B. Z.

Un espejo crítico en el corazón del Estado

El estruendoso silencio de la intelectualidad española ante la respuesta de las instituciones del Estado al conflicto con Catalunya convierte el libro “La confusión nacional. La democracia española ante la crisis catalana” en una valiosa rara avis que no puede pasar desapercibida.

El estruendoso silencio de la intelectualidad española ante la respuesta de las instituciones del Estado al conflicto con Catalunya convierte el libro “La confusión nacional. La democracia española ante la crisis catalana” en una valiosa rara avis que no puede pasar desapercibida. Más allá del infantil placer –lo digo sin intención peyorativa ninguna– de leer a un español criticar la actitud de las autoridades de su país en relación a Euskal Herria o Catalunya, Ignacio Sánchez-Cuenca –todo un experto en esto de nadar contra corriente– realiza en este breve ensayo un esfuerzo por desgranar lo ocurrido durante el otoño de 2017 en Catalunya, intentando depurar unas responsabilidades al frente de las cuales no duda en situar a un Gobierno español incapaz de dar una solución política a un conflicto evidentemente político. No lo hace defendiendo las tesis independentistas, ni mucho menos. De hecho, critica el camino seguido sobre todo tras el 1 de octubre, cuestionando –la pregunta es pertinente– si el resultado del 1-O habilitaba y hacía viable una posterior declaración de independencia.

Pensada para un público español, la obra desnuda el nacionalismo banal que impregna toda la respuesta al conflicto catalán, gastando buena parte de la tinta del libro en explicar que, en el fondo, el problema planteado no es más que un problema de demos. Es decir, un conflicto acerca de cuál es el sujeto susceptible de ejercer la soberanía. Al respecto subraya, además, una manifiesta contradicción: la ortopédica oposición del nacionalismo español a compartir soberanía en el seno del Estado –con otras naciones– y la facilidad con la que cede esa soberanía hacia arriba, hacia una UE que marca cada vez en mayor medida el camino seguido.

Sánchez-Cuenca es muy franco cuando asegura, en el arranque del libro, que «la democracia española no ha estado a la altura de las circunstancias en la cuestión catalana» y defiende, en contra del clima generalizado al sur del Ebro, que «se puede y se debe debatir civilizadamente sobre la independencia de Catalunya». La realidad se ha encargado sistemáticamente de desmentir esta afirmación, pero es legítimo –además de buena noticia– que un español lo reivindique. Ojalá más Sánchez-Cuencas en un futuro cercano.