Punto y final. La sexagesimosexta –haciendo evidente referencia a Edurne Ormazabal que siempre la clava– edición de Zinemaldia se acabó. Y se acabó premiando por segunda vez en su carrera a Isaki Lacuesta con el galardón más prestigioso del festival. La Concha de Oro ha ido a parar al director catalán por la película “Entre dos aguas”, una ficción –en ocasiones documental– hiperrealista que da continuidad al proyecto iniciado en 2006 con “La leyenda del tiempo” y donde rescata la historia de sus principales protagonistas, los hermanos Israel y Cheíto. Lacuesta revalida así el galardón conseguido en 2011 con “Los pasos dobles”, una propuesta complicada que no cuajó entre público y crítica. Sin embargo, esta vez la polémica no ha dejado lugar a repeticiones.
El director subió al escenario a recoger el premio acompañado por todo el equpo de la película, ya que la cinta «se ha hecho en familia». Junto a él se encontraba Israel Gómez, que no pudo evitar emocionarse a la hora de recibir el galardón. Su hermano Cheíto, alistado en la Marina española, envió un mensaje de agradecimiento a través de un audio en el teléfono móvil.
Aunque el premio principal se lo llevó Lacuesta, la producción argentina “Rojo” pudo competir en protagonismo, ya que recibió tres galardones no menos importantes. El de Mejor Actor para Darío Grandinetti; el de Mejor Director para Benjamin Naishtat; y el de Mejor Fotografía para Pedro Sotero.
La gala de clausura que se celebró anoche en el Kursaal tuvo tintes políticos. En pocas ocasiones se han manifestado tan claramente en esta ceremonia. Latinoamérica tuvo muchas cosas que decir, y sus reivindicaciones resonaron entre las paredes del auditorio. En nombre del responsable de fotografía de la película, Pedro Sotero, que no pudo asistir a la gala, el productor Federico Eibuszyc lanzó un mensaje: «Debido al momento político que vivimos en Brasil, solo puedo dedicar este premio a Lula (Da Silva), que se encuentra preso, y espero que la justicia pueda arreglar este error histórico».
El resto de premiados argentinos dio seguida al momento reivindicativo. Grandinetti hizo referencia a la memoria histórica y al valor de recuperar los episodios del pasado y advirtió del auge de la ultraderecha en el mundo. «‘Rojo’ es una película que habla de un momento muy especial en Argentina, durante el cual se preparó lo que después fue una tragedia para mi país y otros países vecinos. Creemos que esta película también puede advertir sobre cualquier cosa que se pueda preparar, sobre todo en estos momentos en los que pareciera que la derecha y el fascismo han vuelto a crecer en el mundo», advirtió. Su director, Benjamin Naishtat, lanzó otra alerta, esta vez refiriéndose al complicado momento cultural que se vive en el país latinoamericano. «La cultura dignifica, es la dignidad de un pueblo, y la dignidad no se negocia».
En realidad, los mensajes de protesta arrancaron un poco antes, cuando el jurado oficial presidido por Alexander Payne anunció que el premio al Mejor Guion se otorgaría ex aequo entre Paul Laverty (“Yuli”) y Louis Garrel y Jean-Claude Carrière (“L´Homme Fidèle”). La advertencia de Laverty iba dirigida directamente a EEUU e Israel, por el bloqueo económico que mantienen contra Cuba, donde se desarrolla la película. «Estados Unidos e Israel, dos expertos del castigo colectivo contra la población civil. Son los matones, sinverguenzas e hipócritas, tenemos que terminar con este bloqueo», dijo con énfasis. Louis Garrel también quiso saltarse el guion, dedicando el premio al encarcelado director ucraniano Oleg Sentsov.
Pia Tjelta fue la única mujer galardonada en el palmarés oficial. Recibió una muy merecida Concha de Plata por su interpretación en “Blind Spot” (Tuva Novotny) en la piel de una madre que se enfrenta al intento de suicidio de su hija. El Premio Especial del Jurado fue a parar en manos de Brillante Mendoza, por “Alpha. The Right To Kill”, aunque no pudo recoger el galardón en persona.
El Premio Irizar a la mejor película vasca se la llevó “Oreina” de Koldo Almandoz, quien también agradeció a todo su equipo y especialmente a Txintxua la ingente labor realizada para sacar adelante su primer proyecto en largo.
Zinemaldia cerraba así una edición valiente y atrevida, ya que este año se han mostrado propuestas muy diversas, no solo por sus temáticas, sino también por sus formas y técnicas. Veremos qué ocurre el año que viene.