Arantxa MANTEROLA
URRUÑA
Elkarrizketa
KOLDO, ANABEL, MARISA Y MAIXO PASCASSIO
FAMILIARES Y COMPAÑERA DE JON ANZA

«Pensamos que la ocultación del cadáver fue una decisión política»

Se cumplen diez años de la desaparición de Jon Anza. Dentro de 11 días serán otros tantos desde su fallecimiento que se conoció 11 meses después, casi por una «casualidad» como dice su familia, que no pierde la esperanza de que algún día puedan saber «toda la verdad».

A pesar del tiempo transcurrido, la herida no ha cicatrizado. Es evidente que sigue siendo una cuestión muy sensible tanto para Maixo Pascassio, compañera del militante, como para sus hermanos Koldo y Anabel y su cuñada Marisa Lopez de Samaniego. Les cuesta hablar de ello y se miran para dirimir quién arranca con las respuestas.

Cuando pusieron en conocimiento de la Policía Judicial de Baiona la desaparición de Jon Anza, albergaban la esperanza de encontrarlo, pero nunca imaginaron que los hechos ocurrieran en la forma en que pasaron. «¿Quién podía imaginarse no dejar rastro durante 11 días y de repente, por arte de magia, aparecer en la morgue de un hospital 11 meses más tarde?» se pregunta Koldo, que no puede evitar un gesto escéptico al recordar la afirmación de la fiscal de Baiona, Anne Kayanakis, de que «iba a trabajar sobre todas las hipótesis».

«Nos dimos cuenta de que precisamente en los 10 días que desaparece Jon, desde que coge el tren en Baiona hasta que lo encuentran seminconsciente en Toulouse, en esa vía de investigación no se ha profundizado. Para nosotros –y creo que ellos también lo sabían– la clave estaba en ese tiempo» añade. Maixo corrobora «lo surrealista» que fue todo. Porque, aunque Jon estaba muy enfermo, no creen que hubiese fallecido por ello, «a no ser de que le faltase la medicación». «Cuando apareció en aquella jardinera de Toulouse, eran demasiados días y él no llevaba medicación para tanto tiempo», asegura su hermana Anabel.

Sube la angustia

En los largos meses hasta que se «encontró» su cadáver, la esperanza de que volvieran a verlo con vida fue diluyéndose. «A medida que va pasando el tiempo vas dando por hecho que las posibilidades de encontrarle con vida son más escasas. A partir de ese momento la angustia va creciendo» confiesa Koldo.

Una situación de «intranquilidad, incertidumbre continua», ratifica su hermana recordando lo difícil que resulta vivir con esa tensión y extendiendo ese sentimiento a las familias de otros desaparecidos como Naparra, Pertur o Popo Larre.

La cadena de negligencias y anomalías durante la investigación «son inexplicables» para Maixo: «Hubo fallos en todas partes. No te lo puedes explicar a no ser de que sean para esconder algo». Es una tesis que comparten todos.

Anabel pone el acento en una de las tantas inauditas «disfunciones» (como las denominaron desde instancias de la investigación); la del hospital. «Que tengan once meses un cuerpo en la morgue y que nadie mueva nada… Eso no creo que pase en ningún hospital (…) No sé hasta dónde puede estar el hospital implicado o atado de manos… pero es una cosa rarísima».

Creen que tratarse de un militante de ETA, reconocido por la propia organización nada más hacerse pública su desaparición, no es ajeno a cómo acontecieron los hechos. «La coyuntura de hace 10 años no tenía nada que ver con la de ahora. Entonces había un conflicto armado. Y la guerra sucia formaba parte de ese conflicto. Aunque inicialmente manteníamos todas las hipótesis, poco a poco fuimos convenciéndonos de que solo quedaba la del secuestro y que íbamos a tener muy complicado encontrar algo que pudiera esclarecer los hechos. Pensamos que la ocultación del cadáver fue una decisión política».

Maixo Pascassio asiente con la cabeza: «Creo que no llegó a Toulouse, que alguien lo cogió por la fuerza en el trayecto, que lo tuvieron secuestrado durante 10 días. Es la única hipótesis coherente que he podido construir en mi cabeza para poder sobrellevar todo esto».

Ningún apoyo oficial

La pertenencia de Anza a ETA es la razón por la que también consideran que han sido ninguneados por las instancias oficiales. Maixo afirma haber sentido «el desprecio de las instituciones y del Estado francés» y Koldo reconoce que les ha «dolido» no haber sentido ninguna empatía. «No es solo que no se involucrasen en esclarecer los hechos, es que ni han preguntado a la familia cómo estábamos. No hemos tenido ningún apoyo oficial, ni del Ayuntamiento, ni del Gobierno Vasco…».

Por el contrario, todos coinciden en lo extraordinario del arrope popular. «El calor que hemos recibido ha sido vital para nosotros (…) Agradeceremos eternamente todo el apoyo popular recibido. Realmente es lo positivo que nos vamos a llevar de toda esta historia», afirma Koldo Anza.

Su compañera Marisa rememora, en el mismo sentido, aquel viaje a Toulouse con las brigadas, donde paraban para poner carteles con la foto de Jon en «aquellas estaciones heladas, desiertas, en las que ni cristo se hubiera enterado si se lo llevaron», y toda la solidaridad de la gente que les acompañó. «De todo lo malo, ese apoyo queda», recalca, agradecida.

A pesar de que, ayudados por el «trabajo espectacular» realizado por sus abogados, han recorrido en vano todas las vías jurídicas posibles, los allegados del militante donostiarra no descartan que algún día aparezca «alguien, algún testigo» que posibilitaría la reapertura del caso para esclarecer lo sucedido realmente. «Y es que necesitamos saber la verdad por muchas razones. Para que quede en la memoria histórica y también por nosotros mismos, para poder clausurar de una vez por todas la parte del duelo. Y eso no se puede hacer mientras no sepamos la verdad, por muy dura que sea», concluye, serena pero contundente, Maixo.