquí las hacemos buenísimas, y de segundo, paloma en salsa. Para beber, una copa de vino navarro, aunque prefiero no decir la marca, y de postre elegiría dos canutillos y una ración pequeña de cuajada».

Estos dos postres, la cuajada y los canutillos, son quizás los productos más conocidos de las Ventas de Ultzama, hasta el punto de que muchísimas personas de Iruñerria se trasladan expresamente hasta allí para degustarlos a cualquier hora del día. «Los hemos elaborado siempre aquí, y lo seguimos haciendo», apunta Felisa.

Frente al hermoso caserón que alberga el restaurante, al otro lado de la carretera, también existía una gasolinera que se puede considerar histórica, ya que estuvo en funcionamiento durante 70 años. «La primera gasolinera la puso mi padre con 17 años, primero con CAMPSA, cuando era monopolio, y luego como estación de servicio. Era un atractivo importante para la hostelería de la casa, pero el mismo día que se abrió el túnel de Belate, se cerró la gasolinera», lamenta Felisa Goñi.

Hasta ese momento la Venta de Ultzama había sido un lugar obligado de paso en la ruta Iruñerria-Baztan, pero dejó de serlo cuando se construyó  la nueva carretera a través del túnel. «Aquello nos afectó tanto o más que la fuerte crisis que ha habido, pero decidimos seguir con la hostelería –agrega Felisa-. Habíamos estado cien años trabajando aquí, teníamos muchísima clientela, y pensamos que, si hacíamos bien las cosas, podíamos seguir viviendo y trabajando en la venta. Y así fue. Nos empeñamos en hacer mejor todo, en atender con más ahínco a los clientes, en seguir ofreciendo buenos productos y en potenciar esos postres que siempre nos han caracterizado y que siguen siendo muy apreciados. Además, este es un sitio muy propicio para la caza y para las setas, y eso también lo hemos promocionado mucho».

Felisa Goñi ha sido la tercera generación en la Venta de Ultzama, donde ahora continúan sus nietos. También sus hijos estuvieron trabajando allí, pero optaron por trasladarse a Iruñerria y abrir el hotel Castillo de Gorraiz. A todos ellos, hijos y nietos, Felisa ha transmitido su espíritu emprendedor y su deseo de agradar a los clientes. «Hemos disfrutado mucho porque hemos visto disfrutar a la gente, comiendo bien y estando aquí a gusto», resume Felisa tras toda una vida dedicada a la hostelería.