«Hablar de esclavitud solo en el trabajo sexual es un tema moral»
Paula Ezkerra es trabajadora sexual, activista feminista pro derechos de las trabajadoras sexuales e integrante de la Unión Sindical de Trabajo Sexual, de la que fue una de las fundadoras, dentro de la Intersindical Alternativa de Catalunya.
¿Acceder a los servicios de una trabajadora sexual es un ejercicio de dominación, de violencia, o es posible una relación de igual a igual mediante una transacción económica?
En todos los aspectos sociales donde las mujeres nos relacionamos con los hombres está el sistema patriarcal, en la relación que tenemos hombres y mujeres, aunque vayamos cambiando, aunque vayamos avanzando, aunque las mujeres nos vayamos empoderando, y lo mismo los hombres; los hombres se resisten más porque es una cuestión de renuncia de poder. Diría, incluso, que detenta mucho más poder una trabajadora sexual consciente, con experiencia en su trabajo, porque la que detenta el poder, por decirlo de alguna manera, a la hora de la relación pactada por dinero es la trabajadora, porque no es quien tiene la necesidad de pagar, que es en sí mismo un símbolo de debilidad; no hay una conquista per se, sino que ha tenido que pagar. En ese sentido, nosotras somos las que tenemos el poder, las que pactamos y contratamos de palabra lo que vamos o no vamos a hacer. Ahora bien, justamente por el análisis que hacía antes, algunas personas consideran que por ser hombres tienen algunos derechos, o porque nosotras somos trabajadores sexuales o porque llevamos un estigma, ahí sí alguna vez te puedes encontrar algún conflicto. Pero son ellos los que nos llegan tímidamente a coger un servicio, algunos no tan tímidamente, pero en general son ellos quienes saben que están en situación de desventaja.
¿Es la realidad más salvaje (explotación, esclavitud, trata…) lo que está en el centro del debate o lo que lo enturbia?
Hay un malentendido o, al menos, un desacuerdo. Tanto el movimiento abolicionista como el movimiento pro derechos tenemos una ruta común de trabajo en contra de la trata y de la esclavitud de las personas, pero querer solo hablar de la esclavitud en el trabajo sexual es absolutamente una cuestión moral, porque esclavitud hay en muchos otros trabajos; también entre las mujeres trabajadoras en la industria textil o en lo que pasa con las recogedoras de fresas en Huelva… Eso es esclavitud, explotación laboral o como quieras llamarlo, sumado a violencia sexual.
En el caso de las mujeres, la cuestión del poder sexual también está en la pareja. Querer achacarnos esa realidad solo a la trabajadoras sexuales es un ejercicio imprudente para poder avanzar conjuntamente. No soy de las que cree que las abolicionistas son nuestras enemigas. Creo realmente que tenemos que sentarnos, hablarnos, que nos tienen que escuchar, no castigarnos ni directa ni indirectamente; es decir, no perseguir a nuestros clientes porque son nuestra fuente económica de supervivencia. Si persiguen a nuestros clientes persiguen a nuestra economía y aumenta nuestro estigma, porque les están dando un mensaje de que nosotras somos víctimas, somos débiles, somos vulnerables. Nada más lejos de la realidad: lo que nosotras estamos es vulneradas, lo que a nosotras nos pasa es que nos ponen en situaciones de vulnerabilidad, porque no reconocen nuestra voz como una voz autónoma, una voz de poder, de decisión, sino que nos toman como niñas. Es una manera de infantilizarnos, de decirnos lo que está bien y lo que está mal y no entiendo por qué, porque solo las trabajadoras sexuales entendemos nuestro oficio; estamos dentro y rompemos con la atadura moral esa de que la sexualidad tiene que venir acompañada de cariño, de cuidados… Cuando nosotras rompemos todo eso dentro del trabajo y nos damos cuenta del poder que detentamos, se le da la vuelta a la tortilla.
Las abolicionistas, normalmente, cuando trabajan con trabajadoras sexuales lo hacen desde la base del estigma, de forma que tú para beneficiarte de alguna ayuda o de algún servicio del Estado o de papeleo tienes que aceptar esta situación de víctima para poder avanzar y tienes que mentir: no puedes decir que estás orgullosa de ser trabajadora sexual. Creo que tenemos que hacer un ejercicio de sinceridad, sentarnos a hablar, ver qué podemos hacer al margen de la pérdida de tiempo de este debate de la abolición, de «no te percibo a ti, percibo a tu cliente»... No salimos de esto, no ayudamos a las mujeres en situación de trata y no apoyamos a las mujeres que se dedican al trabajo sexual con plena conciencia y por decisión propia.
«Nosotras necesitamos derechos, cada experiencia es respetable y única», dicen ustedes. ¿Es en esos parámetros en los que debe entenderse la libertad de las mujeres de trabajar en la prostitución y la necesidad de que se protejan sus derechos?
Claro, porque es el derecho del reconocimiento de trabajadora, frente a ese imaginario que hay de que las mujeres no trabajamos: de que cuando cuidamos no trabajamos, cuando amamos no trabajamos, en el matrimonio no trabajamos, sino que es parte per se del amor que viene en la pareja. Ese es el engaño del capitalismo, nos ha situado como personas no productivas para la sociedad y, sin embargo, toda la sociedad se basa en la producción y el trabajo básico de las mujeres. ¿Y en el trabajo sexual? Necesitamos ese reconocimiento. La sociedad va avanzando, las mujeres son más autónomas, independientes, algunas ya nos planteamos no tener pareja, o no al menos en la manera tradicional. Las trabajadoras sexuales ya asumimos de hecho que somos autónomas, independientes, pero esa independencia nos cuesta la parte legal, el no acceder a la salud, porque necesitas cotizar, necesitas de alguna manera ser reconocidas como trabajadoras, no podemos alquilar porque no tenemos nóminas... Hay que entender que tenemos que tener los mismos derechos o, como digo yo, pringar de la misma manera. Si dentro del capitalismo ya no existen derechos reales para las personas, si hay una esclavitud encubierta, si esta sociedad ya niega derechos a quienes están reconocidas laboralmente, imagínate para las que no estamos reconocidas legalmente y además estamos estigmatizadas por él.
El paso lógico es el reconocimiento. No hablamos de la regulación como en Alemania u Holanda, sino de aprovechar que en el Estado español tenemos un lienzo en blanco para construir algo que no solo beneficie a las trabajadoras sexuales, sino que rompa con el estigma puta y que haga una norma visible de lo que es el trabajo y el derecho laboral. Nosotras vamos a trabajar con mujeres que trabajan para terceros, este tema lo tenemos en la agenda, pero sobre todo vamos a apostar por construir una economía colaborativa, cooperativista, con conciencia feminista y de clase. Esa es la apuesta de la Intersindical de Catalunya.
En este debate, una de las cuestiones que está sobre la mesa es precisamente la cuestión del control sobre el medio de producción y cómo articular relaciones laborales.
En ese caso estamos hablando de trabajo para terceros. Lo que no queremos es que se repitan esos modelos europeos donde solo se beneficia el empresario. Queremos blindar al máximo a las trabajadoras sexuales que decidan trabajar para terceros. Somos novatas en esto, estamos aprendiendo, pero en todo caso vamos a trabajar para intentar blindar al máximo los derechos: las condiciones lógicas para cualquier trabajadora, como el derecho al paro, a la maternidad, a tomarse días, al descanso cada ciertas horas, a no ser obligada a trabajar en algo que te genere un conflicto personal o la obligación de un servicio que a ti no te apetezca… La cuestión es blindar todo eso al máximo pensando en colaborar con una sociedad y con una reflexión diferente dentro del sistema capitalista, pero asegurando los derechos de las trabajadoras sexuales. Va a ser una lucha dantesca, porque entendemos que los empresarios no van a permitir que lleguemos y empecemos a reclamar. Ahí sí que necesitaremos toda la tracción de las feministas abolicionistas, que estén con nosotras, porque ellas tienen el poder hegemónico y político. Ahí es donde les invitamos a trabajar conjuntamente contra la trata y a favor de nuestros derechos.
¿Qué opina sobre el papel de los sindicatos, que también se ha colado en este debate sobre todo tras la creación de Otras? ¿Son mecanismos de protección de las mujeres o hay organizaciones que actúan en favor de los empresarios?
Nosotras lo hicimos antes y nadie dijo nada. Hay diferentes sindicatos, yo puedo hablar del mío. Creo que es verdad que hay sindicatos que favorecen a los empresarios, no sé si es el caso de Otras ni me interesa. Me va a interesar un determinado sindicato en el momento que tengamos que trabajar conjuntamente sobre derechos laborales de las trabajadoras sexuales. No sé si este sindicato está en la misma corriente que nosotras, no he hablado con ellas, pero si está en la misma corriente va a encontrar en nosotras un sindicato fuerte que va a trabajar para blindar los derechos de las trabajadoras, va a encontrar en nosotras aliadas. Nuestra acción sindical lo que jamás hará es beneficiar a los empresarios. Ahí están, si quieren leerse, los estatutos y puede verse a lo que me refiero. Nosotras somos un sindicato de izquierdas, clase obrera, anticapitalista y con conciencia feminista, y quienes quieran afiliarse en este sindicato tendrán que cumplir con esta corriente política. Llevamos 15 años trabajando, 15 años de trabajo duro, limpio, mano a mano, codo a codo con activistas feministas, anarquistas, gente de barrio, con los políticos…
¿Cuáles son los pasos que deberían darse? ¿Hay algún modelo en el que se fijen?
El único modelo que creemos parecido a lo que queremos crear en el Estado español es el de Nueva Zelanda, un modelo emergente de los movimientos de trabajadoras sexuales que no tiene que ver con los tres antiguos modelos políticos existentes: prohibicionista, abolicionista y regulacionista. Nosotras no encajamos en ninguno de estos tres modelos. De hecho, el movimiento internacional de trabajadoras sexuales ya plantea en 2006, en el Encuentro Internacional del Trabajo Sexual, avanzar en un modelo que se llama pro derecho al trabajo sexual, que es un modelo donde se habla sobre el reconocimiento del trabajo sexual pensando en las necesidades específicas de este colectivo en cada ciudad; es decir, cada ciudad debería tener en cuenta las necesidades y las recomendaciones de sus trabajadoras sexuales para desarrollar un modelo de derechos, de reconocimiento del trabajo. Sería lo lógico. Digamos que, si estamos en Barcelona, las compañeras de allí seamos las que tengamos que decir cómo queremos interactuar con la comunidad para que blinden nuestros derechos. Por ejemplo, en el caso del espacio público, hablar con los vecinos, ver qué les molesta, avanzar en eso, en cosas que pasan. Eso, en la calle. En los pisos, ver la manera de tener un acceso, ver cómo hacemos si tenemos una situación de violencia, poder llamar sin tener miedo a que nos denuncien… De este tipo de cosas y más cuestiones de derechos laborales hablamos, no de los de los empresarios.
¿Cómo ve el debate dentro del movimiento feminista? ¿Cuáles cree que son los puntos de encuentro y cuáles los elementos enfrentados?
A nivel mediático, quien tiene el poder ahora es el feminismo hegemónico, del que no solamente las trabajadoras sexuales sino otras muchas rompimos hace ya muchos años. Nada tiene que ver el movimiento feminista hegemónico con el surgimiento del 8M. Es verdad que se escucha en los medios «soy abolicionista y esto no se va a permitir», como a la ministra, pero esto es una falta de respeto hacia las mujeres: primero, niega la capacidad de unas personas a ejercer el trabajo sexual y, luego, transmite que es más importante tapar la boca a unas señoras que luchan por sus derechos que reconocer que en el Estado español estamos sufriendo unas violencias terribles, como el caso de “La Manada”, el de Juana Rivas y tantos otros. Decir que unas putas se hayan organizado es más lo más terrible, más que una violación de una niña de 18 años entre cinco hombres, un caso por el que todo un país se divide, es para dimitir ayer.
Hay muchísimos puntos de encuentro desde los que avanzar. El primero, la propia autonomía de mi cuerpo es mío y hago lo que quiero con este cuerpo. Lo tenemos todo para trabajar conjuntamente. No es verdad que haya un movimiento enorme de abolicionistas, aunque lo cierto es que dentro del movimiento abolicionista tienen más poder político y mediático. En el día a día, en las charlas y en los debates, me siento acompañada y siento que hay un cambio en todo el mundo en pos de quitar el estigma existente sobre la prostitución y de dotar de derechos y reconocer derechos a las personas que no tienen derechos.