Javier Hernández “Boni” nace el 5 de enero del 63 en el barrio del Ensanche en Iruñea. Buscando un puñado de tranquilidad se traslada en el 97 a Zulueta, un pequeño pueblo cerca de la ciudad. De jovenzuelo toca en Némesis, hasta que con 19 años debuta en el rastro de La Txantrea con Barricada un 18 de abril de 1982. El 1 de octubre de 2013 Boni anuncia que deja Barricada, ciclo cumplido. La banda se despide el 23 de noviembre en el Pabellón Anaitasuna. Boni ya grabó un primer disco en solitario en 1992 titulado “Peligroso animal de compañía”, con buena repercusión, e “Incandescente” en 2015 y prolonga su apuesta con “Réquiem por el mundo”, de este año. Boni tiene tantos hijos con discos en solitario: «Julen, de 20 años; Erik, de 16 e Ibai de 14: «Es el más pequeño de edad, pero de altura nos pasa las cabezas a todos. Y como en las nuevas generaciones, su pulso musical va por otros derroteros, los míos no iban a ser diferentes. Les gustan algunas cosas de lo que hago e incluso han sentido algún interés por aprender a tocar, pero pasajero. Aunque nunca se sabe… Yo aspiro en su beneficio, que lo que hagan sea por gusto, cosa difícil en estos tiempos».
En cuanto a su alías explica: «En casa éramos cinco hermanos, yo el tercero, el segundo Bonifacio. Él jugaba en un equipo de fútbol en Iruña, llegando prácticamente hasta juveniles o regional, no recuerdo con exactitud, teniendo un cierto rango deportivo en el club. Con ocho años entré en el mismo equipo por recomendación de mi hermano, todos se dirigían a mí como el hermano de… y, claro, de tantas veces, un compañero de colegio se quedó con la copla y me dijo directamente, 'sabes que te digo, que desde ahora te voy a llamar Boni', sin darme cuenta fue adhiriéndose el mote y hasta hoy. ¡Por el momento no me ha reclamado ningún derecho!
Boni fue la voz áspera y crispada de Barricada, el contrapunto estilístico o el mutuo complemento a El Drogas. Y en ese tono presenta su nuevo álbum, un timbre que en un segundo delata a su autor. Con ese raspa canta la directa “Lobo malherido”, canción rockera que abre disco de manera impecable. Impulsados por la sección de ritmo, guitarra rítmica y solista se lanzan por calles con olor a rock.
«Los solos son todos de mi factura exceptuando ‘El erizo’, que es ejecutado por Rosendo Mercado y con letra de Kutxi Romero. En ‘La trinchera’ el solo final, es de Jagoba Ormaetxea», detalla Boni, quien precisa que las partes del disco que más claro tenía eran precisamente las letras, las melodías y, las guitarras. «Siempre se acaba perfilando o puliendo en la grabación, añadiendo detalles que se ven con más claridad, pero el guitarreo estaba más que ajustado».
Boni destaca el trabajo de Ormaetxea con el que ha producido el disco: «Ha sido una pieza fundamental para que ‘Réquiem’ suene como la hace. Hemos coincidido en muchas cosas y eso facilitó el proceso. Él tenía ganas de trabajar con estas canciones y su predisposición se nota».
Rock urbano vs. rock
No importa aceptar que sea un disco de rock urbano, de hecho ahí están las colaboraciones de Rosendo Mercado, Kutxi Romero y Pedro de La Fuga, pero se percibe más próximo al rock que a cualquier otra posible acotación. “Chulo” es una canción de estribillo invencible y ágil y resuelto punteo anunciado por el propio Boni en la letra. Tono rockero sobre el que surge la densa voz del bardo de Berriozar Kutxi Romero. Es un single. Kutxi también aporta coros en “El erizo”, canción donde Rosendo suelta un impecable solo de nuevo sobre una rítmica que fascina. «Arrancó una púa al animal y nos pinchó un solo para quitarse el sombrero», afirma Boni.
“La trinchera” es otro de los cortes sobresalientes del disco, con unas intervenciones de guitarra solista originales, punzantes y melódicas. “En su boca como el hielo” es trallera, fluye a saco, puede recordar a la contundencia de unos Koma, se matiza con otro solo emergente de guitarra; algo similar ocurre con el trayecto de “Legajos”, de sobria intensidad. Otro corte que se eleva sobre el todo es “Esclavitud”, una balada tan sensual como mortífera. Es una de las mejores composiciones del disco, una canción de mechero, aunque ya sean tan raros como un tira de semáforos coordinados. Estaría en uno de los discos de baladas de Scorpions.
El álbum se cierra con “Réquiem por el mundo”, otro de los pilares base de esta entrega, una composición brillante, excelsa, y donde Boni aprovecha para hablar de todas las vergüenzas de esta sociedad, incluida la censura a músicos. El resultado por melodía, ritmo y estribillo es impecable. Otro hit. «Quería aportar un potente final, eso es definitorio, con la esperanza de que después de un réquiem, vuelva a salir el sol, intencionado totalmente».
De single en single
«Me costó meterme en materia–argumenta Boni–, principalmente porque lo que me preocupaba en ese momento era afianzar la banda para el directo, pasar de la formación cuarteto a trío requería sus ajustes, selección musical y, sobre todo, tiempo, aunque ya pululaban ideas de lo que ahora son las nuevas canciones. Una vez conseguido este primer paso, comencé a finales de 2016 a componer ‘Réquiem por el mundo’. Traté cada canción, efectivamente, como si de un futuro single se tratara, buscando estribillos y melodías que me resultaran efectivas y, sobre todo, nada forzadas. Como referencia tenía detrás “Incandescente” y quise que se diferenciara, que lo nuevo tuviera más color y brillo sonoro, con ese propósito de cambio me tomé estos diez temas».
«Componiendo disfruto mucho, pero necesito dedicarme de pleno y me atrevería a decir que con obsesión para que surjan las ideas y arreglos. Conseguido lo que considero importante en una canción las dejo reposar para luego darles el hachazo final, que es uno de los mayores placeres», destaca Boni.
Las letras pican en el tintero entre la ensoñación y lo reinvindicativo. Quizá la búsqueda de un equilibrio emocional. «Posiblemente sí, aunque no lo hago con premeditación. Me gusta entremezclar esos dos mundos, el soñador y el reivindicativo creo que van de la mano. Si no son sueños imposibles o excesivamente utópicos se pueden reivindicar, pero siempre con los pies en el suelo».
Cabe precisar que la parte más poética son pura intimidad. «Sí, intimidad, pero paradójicamente al mostrarlo a los cuatro vientos deja de ser tema reservado que aireas con tus canciones para que todos tengan acceso a lo más profundo de lo que ronda por tu cabeza. Cuido no ponerme excesivamente transcendental, procuro ser material digerible».
No ha transcurrido tanto tiempo desde la publicación de “Incandescente” por lo que Boni ha pasado por una buena racha emocional: «Es cierto, me he encontrado en un momento bastante prolífico que espero dure y dosifique; pero ya sabes, eso va por rachas que aprovecho cuando las tengo enfrente. No negaré que pueda influir, tanto para bien como para mal, el estado de ánimo, pero no ha sido el caso. Me tomo con intensidad el ponerme a construir una idea desde cero. Si me da la ‘depre’ no tendría ganas siquiera de coger la guitarra. A mí me hace funcionar estar muy arriba y seguro».
Y ocupado: «Sí, desde que empecé con “Incandescente” prácticamente no he parado, pero suelo darme un respiro por pequeño que sea para estar con la familia, por salud y coger un poco de oxígeno para afrontar nuevos envites. Aunque, a decir verdad, siempre me gusta estar haciendo algo, si no es por un asunto musical, tengo gente y casa como para que no se acaben los quehaceres nunca», afirma Boni.
Trabajo previo
Como veterano bien entrenado Boni prepara las canciones a conciencia, no va al estudio a indagar o a especular: «Así es, lo hice en ‘Incandescente’, aunque empleé más tiempo en horas que lo invertido en este ‘R.P.M.’ y me refiero a las horas de estudio en la grabación, porque cuanto más preparado y claro tengas todo, con el trabajo bien formado desde casa o el local de ensayo, el parto será más rápido. Por eso el trabajo previo es muy importante y vital. Eso de eternizarte en un estudio, aparte de inviable en mi caso, es un desgaste inútil».
La producción del disco la ha compartido con el todoterreno Jagoba Ormaetxea en su estudio We Are Taom de Bilbo: «La producción, como en el anterior, la he hecho a medias con quien pilota los mandos, en este caso Jagoba Ormaetxea. La particularidad de Jagoba es que además de ser un músico excelente y variado, controla, a mi modo de ver, muy bien el medio en el que se mueve, con gusto muy sutil y que a mi estilo le ha dado frescura, vamos que me ha rejuvenecido ¡je, je! He disfrutado mucho trabajando con él».