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Los restos de 46 desaparecidos de la Guerra del 36 son inhumados en el panteón de Iruñea

Ochenta años después del fin de la Guerra del 36, los restos de 46 republicanos rescatados de las cunetas han sido sepultados en el panteón del cementerio de Iruñea. La ceremonia ha sido muy solemne. Han tomado parte la lehendakari Uxue Barkos y el alcalde Joseba Asiron.

Descargan los ataúdes en el cementerio. (Idoia ZABALETA/FOKU)
Descargan los ataúdes en el cementerio. (Idoia ZABALETA/FOKU)

En los ataúdes reducidos iban los restos de 46 personas distintas. El Banco de ADN del Gobierno navarro les ha tomado la genética, pero no se ha conseguido dar con sus familiares. Las cajas llevaban, por tanto, tan solo identificaciones de tipo científico: «Otsoportillo. Vértebras, sacro y coxales» o «Ibero. Ind. 2a y 2b».

No faltaban, sin embargo, voluntarios para llevar las cajas en brazos hasta el panteón. Las cogían con cariño y las cubrían con pequeñas banderas republicanas. También con alguna ikurriña. Abría la comitiva fúnebre Concha Díaz de Jaca. Ella no portaba a nadie. Ya no tiene fuerzas. A sus 85 años conducía una silla motorizada de color rojo. En el manillar del vehículo, había dos pegatinas con la ikurriña y la bandera tricolor. Concha se ha adornado con una toquilla morada, amarilla y roja, de punto, que tejió ella misma.

El padre de Concha también es un desaparecido. Es uno de los «inviables», según le contaron. Está bajo una carretera, en Altsasu. «Lo dejaron allá, debajo de la Nacional 1 con otros dos más. Uno era de Ziordia», comenta la anciana de la silla motorizada.

La pregunta viene obligada: «¿Para ti qué supondría que recuperaran los restos de tu padre y les reinhumaran en una ceremonia así?». Concha mira al suelo. «Para mí sería muchísimo, lo sería todo. Me ves vieja, pero no se olvidan las cosas», confiesa. «Se fue de casa un 23 de abril y no lo volvimos a ver. Yo tenía 5 años».

La ceremonia ha continuado con unas palabras frente al panteón de los desaparecidos, justo a la entrada del cementerio. Un violín ha tocado el Himno de Riego y ‘Maitia non zira’ mientras colocaban las cajas alrededor de la abertura que da al fondo del panteón.

Primero ha hablado el nieto de un desaparecido. Su intervención ha terminado con el poema de Pedro Guerra, titulado ‘Huesos’. Algunos de sus versos suenan así: «Y habrá que contar/ desenterrar, emparejar/ sacar el hueso al aire puro de vivir/ Pendiente abrazo/ despedida, beso, flor/ en el lugar preciso/ de la cicatriz».

Luego le ha tocado el turno al alcalde Iruñea, Joseba Asiron. «Poco a poco va rompiéndose el manto de silencio que durante tantos años permitió la impunidad de aquellos crímenes, pero queda mucho por hacer todavía, porque, para nosotros y nosotras, los que hoy homenajeamos no son simples huesos, como los denominan algunos», ha dicho.

Después, Barkos ha recordado que hoy se cumplen 80 años desde el fin de la guerra y que no vale ya el discurso de que los dos bandos hicieron cosas condenables. No vale la equidistancia. «[En Nafarroa] hay miles de familias rotas por una violencia injusta e injustificable que acabó con la vida de personas a las que catalogaron como malos navarros o malas navarras, como enemigos, simplemente porque no pensaban como ellos», ha señalado.

Al poco ha comenzado la ofrenda floral y se ha bailado un aurresku. Luego los operarios municipales han empezado a meter las cajas por el agujero. No se ha celebrado ceremonia religiosa, ni había curas a la vista. El violín ha tocado una última vez. Era un zortziko navarro, ‘Gotzone’. 

Todo podría haber acabado ahí, pues llegaba el momento de las despedidas. Pero el txistulari se ha venido arriba. Cuando se apagaba la última nota del violín, ha comenzado a tocar. Enseguida se ha hecho distinguible que lo que sonaba era ‘La Internacional’. La gente ha tardado en reaccionar y para cuando algunos empezaban a cantar la melodía ya había cambiado. De repente, se había transformado en el ‘Eusko Gudariak’. Una parte de los presentes ha levantado el puño y se ha puesto a cantar, otra parte, no. Entonces ha llegado el tercer cambio de melodía: ‘A las barricadas’.

«Solo quería acompañarles en el último viaje», ha explicado el txistulari mientras todo el mundo se marchaba.