Maite UBIRIA BEAUMONT
BAIONA

París perfuma el servicio nacional con esencia social y humanitaria

Emmanuel Macron había convertido el proyecto en uno de sus faros de campaña. A lo largo del último año, y para superar las resistencias a su propuesta de restaurar un servicio obligatorio, ha ido engalanando la idea con alusiones a valores sociales y fines humanitarios. Con todo, la iniciativa no despierta precisamente pasiones entre los jóvenes.

El presidente francés, Emmanuel Macron, ha recurrido al maquillaje para tratar de garantizar una presentación exitosa de una de sus ofertas de campaña. Paradójicamente, el líder político que prometió dar un baño de modernidad al edificio republicano, se ha confiado a una arcaica institución, el Ejército, para dar cuerpo a una iniciativa destinada a reforzar la «identificación con la República» entre las nuevas generaciones.

El primer ministro Edouard Philippe fue el encargado de presentar ayer al consejo de ministros el esbozo del denominado Servicio Nacional Universal (SNU). Una suerte de «mili» pero adaptada a las exigencias estéticas del país de start-up con que sueña Macron. Efectivamente, aunque fuera Philippe el encargado de desgranar las líneas maestras del SNU, el informe en el que se ha basado el Gobierno para materializar la promesa macronista lleva la firma del general Daniel Ménaouine.

Es cierto que desde los borradores iniciales el plan ha evolucionado en la línea de limar algunas aristas, cara a restar en cierto modo «contenido militarista» a la propuesta. Ello responde, según señala a GARA Aitor Servier, al «interés de maquillar un proyecto que enlaza con la filosofía centralista y la deriva securitaria que se ha instalado en el Estado francés», particularmente con las medidas de excepción adoptadas tras los atentados de 2015. Además, el hecho de aderezar ese servicio nacional de un mes de duración –ampliable a un periodo «netamente voluntario» cuya duración está por determinar- con alusiones al «compromiso social y a las labores humanitarias»–, tendría según el portavoz de Aitzina el objetivo de «evitar la polémica, confundir y dificultar la respuesta social».

El joven tiene claro que el SNU responde «al interés en apuntalar la unidad nacional y legitimar los recortes de libertades que se han incorporado a las leyes ordinarias». Por ello, y tras tachar de pantomima el proceso de concertación con organizaciones juveniles que precedería a la implantación del servicio nacional, Servier remarca que «no tenemos intención de caer en la trampa, porque ese plan ya está diseñado de antemano y no vamos a legitimar su vocación uniformizadora y asimiladora».

Euskal Herria antimilitarista

Servier entiende que «en Euskal Herria, con su trayectoria antimilitarista, con centenares de insumisos y objetores» esa tarea que emprenderá París a partir de otoño para «vender» el SNU «no va a ser tan fácil». De hecho, la organización juvenil de Ipar Euskal Herria difundió ayer vía redes sociales los primeros materiales en contra del proyecto, como anticipo a una campaña que ganará en intensidad conforme se conozcan mejor las modalidades y plazos de la «vuelta al pasado con matices» que propone Macron.

Según las estimaciones que baraja el ejecutivo galo, el SNU llevaría cada año a unos 800.000 jóvenes de «alrededor de 16 años de edad» a desplazarse a campamentos de formación habilitados a lo largo y ancho del Hexágono. El plan no especifica si esos «cursos» se desarrollarán en instalaciones militares o civiles. Lo que se conoce es la vocación original de Macron de llevar a esos jóvenes lejos de su localidad para «tejer lazos y hacer país».

Servier no ocultaba ayer su enfado ante al uso del «compromiso social» para el márketing del SNU. «La juventud vasca se implica con la cultura, con la lengua, con la defensa de los derechos, con las luchas sociales, por lo que no nos hace falta ese servicio, ya que estamos comprometidos con nuestro país y ejercemos la solidaridad y el internacionalismo».