No lo hizo con la fórmula más diáfana posible, pero ayer ERC se comprometió a apoyar la candidatura de Carles Puigdemont a la Presidencia a cambio de la elección de Roger Torrent como sucesor de Carme Forcadell al frente del Parlament. El escueto comunicado fue el siguiente: «Los grupos parlamentarios de Junts per Catalunya y Esquerra Republicana de Catalunya han llegado al acuerdo de votar la candidatura de Roger Torrent a presidente del Parlament de Catalunya. En la línea de restitución de las instituciones, también han acordado dar apoyo a la propuesta de candidato a la presidencia de la Generalitat de Catalunya de Junts per Catalunya, el Molt Honorable President Carles Puigdemont».
¿Quiere esto decir que, definitivamente, Carles Puigdemont será investido? Según la breve respuesta del departamento de prensa de Esquerra a las dudas de los periodistas, de momento quiere decir que los republicanos aceptarán la propuesta que les llegue desde JxCat. Se entiende, por tanto, que existirá un intento para investir a Puigdemont, algo que se puede considerar un avance, ya que en los últimos días se habían multiplicado las voces que, desde ERC, pedían realismo a JxCat.
Lograr que la investidura se haga realidad, sin embargo, es harina de otro costal, ya que el Estado ya ha anunciado su oposición frontal a un nombramiento a distancia. El desenlace se conocerá, a más tardar, el 31 de enero, fecha tope para la celebración de la primera sesión de investidura.
Esa jornada será, probablemente, la primera prueba de fuego a la que tendrá que someterse la nueva Mesa del Parlament, que será elegida hoy a partir de las 11.00. De momento, ayer a la tarde supimos que, si no hay sorpresas, estará encabezada por el diputado electo de ERC y alcalde de Sarrià de Ter (Girona), Roger Torrent.
Esquerra se ha decantado, por tanto, por un perfil joven –será el presidente más precoz de la historia del Parlament– y de partido –tiene el carnet desde los 21 años– para encabezar un órgano clave a la hora de interpretar el reglamento del Parlament. Un arte que fue crucial en el camino que, la pasada legislatura, desembocó en el referéndum del 1 de octubre, por el cual los miembros de la anterior Mesa –y especialmente Forcadell– afrontan graves procesos judiciales en el Supremo.
Mayoría asegurada
El pleno de hoy, primero desde la aplicación del 155, llega con la incógnita sobre el voto de los tres diputados encarcelados y los otros cinco exiliados. Todos ellos han jurado ya la Constitución por imperativo legal para poder tomar el acta de diputado. El juez del Supremo Pablo Llarena, al denegar el permiso a los electos encarcelados, señaló que la Mesa podría habilitar el voto por delegación; es decir, que los diputados presos podrán, probablemente, delegar su ejercicio de voto en otro parlamentario de su grupo. No está tan claro que ocurra lo mismo con los exiliados, ya que Moncloa quiere impedir cualquier resquicio a la investidura a distancia, por lo que anunció que recurrirá inmediatamente la delegación de voto ante el TC.
Pase lo que pase, si no hay sorpresas a última hora, el independentismo tiene garantizado el control de cuatro de las siete sillas de la Mesa del Parlament, ya que incluso con ocho diputados menos (serían 58 sin la CUP) seguirían en disposición de superar los 57 diputados de C’s, PSC y PP. El bloque del 155 necesitaría a los Comuns para culminar el pucherazo, pero los de Xavier Domènech se han negado.