Vaya por delante que Pedro Sánchez ha convocado elecciones porque le ha dado la gana. Igual que ha argüido que no puede gobernar sin presupuestos, podría haber argumentado que todavía tiene mucha labor social por hacer y que no va a permitir que el «filibusterismo» de la derecha y el egoísmo de los soberanistas catalanes se lo impidan, por lo que iba a prorrogar los presupuestos y presentar medidas de acompañamiento. Si ha dado el paso de poner las urnas el 28 de abril será porque tiene la convicción de que la apuesta va a ser ganadora. Todas las encuestas coinciden en que el PSOE será el partido más votado y la disputa está en cuáles van a ser las mayorías que puedan conformarse después para gobernar. Las elecciones andaluzas han impuesto un marco mental de triunfo de las fuerzas de la derecha extrema, hasta el punto de que lo han hecho suyo incluso líderes políticos que tienen la obligación de combatirlo. Pero en Andalucía las siglas de la derecha crecieron en su conjunto unos 350.000 votos y fue la izquierda la que perdió 681.000, quedándose la mayoría en casa. Ahí hay una lección que aprender. En este contexto, y con el Tribunal Supremo emitiendo en directo, no da la impresión de que las fuerzas soberanistas catalanas y vascas vayan a perder peso en el Congreso. Y ojo con el Senado, que el PSOE puede ser primera fuerza en muchas provincias españolas.