Una travesía en la que importa más el calado que la corriente
Gure Esku Dago afronta un reto de igual tamaño que el de 2014, aquel que asombró a propios y extraños, pero hoy lo hace dueño de un bagaje que lo ha enriquecido y empoderado. Desde aquel 8 de junio mágico ha normalizado un debate áspero, pero aún le quedan etapas por quemar y retos pendientes. En este reportaje los abordamos, sin olvidar que este movimiento es más sirimiri que tormenta, y que cuando inició su viaje sabía que importa más la profundidad de las aguas que su bravura.
En 1952, John Ford dirigió “The Quiet Man” (“El hombre tranquilo”), una película protagonizada por John Wayne en el papel de un boxeador que regresa a Irlanda para recuperar su granja y, de paso, superar un pasado atribulado en Estados Unidos. Es un filme de culto que nada tiene que ver con la cadena humana que hoy van a conformar decenas de miles de personas entre Donostia, Bilbo y Gasteiz, pero su título recuerda a la transformación del paisaje social que se está produciendo en este país de la mano de Gure Esku Dago. Llamémoslo tranquilo, sosegado, sereno o amable; cualquier adjetivo sirve para definir el modo en que esta iniciativa popular ha logrado que un debate que hasta hace dos días era bronco haya calado con naturalidad en nuestra rutina.
La cadena humana de 2014 entre Durango e Iruñea rompió, primero, previsiones de asistencia, pero también moldes y barreras, y a partir de ahí se ha producido una transición desde la visceralidad a la racionalidad. «Estamos demostrando que las consultas no dividen ni fracturan a la sociedad. Lo que divide y crispa es la falta de valores y de cultura democrática», señalaba Angel Oiarbide en una entrevista publicada en GARA el 14 de mayo. Así es y así se ha insistido desde GED todos estos años, pero este reportaje busca ir un poco más allá y señalar no solo hitos y logros, que son muchos, sino también los retos pendientes en un camino donde aguardan varias metas volantes.
¿Qué lugar ocupa y qué incidencia tiene? Y para comenzar introducimos un elemento a examen: que el debate sobre el derecho a decidir se haya atemperado está bien pero, realmente, ¿qué lugar ocupa ahora ese debate entre las preocupaciones de la ciudadanía vasca? Porque si la falta de crispación es un elemento positivo, el desinterés no lo sería en absoluto. Y sobre este asunto tenemos opiniones para todos los gustos.
Por ejemplo, la de Braulio Gómez, doctor en Ciencia Política y Sociología por la Universidad Complutense e investigador en la Universidad de Deusto, quien no tiene reparo en señalar que «a día de hoy [este tema] no está ni latente». «Analizas las preferencias, las insatisfacciones, cómo vota o cómo se moviliza políticamente la ciudadanía vasca, y está más en clave social y económica que en clave identitaria y de construcción nacional, si ésta va separada de lo económico y de lo social», expone. Añade que «para que unas movilizaciones se hagan masivas –en la conversación se citan expresamente las llevadas a cabo el 8 de marzo por el movimiento feminista o las realizadas por unas pensiones dignas– tienen que incluir a esa clase media que no suele participar más allá de las elecciones».
Ocurre, sin embargo, que las movilizaciones de Gure Esku Dago sí que han sido masivas, comenzando por la citada cadena humana de 2014, con 150.000 participantes, todo un récord, hasta las 190.000 personas que han depositado su voto en las consultas desarrolladas en los últimos años. ¿Cómo sostener entonces que este asunto no está en la agenda? Estitxu Garai Artetxe, profesora en la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV/EHU, pone en valor la capacidad movilizadora de GED, destacando que solo es comparable en los últimos años con las manifestaciones por los presos, además de la jornada del 8 de marzo y las movilizaciones de los pensionistas, pero añade que «la cuestión es hasta qué punto esas grandes iniciativas son capaces luego de condicionar la agenda política y convertirse en un tema de primer nivel».
Habría que preguntarse, por tanto, si GED está siendo capaz de condicionar la agenda política. Oiarbide apuntaba, en esa entrevista, que han logrado que «la ciudadanía esté mucho más cerca del eje sobre qué estatus político queremos para nuestro país. Estamos sintiendo además que somos capaces de sostener el debate sobre el futuro de la sociedad vasca desde los pilares de la voluntad de la ciudadanía». Braulio Gómez insiste, por contra, que «lo que ha podido incidir ese debate en la ciudadanía es muy pequeño, esa calidad del debate sobre el derecho a decidir y toda su complejidad no está». Nos hallamos ante valoraciones que divergen, diferencias de percepción que probablemente se reproduzcan en la propia sociedad sobre este mismo tema. Porque otro factor a tener en cuenta cuando se analiza el alcance de este tipo de iniciativas es cómo llegan al público y a qué público llegan.
A este respecto, Gómez afirma que «yo me puedo identificar en la calidad del debate interno que se ha hecho en GED. He leído los materiales y son de altura. Parecen materiales de un departamento de Universidad al que han encargado cuidar la calidad de la deliberación, de la información, para que sea neutral y objetiva, y para que la ciudadanía pueda, en ese marco ideal, poder con libertad mantener argumentos a favor y en contra. Para el ideal democrático ese camino está muy bien andado, tiene una robustez que he visto en pocos lugares, con la que podría sentirse identificada toda la sociedad». El “pero” llega a continuación: «Sin embargo, ese no es el discurso que está en la calle, hay una brecha brutal». Sobre este asunto, Estitxu Garai cree que «el mayor déficit comunicativo ha consistido en la dificultad para llegar a determinados ámbitos de la sociedad». «Creo –indica– que entre la gente euskaldun, tanto el nivel de conocimiento sobre GED como la receptividad hacia lo que plantea, son muy buenos, pero no se ha logrado llegar a las esferas ‘erdaldunes’. Ahí existe un ámbito sobre el que hay que trabajar».
¿Y a qué se debe esa dificultad para penetrar en esos sectores? Igor Ahedo, doctor en Ciencias Políticas y profesor de la UPV/EHU, apunta que en torno al derecho a decidir «hay dos elementos que van más allá del puramente identitario y a los que a veces no se les ha prestado atención». «Por un lado, su función como activador democrático. La preocupación –señala– no tiene por qué ser solo la dimensión cultural o étnica, sino que puede centrarse en una cuestión más democrática, de derechos». Y por otra parte, añade, «existe una cuestión que tiene que ver con las políticas públicas, con la eficacia en la política». Al respecto, cree que, por ejemplo, en la CAV para GED «puede ser difícil activar esos espacios centrados en la lógica de la democracia y de la eficacia política porque esos elementos ya están siendo subsumidos por el Gobierno vasco».
¿Cómo es posible? Ahedo explica, citando a Jon Azkune, que «el populismo en Euskadi es un populismo institucional». «GED, cuya estrategia pasaría por atraer a cada vez más sectores que no estén vinculados a la lógica identitaria, sino a las lógicas sociales y de eficacia política, se encuentra con que esos ejes los está cubriendo el nacionalismo institucional». Señala que «el nacionalismo institucional puede presentarse, por ejemplo, como un adalid democrático ante el Estado. Otra cuestión es que lo sea, porque una cosa es la valoración que se haga sobre un tema y otra es la permeabilidad que existe entre potenciales sectores que se alinearían en una dinámica de acción colectiva. Esos sectores, lo que van a visibilizar es a un PNV que, al menos desde una perspectiva simbólica, pone freno a la actitud autoritaria del Estado. Y luego, en la otra línea, la de la eficacia de las políticas, volvemos a tener al PNV y cómo se percibe lo que hace. Por ejemplo, en el tema de las pensiones. Por tanto, el populismo institucional cubre esos ejes, cortando la capacidad de extender el movimiento hacia lógicas contenciosas».
Pero entonces, ¿no ha permeado el debate sobre el derecho a decidir más allá de las capas en las que siempre ha estado presente? ¿O sí lo ha hecho? Sobre este asunto, Igor Ahedo cree que «se ha quedado a medio camino; y eso muchas veces no es por vocación propia, sino porque una cosa es el discurso que tú hagas y otra la receptividad con la que todo eso se recoge».
El papel de los medios. Seguramente, el papel de los medios de comunicación a la hora de difundir esa información tiene bastante que ver en ello. Así lo cree Estitxu Garai: «Reunir a cien mil personas es una herramienta para dar visibilidad a una demanda popular. Pero a partir de ahí, los medios de comunicación, en su sentido más amplio, son el modo que existe para que todo eso tenga eco. Gure Esku Dago ha hecho un gran trabajo en muchos pueblos para incentivar la comunicación entre diferentes personas, pero el principal escaparate son los medios, y en Euskal Herria tenemos un problema importante con los medios que más se consumen. No es solo que no le dan a GED el reconocimiento que merece, sino que, diría más, menosprecian y tergiversan su actuación». También apostilla, en todo caso, que «la dinámica no puede limitarse a momentos puntuales; darle continuidad y que la gente siga estando presente es una de las claves».
Eso mismo opina Ahedo: «La importancia de los medios será grande, pero también va a ser determinante la forma en que esas redes se conformen y cómo a nivel local se articule el derecho a decidir. Si ese derecho a decidir se hace de verdad desde una lógica de abajo arriba, partiendo de las preocupaciones locales, territoriales, se pondrán las garantías de que la ausencia del debate en los medios de comunicación se supla con el debate en el tejido comunitario y la vertebración de la sociedad civil». A su juicio, «los medios están condicionando mucho este debate, y lo están haciendo porque se están fijando en el final, que son las dinámicas del referéndum», mientras que «están obviando las dinámicas previas a esos referéndum». «Yo –valora al respecto– creo que el papel de los referéndum es sobre todo articulador y tejedor de redes».
Sobre el papel de los medios, Braulio Gómez concede que «hay algún grupo de comunicación que sí ha intentado suministrar toda esa reflexión, todo ese material», pero añade que «una parte de la sociedad para la que también estaba enfocado ese material, no lo lee». «Creo –apunta– que hay un esfuerzo de transversalidad en el material de reflexión que no se está difundiendo transversalmente, que solo se está difundiendo para una parte. Y no creo que el problema sea de esa parte, pues está muy bien que contribuya al debate público con reflexiones de calidad; el asunto es cómo esas reflexiones de calidad puedan llegar a otros medios para que se puedan sentir también cómodos».
A ese «cómo» se le puede añadir la cuestión de por qué esos otros medios no lo reflejan del mismo modo. ¿Es problema del emisor o del receptor? «No me meto en el juicio de intenciones», responde Gómez, aunque apostilla que en términos generales en el Estado español «los medios son reactivos. En otros países se abren los debates mucho antes de que explote un problema, se debate cotidianamente». «Igual que antes no respaldaban al movimiento feminista, ahora hay portadas en todos los medios. No creo que estén escondiendo la realidad, otra cosa es que no contribuyan como deberían a la calidad del debate público», concluye.
Y es que, por otra parte, a nadie le costará reconocer que en el ámbito de la comunicación social Gure Esku Dago ha mantenido desde el primer momento un lenguaje inclusivo y un mensaje siempre en positivo, buscando ser atractivo y capaz de generar complicidades. «Creo que en el tono y en el estilo han acertado de pleno, ha sido alegre e integrador», valora Estitxu Garai, que cita a modo de ejemplo el éxito cosechado por la canción con la que se presentó ante la sociedad.
El debate en el Parlamento. Hablábamos antes sobre la capacidad de las movilizaciones para condicionar la agenda política. Y ha querido el calendario que la cadena humana coincida con el debate sobre autogobierno en el Parlamento de Gasteiz. Sobre este asunto, Oiarbide valoraba en GARA que «el acuerdo al que lleguen nuestros representantes políticos se tiene que adecuar a la motivación que tienen sus representados», apostillando que «si hoy en la Cámara más del 75% de los parlamentarios está a favor del derecho a decidir, no podemos imaginarnos otra resolución que no tenga en cuenta la realidad de la sociedad vasca».
Desde otro prisma, preguntado sobre si el debate parlamentario acentuará el interés en torno al derecho a decidir, Braulio Gómez responde que «con lo cargada que está la agenda social en Euskadi y con las pocas expectativas de que pueda aparecer un consenso sobre el futuro Estatuto, sobre la nueva relación de Euskadi con el Estado español, y por las pocas ventajas electorales que puedan tener los partidos en poner como primer punto de la agenda un problema que no está entre las principales preferencias ciudadanas, no creo que se vaya a intensificar el interés o la participación». «La información que ahora van a generar las instituciones –señala– va a complejizar el tema», y eso puede ir en detrimento del debate y de las ganas de participar en él. Por contra, en este contexto, el investigador de la Universidad de Deusto sí que ve «una oportunidad para que este movimiento sea un canal de participación ciudadana». «Llámale un consejo consultivo, llámale una alternativa al consejo de expertos. Yo no creo en la tecnocracia como mejor modelo de solucionar problemas. Creo que una ciudadanía formada en un movimiento que haya cuidado la reflexión, la pluralidad, que haya dado información objetiva y neutral, tiene capacidad para articularse de forma representativa e incidir en la toma de decisiones», apunta.
Igor Ahedo opina que «tiene que haber una correlación entre ambas dinámicas –la parlamentaria y la social– porque nos encontramos con un punto intermedio entre dos modelos previos que conocemos en este país. El modelo de una lógica soberanista institucional sin apoyo social, que fue el Plan Ibarretxe, y en paralelo tenemos el modelo social sin apoyo institucional. En este momento, estaríamos en un espacio intermedio; hay una presión social, que está articulado en torno a GED y que no estaba presente en el proceso del Plan Ibarretxe, y luego, por otro lado, tenemos un posicionamiento institucional que viene condicionado por la reforma del Estatuto y sobre el que hay que llegar a un acuerdo. Aquí se puede abrir una ventana de oportunidad». Dicho esto, matiza que «el PNV, además del papel institucional, también juega con una lógica populista, porque va de la mano de GED con otros sectores. Eso tiene la virtualidad de fortalecer a GED, en la medida en que hace visible que esto va más allá de una familia determinada, pero tiene el problema de que en última instancia habrá una solución institucional que no solamente va a venir condicionada por intereses de carácter ideológico, sino por acuerdos de geometría variable». En este sentido, considera que «dependiendo del nivel de presión que exista en la sociedad, la forma en que se decante la posibilidad de fijar las bases del nuevo Estatuto serán unas u otras».
El espejo de Catalunya y la respuesta estatal. Además, a todo esto Ahedo le añade «un tercer elemento, que es la visibilización de la fortaleza del Estado en un contexto como el que hemos visto en Catalunya. Y el resultado de ese pulso es un elemento que está flotando en el ambiente a la hora de ver qué posibilidad hay de un acuerdo más disruptivo o un encaje más institucional». Estitxu Garai también hace mención a Catalunya al destacar que lo ocurrido en aquel país «ha servido de espejo para Gure Esku Dago, y en gran medida le ha afectado positivamente, pero quizá no tanto como debería haber ocurrido». «Y lo mismo puede decirse de lo que ocurre ahora –añade–; parece que no somos muy conscientes de la incidencia que va a tener en Euskal Herria lo que ocurra con la lucha de Catalunya». La profesora de la UPV/EHU señala, a renglón seguido, que «el marco de autoritarismo que quieren imponer nos dibuja un panorama muy gris a las naciones que estamos incluidas en el Estado español».
En las conversaciones con Estitxu Garai, Braulio Gómez e Igor Ahedo han salido varias veces las movilizaciones por los derechos de las mujeres y las pensiones dignas. Ahedo valora que «estos movimientos lo que muestran es la vertiginosa, sorprendente e ilusionante capacidad de politización que puede existir cuando hay trabajo previo que ha abonado una tierra para que luego esa tierra fertilice». «Vivimos –añade– expresiones puntuales de movilización muy potentes, pero el poso que queda es una transformación en la gente, que se está movilizando de forma permanente y constante durante meses». Probablemente, la metáfora del terreno abonado y del trabajo de mirada larga coincide con el desarrollado por GED. Pero si esas otras expresiones populares, como la del 8M o la de los pensionistas, han estallado de forma torrencial, la dinámica por el derecho a decidir parece tener vocación de lluvia fina, de empapar sin estridencias. Es como un río donde prima el calado frente a la corriente, capaz de anegar 202 kilómetros un domingo de primavera, pero que discurre tranquila y sosegadamente fértil.