En el verano de 2008, Juan José Ibarretxe era aún lehendakari, e Iñigo Urkullu, presidente del partido. Este último hizo una confesión a la periodista María Antonia Iglesias, ya fallecida. Urkullu le dijo: «Mi relación con Ibarretxe la vivo con muchas dificultades. Hay muchos días en los que tengo que hacer actos de fe para que sigamos unidos y tengamos una mínima cohesión para salir dignamente de esta situación de cara al futuro».
La entrevista fue publicada poco después, en el libro ‘Memoria de Euskadi’. Era enero de 2009, poco antes de que se celebraran las elecciones autonómicas, que Ibarretxe ganó, pero que, debido a la ilegalización de la izquierda abertzale, permitieron un gobierno de Patxi López, con el apoyo del PP. La pesadilla de Urkullu de los periodos de Lizarra-Garazi o del Plan Ibarretxe quedaban atrás.
Urkullu ha hecho gala de mostrarse toscamente sincero, visiblemente molesto si considera que su cargo de lehendakari no queda en el lugar que debe, o que él cree que debe. Así ha sido, por ejemplo, con los mediadores internacionales, a los que ha reprochado durante estos años ser unos ingenuos y estar manipulados por la izquierda abertzale. Su descontento lo ha llegado a hacer público, mientras los agentes internacionales continúan tirando de diplomacia y agradeciendo a Urkullu su colaboración. Lo volvieron a hacer ayer en Ginebra.
El lehendakari piensa que con el presidente de la Mancomunidad de Ipar Euskal Herria le ha salido una china en el zapato, y así lo ha expresado públicamente en el final de ETA, y lo ha hecho precisamente donde puede tener mayor eco, en el diario ‘Sud-Ouest’.
En la entrevista publicada en el principal periódico que se distribuye en Ipar Euskal Herria, Urkullu sentencia que es falso que no se pudiera realizar una conferencia como la de Kanbo en la Comunidad Autónoma Vasca.
«Aiete, el punto de partida, fue aquí. ¡Estábamos listos! Pienso que Jean-René Etchegaray desconoce algunas cifras: ETA mató a cinco personas en Francia, 850 aquí con consecuencias sociales y políticas que están mucho más presentes diariamente. Nuestro gobierno administra un presupuesto de 11 mil millones de euros con tres ámbitos administrativos que dependen de él. Hay sin duda tres presidentes de colectividad, una en Francia, Navarra y el País vasco, pero hay solo un lehendakari, y sin falsa modestia, está aquí», ha dicho Urkullu, para conclucir que «lo importante es el fin de ETA pero es aquí, sobre los lugares donde se sufrió, donde habría debido producirse».
En la reunión celebrada en Arkaute los días previos al desarme del 8 de abril de 2017, Etchegaray intentaba que Urkullu, y Barkos, acudieran a los actos institucionales previstos para la jornada. Urkullu le llamó ingenuo. Consideraba que, como los mediadores internacionales, le estaba haciendo el caldo gordo a la izquierda abertzale. Urkullu sí estuvo en Aiete, como presidente del PNV, pero luego se ha ido borrando de las principales citas, la del desarme y la del fin de ETA. Incluso ha confesado en privado que también en Aiete se sintió muy incómodo.