No es una resaca electoral cualquiera. No es la que acostumbra a sufrirse tras una campaña ordinaria de dos semanas. Viene, como mínimo, del desgaste acumulado durante cuatro meses y amenaza con sumir la política catalana en una hibernación navideña que todos agradecerán y que solo el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena parece dispuesto a importunar. Ayer, un día después de la indiscutible victoria independentista, se confirmó un paso más hacia una causa general contra el soberanismo con la imputación de seis personas más: Artur Mas, Marta Rovira, Anna Gabriel, Mireia Boya, Marta Pascal y Neus Lloveras. No dejen de leer el trabajo de Alberto Pradilla en las próximas páginas.
Por lo demás, prácticamente nadie se salió del guión previsto. La prensa internacional leyó los resultados en términos plebiscitarios y, sin apenas excepciones, destacó el triunfo del independentismo. Por contra, la caverna española encumbró la victoria de Ciudadanos, cuya candidata, Inés Arrimadas, no gobernará. Tiene que ser duro consumir alguna de las principales cabeceras madrileñas y comprobar, de golpe, que la realidad tiene poco que ver con todo aquello que te habían prometido. La prensa catalana, más plural, repartió amores entre la mayoría soberanista y Ciudadanos.
Tampoco hubo sorpresas en la arena política. El principal triunfador de la noche, Carles Puigdemont, pidió al principal derrotado, Mariano Rajoy, sentarse a negociar. Pueden imaginarse la respuesta. «Estoy dispuesto a encontrarme con el presidente Mariano Rajoy en Bruselas o en otro lugar de la Unión Europea que no sea el Estado español», fueron las palabras del president, que recordó que todavía pende sobre él una orden de detención.
Los próximos pasos que intentará Puigdemont parecen claros: instar al Gobierno español a que fuerce a la Fiscalía a retirar los cargos contra los dirigentes independentistas, restituir el Govern fulminado vía 155 y sentarse a negociar una salida con Rajoy. Pero igual de clara parece la improbabilidad de que así vaya a ocurrir. Por al menos dos motivos: porque el proceso ya está en el resbaladizo terreno judicial y porque Rajoy no tiene ninguna intención de intentar echar el freno.
El presidente del Gobierno español apenas se refirió al descalabro de su partido en Catalunya, donde solo consiguió tres diputados –todos ellos en Barcelona–, queda relegada a última fuerza y no podrá formar grupo parlamentario propio. No faltó quien especuló con la posibilidad de decisiones drásticas por parte de Rajoy, pero ni mucho menos. El presidente español, que ayer perdió a su jefe de gabinete –Jorge Moragas se va a la ONU–, hizo gala de su proverbial inmovilismo y no reculó un milímetro. Su única concesión fue admitir que tendrá que «hablar con quien ejerza la presidencia de la Generalitat», pero siempre «bajo el imperio de la Ley». Defendió en todo momento el modo en que se ha aplicado el 155 y se mostró «abierto a normalizar la situación si no se adoptan decisiones unilaterales». En el terreno del realismo mágico, consideró que el independentismo «ha ido perdiendo apoyos» y recordó que para hablar con Puigdemont tendrá que «ser elegido, tomar posesión y estar en condiciones de hablar conmigo». Medidas de gracia, por supuesto, ni una.
Ni rastro del batacazo de su partido, al que sí se aferró con fuerza Ciudadanos, cuyo líder, Albert Rivera, repitió el mensaje del jueves: «Rajoy no tiene proyecto para España». El precio que el PP pagará en el Estado por los resultados del jueves está todavía por fijar. En el partido naranja, ayer optaron por fiarlo todo a que el independentismo sea incapaz de alcanzar un acuerdo.
Esquerra, por la restitución
Pero no parece que vaya a ocurrir. En Esquerra siguieron dando síntomas de noqueo ante un resultado que, evidentemente, no esperaban, pero admiten ya que el próximo paso debe ser la restitución del Govern. Es decir, la investidura de Carles Puigdemont. Albergan, además, la esperanza de que Llarena pueda decretar la libertad provisional de Junqueras, al que ha citado para el 4 de enero. Pero mejor no adelantar acontecimientos.
«No contemplamos alternativas, vamos a ser leales a lo que han decidido los ciudadanos y el resultado dice que nos concentremos en ello», respondió la número dos del partido, Marta Rovira, al ser preguntada sobre la investidura de Puigdemont. «Hay que trabajar para que esta posibilidad sea real», añadió una Rovira que no quiso valorar su imputación, recordando que «ahora es la hora de la política, la resolución de esta causa que sale de las urnas debe ser por vía política y democrática; Rajoy no puede continuar escondiéndose detrás de jueces y fiscales».
También la CUP se mostró dispuesta a participar en un gobierno de concentración siempre que sirva para avanzar hacia la implementación de la República, aunque al PDeCAT le faltó tiempo para rechazar la idea. La relación del president con su partido es una de las grandes incógnitas que marcará las próximas semanas.
Inbestidurarako atzerako kontaketa, rajoy-ren esku:
Urtarrilak 23
Parlamentu berria osatzeko osoko bilkuraren data Mariano Rajoyren eskuetan dago, Generalitatearen erantzule nagusi bezala, baina legez, beranduenez urtarrilaren 23rako deitu beharko du.
Otsailak 6
Beranduenez 10 egun beranduago eginen da presidente berri bat aukeratzeko lehenengo saioa Parlamentu berrian. Lehenengo bozketan gehiengo osoa behar du, baina bigarren saiakeran gehiengo soila aski izanen da. Ezinezkoa suertatuko balitz presidente berri bat aukeratzea, bi hilabeteko epea irekiko da, zeinean behar bezainbeste saiakera egin daitezkeen.
Apiril hasiera
Bi hilabetetan presidenterik izendatzen ez bada, legealdia bertan behera utzi eta hauteskunde berrietara deitu beharko dute. Hala gertatuko balitz, 155aren aplikazioak bere horretan jarraituko luke.
Maiatz bukaera
Hauteskunde berriak eta kronometroa berriz zeroan. Zazpi urtean bosgarren hauteskundeak lirateke.