Ainara LERTXUNDI
ERRENTERIA
Elkarrizketa
LUIS EMIL SANABRIA
PRESIDENTE DE REDEPAZ Y SECRETARIO TÉCNICO DEL CONSEJO NACIONAL DE PAZ

«Hay sectores que le piden a Duque romper el proceso y atacar al ELN»

Presidente de Redepaz y secretario técnico del Consejo Nacional de Paz, Luis Emil Sanabria acaba de visitar Euskal Herria para exponer los procesos de reparación colectiva que se están llevando a cabo en Colombia. Ese fue el eje de su charla en Errenteria, tras reunirse con el alcalde de la localidad, Julen Mendoza (EH Bildu).

Luis Emil Sanabria, presidente de Redepaz y secretario técnico del Consejo Nacional de Paz, órgano asesor y consultivo del Gobierno, advierte en entrevista con GARA que ciertos sectores del Ejecutivo le están pidiendo al presidente Iván Duque «hacer algún tipo de ataque final contra algún campamento del ELN en donde se encuentre su comandancia, con aquella vieja teoría de ‘ablandar al enemigo’», antes de continuar con la mesa de La Habana, en suspenso en estos momentos. Alerta también de que la ruptura del proceso supondría «diez años más de guerra y un nuevo pico de victimizaciones». No obstante, afirma que todavía «hay margen de maniobra, en la medida en que Duque sienta el respaldo de la comunidad internacional».

Como secretario técnico del Consejo Nacional de Paz y presidente de Redepaz, ¿qué futuro le augura a la mesa de conversaciones con el ELN?

La mesa entre el ELN y el Gobierno avanzó en muchos elementos. Hay que recordar que entablar un proceso de negociaciones con el ELN siempre ha sido algo tortuoso y difícil. Llegar a pactar una agenda con unos puntos definidos, dentro de los cuales la participación ciudadana es un elemento fundamental, es en sí mismo una victoria. Es un ejercicio que hay que respaldar y acompañar pese a las dificultades. Una de ellas es haber acordado hacer las conversaciones sin que previamente se haya definido un cese bilateral al fuego. Luego, el punto quinto –el relativo al fin del conflicto– se pasó a un primer plano porque se dieron cuenta en la mesa de conversaciones de que era importante pactar un cese bilateral; primero hubo un cese unilateral como un gesto importante del ELN, luego llegó un cese bilateral que terminó en enero de este año. Fue un buen experimento. Antes del 7 de agosto, cuando se posesionó el Gobierno, la mesa iba medianamente bien con avances en los temas de la participación de la sociedad y el cese al fuego bilateral, y éramos optimistas a pesar de los llamados de atención de la sociedad civil a la mesa, a la que pedimos que nos entregara unos resultados un poco más rápidos. El Consejo Nacional de Paz acompañaba la mesa. El Centro Democrático prometió en campaña electoral acabar con el proceso de paz con las FARC-EP y modificar equivocadamente un acuerdo que estaba ya en el Bloque de Constitucionalidad y tiene rango de tratado internacional, y ponerle nuevas condiciones a la mesa de conversaciones con el ELN. Pues bien, el Gobierno de Duque ha cumplido. Le ha puesto nuevas condiciones a la mesa sin ir a la mesa, lo que es una jugada perversa porque el Gobierno debería ir a la mesa y plantear sus propuestas de modificación de la agenda o de elementos allá y no plantear unas condiciones previas que algunos consideramos que, con el tono que se está empleando en los últimos días, son inamovibles para romper la mesa. Inamovibles como exigirle al ELN que suspenda su acción militar sin que la contraparte se comprometa a lo mismo, con el análisis creído de que el ELN es una guerrilla derrotada. Eso es un punto de vista político que ganó y con el que se gobernó durante los ocho años del presidente Álvaro Uribe y que llevó a exacerbar el conflicto y a generar el mayor número de víctimas que haya conocido la historia reciente de Colombia. Hoy se pretende el mismo modelo. Lo más lamentable es que el Gobierno no haya dado muestras de mover su postura a pesar de que el ELN haya dejado en libertad a los secuestrados.

El Comité Nacional de Paz le hemos exigido al ELN que suspenda el secuestro y dé pasos hacia un ambiente de desescalamiento del conflicto. Al Gobierno le hemos pedido que mantenga los diálogos y las comunicaciones. Nos ha dicho que todavía las mantiene y que diariamente hablan con los portavoces del ELN, los gestores de paz que están en Colombia y con el comandante Pablo Beltrán, que está en Cuba. Tenemos la corazonada de que sectores del Gobierno, no todos, que le hablan al oído al presidente Duque le están recomendando romper el proceso y hacer algún tipo de ataque final contra algún campamento del ELN en donde se encuentre su comandancia con aquella vieja teoría de «ablandar al enemigo» para sentarlo a negociar en condiciones desventajosas.

¿Qué supondría la ruptura de la mesa de conversaciones?

Eso supondría romper con el proceso de paz, pero no solo con el ELN sino con las FARC también, porque para nosotros es un solo proceso de paz con dos mesas. Una de ellas acabó en un acuerdo, que está atravesando por dificultades en su implementación, porque nuevamente están tratando de incumplirlo. Están intentando modificar la Jurisdicción Especial para la Paz, que da a las comandancias guerrilleras garantías de reincorporación a la vida civil mediante mecanismos de justicia transicional, y si eso no avanza es muy probable que el ELN encuentre un espejo adverso a su posible reincorporación a la vida política. No es nada halagador para un comandante guerrillero que lo que estén presentando en una futura negociación sea la cárcel y el castigo, y no la justicia transicional. Si el Gobierno rompe esa mesa, se rompe también el sueño de una reforma rural integral, la superación de los cultivos de uso ilícito y eso implicaría unos diez años más de guerra, lo que nos llevaría a un nuevo pico de violencia, de victimización, de exilio, de desaparición, de desplazamiento, de asesinatos. En los dos últimos años llevamos más de 400 líderes sociales y defensores de derechos humanos. Si se rompe la mesa de conversaciones, el anhelo de paz puede irse al traste y llenar de escepticismo a la sociedad y convertir algunos sectores armados en grupos que pueden hacer acciones o llevarlos al límite del terrorismo, por ejemplo. O que los grupos disidentes de las FARC se fortalezcan. Hay una gran incertidumbre, ya hemos transitado por el camino de la violencia y si se rompe el proceso esa incertidumbre sería fatal para la democracia de Colombia, para el sueño de paz de América Latina y del mundo. Estamos pidiendo a la comunidad internacional que exija a Duque que continúe el proceso.

¿Qué margen de maniobra tiene Duque, teniendo en cuenta que su mentor es Uribe?

Creo que tiene cierto margen de maniobra que puede ayudarle a tomar decisiones un poco más autónomas e independientes de estos sectores guerreristas. Lo hará en la medida en que sienta que la comunidad internacional y Gobierno estadounidense le respaldan. Pero si Washington apoya medidas de fuerza o una salida guerrerista, es muy probable que él crea que por esa vía puede doblegar y aniquilar al ELN. Pero también creo que los acuerdos internacionales, el hecho de que Colombia haya sido aceptada en la OCDE, que el Consejo de Seguridad de la ONU esté haciendo seguimiento a la implementación de los acuerdos con las FARC, que haya una misión especial de la ONU en Colombia, que la UE esté nuevamente volteando los ojos hacia la paz en nuestro país, va a posibilitar que Duque sienta que es posible continuar. Sabemos que hay sectores dentro del Gobierno y del Congreso que no están de acuerdo con que se rompa la mesa de La Habana. Todavía hay margen de maniobra, pero el poder de voces como la de Uribe pesan y de alguna forma siguen hablando como si efectivamente no se hubiera logrado nada con las FARC. No logran ver las bondades del proceso de paz, no solamente en garantizar vidas sino también en posibilitar ejercicios de reconciliación. Ellos viven del sueño de la guerra y han usado la violencia como una forma de ejercer la política.

 

«La reconciliación requiere superar las causas del conflicto»

¿Qué se entiende por una reparación colectiva?

El proceso de devolverle a un colectivo las condiciones económicas, sociales y políticas que tenía antes de haber ocurrido algún hecho victimizante. Lo que se hace es construir con esos colectivos –comunidades, pueblos indígenas, afrodescendientes, organizaciones sociales, políticas, sindicales, de mujeres, municipalidades– un plan de reparación integral que tiene ver con la verdad, con identificar el daño causado –quién lo causó y por qué–. En esa búsqueda de la verdad pueden participar también los victimarios y las víctimas en un ejercicio que a su vez es un encuentro entre las personas afectadas y quienes causaron ese daño. Lo que se busca es recuperar los sueños de ese colectivo, los planes que tenía, su visión, su historia, su génesis…

En octubre de 2017, en la Universidad Javeriana de Cali, el excomandante de las FARC Pablo Catatumbo y el exjefe paramilitar Fredy Rendón, alias «El Alemán», se dieron la mano públicamente en presencia de las víctimas de las FARC-EP y de las AUC. Otra foto, el abrazo como gesto de reconciliación entre el exnegociador de las FARC-EP Rodrigo Granda y el ideólogo de las AUC, Ernesto Báez, durante un foro al que también acudieron gestores de paz del ELN en el actual proceso y exguerrilleros del M-19. ¿En qué medida estos actos simbólicos ayudan a generar conciencias y fomentan la reconciliación?

Nosotros no somos muy amigos de los actos simbólicos con lógica de espectáculo. Aunque son importantes. En algún momento, la gente quiere ver a unos excombatientes que se dieron plomo abrazándose. Pero, más allá de eso, lo que queremos generar con los procesos de reparación colectiva son encuentros que garanticen fundamentalmente que esos abrazos sean el producto de un camino, de un compromiso práctico y real con la gente. Compromisos que tienen que ver con ayudar a transformar realidades adversas que se siguen dando en el territorio. Algunas personas consideran muy importante el perdón pero le exigen al victimario poco compromiso. Creen que la reconciliación y el perdón se pueden dar sin hacer transformaciones democráticas, culturales, que los derechos de las mujeres se gocen, que los derechos de los niños, minorías, de los pueblos étnicos se respeten. Creen que la reconciliación es posible manteniendo lo que generó el conflicto, es decir, la exclusión. Para nosotros eso no es posible. También se puede dar el perdón sin reconciliación; la gente tiene derecho a perdonar, pero no necesariamente tiene que ir a abrazar al otro. Por eso hablamos de reconciliación como un esfuerzo de la sociedad y como un ejercicio reparador.A. LERTXUNDI