Treinta y cinco de los fallecidos fueron enterrados ayer, y otros 25 han sido sepultados hoy, con vecinos y amigos transportando a los cementerios los cuerpos a hombros, envueltos en sábanas blancas como es tradicional en el Islam, además de en banderas verdes de Hamás, amarillas de Fatah o negras de la Yihad Islámica.
El más emotivo ha sido el entierro de la bebé de ocho meses Laila al Gandor, muerta esta noche por la asfixia producida por los gases lacrimógenos lanzados por el Ejército israelí contra las protestas, a las que la llevó su madre, de 18 años.
La abuela de la pequeña, también llamada Laila, ha explicado que «vamos todos los viernes (a las protestas), no faltamos. Ellos (su hija y el padre) se acercaron demasiado y lanzaron los gases. La niña estaba asfixiada e intentaba respirar pero ya no podía. Murió de camino al hospital».
Fadel Sheij Jalil, padre de la fallecida Wisal Fadel Sheij Jalil, de quince años y una de los ocho menores muertos ayer, ha denunciado que los soldados israelíes «son unos criminales. Han matado a mi hija, que no les hizo nada y no suponía ningún peligro o riesgo para los tiradores que la asesinaron. Matar a mi hija es un gran crimen y espero que un día pueda denunciar al soldado que lo hizo. ¿Cual era su culpa?. Fue a los campos del retorno a mirar y, mientras miraba, la mataron».
Saed Abu Sallah, padre de otro de los adolescentes fallecidos, Sadi, se ha pronunciado en los mismos términos y ha remarcado que «los judíos solo entienden el lenguaje de los crímenes y el terrorismo. Mi hijo ha muerto por Jerusalén. Nuestro pueblo no parará de luchar hasta que les venzamos y recuperemos nuestros derechos».
Los comercios, escuelas, universidades e instituciones estaban hoy cerrados en la franja de Gaza, al igual que en Cisjordania, por la conmemoración de la Nakba y el duelo nacional decretado por los fallecidos.