Aritz INTXUSTA

Agur a la novena, lo mejor está por ver

No se podrá decir, desde luego, que esta novena legislatura haya sido pusilánime. Probablemente, se ha metido en todos los jardines en los que uno se puede meter en una tierra donde todo el mundo acostumbra a debatir sobre ciertos temas con un hacha –dialéctica– escondida en la espalda. En consecuencia, uno puede quedarse con los momentos más broncos o perderse en los abrazos que ayer se daban los colectivos feministas. No se puede decir tampoco que de todos estos jardines el cambio haya salido victorioso. La Ley del Euskara y la Ley de Símbolos quedan pendientes por falta de acuerdo político. Y la modificación del Estatuto de la Función Pública, por falta de tiempo.

No se puede decir que, cuatro años después de echar al régimen del poder, todos comamos perdices. La negociación entre diferentes implica que el resultado final no satisfaga al cien por cien a nadie. No se ha arreglado todo. Pero sería totalmente injusto decir que nada ha cambiado. Las políticas sociales, la vivienda, el reconocimiento de derechos de las minorías, el aumento del dinero destinado a renta garantizada, la ampliación del modelo D a la zona no vascófona... Se han dado pasos por todas partes, más grandes o más pequeños. Milagros, claro, no ha habido ninguno en cuatro años. No existen. Solo son leyes.

Muchos de los cambios ni siquiera se notan. El Mapa Local todavía está por desarrollarse, el Fuero Nuevo no se ha aplicado nunca a ninguna pareja, la Ley de Contratos apenas ha echado a andar, no ha llegado aún la prohibición ecológica de las pajitas y los vasos de plástico y Skolae es casi un ensayo. En este sentido, está claro que lo mejor está por ver.

No se puede decir, hoy, qué ha dado de sí la novena legislatura. Puede que haya sido un paréntesis en la Nafarroa gris o puede que sea un punto de inflexión, el momento en que Nafarroa empezó a cambiar. Lo sabremos enseguida.