La imagen de presidente por accidente de Pedro Sánchez quedó remarcada ayer en su primer día como mandatario del Gobierno español. Una mañana que debía haber pasado en Landako de Durango, en el Día de la Rosa del PSOE, pero que en realidad vivió con cierto nerviosismo en el Palacio de la Zarzuela de Madrid, donde tomó posesión del cargo ante el Rey y demás autoridades del Estado.
El acto estuvo caracterizado por una frialdad muy llamativa. Más allá del ambiente marcadamente burocrático de la ceremonia, la seriedad en los rostros de los encargados de traspasar el poder a Sánchez denotaba que el PP necesitará tiempo para digerir esta auténtica patada-exprés a Rajoy.
Absolutamente hieráticos se mostraron la presidenta del Congreso, Ana Pastor, que ya el viernes reflejó su incomodidad con la primera victoria de una moción de censura en el Estado español; el del Senado, Pío García-Escudero; los presidentes del Tribunal Constitucional, Juan José González Rivas, y del Tribunal Supremo y Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes; y el ministro de Justicia hasta la fecha, Rafael Catalá, que ofició de notario mayor del Reino. Y tampoco pareció más cómodo Felipe de Borbón. Hoy se cumplen exactamente ocho meses del discurso en que el monarca español declaró la guerra al independentismo catalán, y resulta que de golpe y porrazo los votos de los soberanistas catalanes y vascos han cambiado la Presidencia española.
El simbolismo tiene fuerte peso en estos actos, así que los medios subrayaron mucho el hecho de que por primera vez un presidente del Gobierno tomara el cargo ante la Constitución pero sin presencia de la Biblia y del crucifijo.
Hay que matizar que esta posibilidad no se abrió hasta 2014, por lo que posteriormente Rajoy había sido el único que había podido renunciar a usarla. «Prometo, por mi conciencia y honor, cumplir fielmente con las obligaciones del cargo de presidente del Gobierno, con lealtad al Rey, y guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del Estado, así como mantener el secreto de las deliberaciones del Consejo de Ministros», enunció Sánchez ante la Constitución abierta.
Gobierno monocolor total
A día de hoy, Pedro Sánchez solo sabe que tiene oposición: la del PP y Ciudadanos, conjurados ya para ello desde el viernes. No cuenta con mayoría parlamentaria, dado que sus 84 diputados ni siquiera suman la mitad de la cifra necesaria para sacar adelante cualquier votación. Tampoco dispone de gobierno, cuya concreción tardará varios días. Y por no tener, ni tiene casa; ayer pasó por La Moncloa para conocerla en detalle, pero de momento no se instalará ahí, entre otras cosas porque Rajoy y los suyos necesitarán tiempo para vaciarla, cuando daban por seguros dos años más de estancia.
A falta de discurso del nuevo presidente, fue la portavoz del PSOE en el Congreso de los Diputados, Margarita Robles, la que confirmó que Sánchez no contempla otra cosa que no sea un ejecutivo compuesto exclusivamente por miembros de su partido. Después de que el líder de Podemos, Pablo Iglesias, se abriera a entrar en el Gobierno y que también tendiera la mano Compromís, Robles zanjó el asunto: «No, no, no –respondió a estas demandas–. Creo que ha quedado clara la posición del señor Sánchez. El dijo que iba a hacer un Gobierno socialista, un Gobierno en minoría», señaló en entrevista a la Cadena Cope.
Robles apunta como clara candidata a ocupar un ministerio, después de que ya fuera la número dos de Interior en el equipo de Juan Alberto Belloch en la etapa final de los gobiernos de Felipe González (especialmente recreada posteriormente ha sido su visita a los cuarteles de Intxaurrondo en la que presuntamente tuvo un rifirrafe con el general Rodríguez Galindo). Suenan también con fuerza José Luis Ábalos, secretario de Organización y mano derecha de Sánchez; Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE y parte igualmente del núcleo duro del nuevo presidente; o Carmen Calvo, que negoció con el PP la aplicación del artículo 155 en Catalunya.
En las quinielas figuran también personas que ya gobernaron con el PSOE en los años 90, como Jordi Sevilla para Economía o Josep Borrell para Exteriores. Se da por seguro que habrá algún ministro o ministra del PSC. Y en cuanto a los vascos, Odón Elorza se descartó ayer expresamente pero dio a entender que Patxi López sí tiene amplias posibilidades de asumir alguna cartera.
Antes de definir los nombres del Gabinete, Sánchez tendrá que presentar un decreto con el organigrama por el que opta. Ahí se empezará a ver hasta qué punto la decisión de asumir los presupuestos de derechas validados por PP, Ciudadanos y PNV lastra su acción de gobierno, ya que al parecer Sánchez desearía un ministro específico de Igualdad pero se topa con la evidencia de que no tendría una dotación presupuestaria acorde.
El PP se revuelve
Una consecuencia colateral de este vuelco es la batalla abierta por el PP no solo contra el PSOE, sino también contra Ciudadanos, al que acusa de haber dado munición a esta moción de censura por sus cargas contra la corrupción y Rajoy. El secretario general del grupo parlamentario, José Antonio Bermúdez de Castro, habló ayer de «intento de humillación» por parte de ambas fuerzas y les respondió que el PP «no se arrodillará».
La evolución de los acontecimientos permite concluir que ante la imposibilidad de frenar la moción el PP ha optado por una retirada táctica a sus cuarteles a la espera de poder recuperar el poder en 2020... o antes.