Maite UBIRIA BEAUMONT
BAIONA

La receta vasca para sincronizar las luchas de los pueblos

La universidad de verano organizada por Régions et Peuples Solidaires (RPS) como aperitivo previo a su congreso, en Baiona, abordó las enseñanzas y desafíos del proceso vasco.

La decena de partidos y movimientos de distintos territorios del Estado francés que integran Régions et Peuples Solidaires (RPS) dieron comienzo ayer a un encuentro de tres días en Baiona en el que se combinarán las conferencias y debates con el congreso en el que la federación perfilará su programa y candidatura cara a las elecciones europeas del año próximo.

La universidad de verano de la federación se abrió con una mesa redonda seguida de un intenso debate sobre el proceso que llevó al desarme de ETA, el 8 de abril de 2017, en Baiona.

Tres conocidas referencias del proceso vivido desde la Conferencia de Aiete de 2011 –el presidente de la Mancomunidad Vasca, Jean-René Etchegaray; el artesano de la paz Txetx Etxeberri; y el integrante de la dirección de Sortu, Xabi Larralde– completaron un relato coral con alusiones recurrentes al trabajo compartido entre responsables políticos y la sociedad civil vasca. Ello ante una sala repleta de invitados llegados de Bretaña, Alsacia, Catalunya, Occitania... y con una presencia destacada, la del presidente del Ejecutivo corso, Gilles Simeoni.

El primero en tomar la palabra, Etxeberri, hizo una aproximación cronológica al proceso social y político con el que «se dio respuesta a unos estados que cinco años después del anuncio del final de la actividad armada de ETA no daban signo alguno de querer levantar acta de ese cambio, sino más bien de querer poner trabas a un final que estaba siendo monitorizado incluso por expertos internacionales», sentenció. El artesano destacó dos hitos que abrieron la oportunidad de superar «ese pernicioso bloqueo»: la reacción social a las detenciones de Luhuso, en diciembre de 2016, que «provocaron una aceleración del tiempo», y la decisión del Gobierno francés de «actuar de forma soberana».

A su entender, ese «cambio de tendencia» quedó corroborado el 10 febrero de 2017 con las declaraciones del ex ministro de Asuntos Exteriores galo, Jean Marc Ayrault, quien durante su visita a Ipar Euskal Herria aseveró que «el desarme era un paso deseable al que cada cual debía contribuir». No obstante, una fuente de los artesanos había trasladado ya en enero de ese año que la decisión «estaba tomada y comunicada a Madrid».

París pide «prudencia»

Jean-René Etchegaray destiló durante su intervención algunas confidencias sobre «lo que se movió en los despachos», con referencias a su encuentro «en una comida con Ayrault» pero sobre todo a su cita con el exministro de Interior y luego jefe de Gobierno Bernard Cazeneuve.

«Al terminar la reunión, a la que acudí con la senadora socialista Frédérique Espagnac, y antes de emprender camino al aeropuerto, Cazeneuve nos despidió pidiéndonos que actuáramos con prudencia, y, desde luego, no interpretamos sus palabras sólo como una expresión de cortesia cara a ese viaje de vuelta, debido al tiempo desapacible que encontramos en París, sino que, yo al menos, quise ver en sus palabras una mención implícita a cosas que estaban por suceder».

Según el dirigente centrista, en esos contactos tuvieron los primeros signos de que «un estado legalista habían empezado a tomar conciencia del sólido respaldo de un proceso conducido desde la sociedad civil».

Evitando la mitificación, Etchegaray se refirió a la jornada del desarme, advirtiendo de que «nada estaba escrito de antemano, porque no creo que figure en código alguno que unas armas puedan ponerse en manos de un ayuntamiento para su posterior entrega a un Estado». Y, pese a todo, dijo a modo de conclusión, «la legitimidad construida por un pueblo halló finalmente un punto de encuentro con la legalidad».

Con la perspectiva que da el tiempo, Etchegaray constató que «un cierto numero de electos sentimos que o dábamos un paso adelante o eso que la sociedad demandaba desde hace tanto tiempo quizás no se produciría nunca», no al menos en el tiempo y forma precisos.

En esa misma línea, Etxeberri, quien puso en valor la «decisión» de los electos y, al igual que Etchegaray, elogió la labor de Bake Bidea, remarcó que «Madrid daba muestras de preferir mantener un escenario de confrontación, seguramente pensando en el contexto catalán, al valorar que la lógica represiva le servía para distraer o distorsionar una reivindicacion nacional que afloraba con fuerza en Catalunya y que sabía iguamente en la base de un conflicto vasco cuya expresion armada había desaparecido».

El artesano defendió el modelo seguido el 8 de abril, por su construcción compartida,y por su eficacía frente a «un Estado español que quería prolongar el bloqueo, porque se guiaba por una lógica de humillacion del otro que, nos lo indica la Historia, solo puede contribuir a una reproducción del conflicto».

El propio Etchegaray avaló ese diagnóstico y no dudó en denunciar ciertos «intentos de manipulación», de cara a dar pasos sobre víctimas y presos.

Denunció que «algunos han convertido la cuestion de las víctimas en su fondo de comercio y eso es algo que me repugna profundamente». Tras reiterar su compromiso con «todos los que han sufrido», defendió a renglón seguido sus visitas a las prisiones y el papel jugado por EPPK como «un activo esencial» en el proceso de paz. «Igual que rechazo la utilización del discurso sobre las víctimas, también dejo claro que no acepto la instrumentalización de esas visitas en la línea de presentarlas como un cierto reconocimiento de mi parte a los actos cometidos por esos presos». Etchegaray dio un carácter prioritario, «sin poner una cosa sobre la otra», a la labor con las víctimas y con los prisioneros.

Riesgos y retos pendientes

Xabi Larralde glosó la situación vivida durante la dictadura franquista y el emerger de ETA, para ahondar luego en dos procesos, uno que abocó a asentar el modelo de resolución «en base a la voluntad democrática» y otro que llevó a dar por agotada la vía estatutaria.

Entre alusiones a la Alternativa Democrática, el Acuerdo de Lizarra-Garazi o las negociaciones de Loiola, Larralde tampoco se prestó a la autocomplacencia y reconoció que, «pese a lograr avances, tuvimos una dificultad real a la hora de poner en marcha una dinámica soberanista. Y la conclusión que finalmente se impuso fue que había que arriesgar, que había que saltar a la piscina, porque era necesario liberar las fuerzas existentes en nuestro pueblo, lo que pasaba por el fin de la lucha armada».

El representante abertzale insistió, como sus dos compañeros de debate, en la necesidad de seguir trabajando «porque no podemos correr el riesgo de que una nueva generación piense mañana que la salida democrática que hemos elegido tampoco aporta un horizonte a nuestro pueblo». Y en la despedida dejó tres desafíos: «Ir hasta el final del proceso de reconciliacion, activar a la sociedad civil y, finalmente, sincronizar las luchas de nuestros pueblos, a escala estatal y también europea».

 

«Hay que salir de la trampa del cara a cara con el Estado»

«Quieren encerrarnos, a cada uno de nosotros, en la trampa engañosa del cara a cara con el Estado y arrinconarnos en ese debate de identidades, cuando nuestro reto es otro, es construir un proyecto democrático, para una sociedad justa, para un país de hombres y mujeres felices». Desde el público, micrófono en mano, el presidente de la colectividad territorial corsa intervino en el debate posterior a la mesa redonda sobre el proceso de construcción de la paz en Euskal Herria.

Gilles Simeoni remarcó la cercanía con que el pueblo corso ha seguido y sigue «vuestro proceso para construir una paz duradera, lo que en vuestro país y en el nuestro, exige esfuerzos compartidos», dijo. Al igual que hicieran antes que él otros intervinientes, que demandaron a los ponentes «cuáles son los ingredientes de la receta vasca» cara a incorporarlos a sus respectivas luchas, Simeoni fue taxativo a la hora de afirmar que «Catalunya, Corsica y Euskal Herria estamos confrontados a estados que no quieren el diálogo pero, más allá de nuestras diferencias, unos y otros compartimos inquietudes pero también esperanzas».

Tras hacer suya la preocupación expresada desde la mesa de que «el impasse político que soportamos lleve a un impasse de la vía democrática por la que apostamos, con los riesgos que ello abre a futuro», Simeoni secundó la propuesta de «sincronizar luchas, con la vista puesta en la renovación de una propuesta de soberanía que responda a las necesidades de la mayoría social». M.U.