En 2008, el ganador de las elecciones estatales en Catalunya fue el PSOE (25 escaños), en 2011 fue el turno de CiU (16), en el ciclo 2015-2016 la victoria fue para En Comú Podem (12) y el pasado domingo se erigió en vencedora ERC (15). Baste este repaso para ilustrar la montaña rusa electoral que ha vivido Catalunya en la última década. Para subrayarlo, añadamos un dato: en 2011 Esquerra obtuvo 244.854 votos; el domingo los multiplicó por cuatro, hasta llegar a 1.015.355.
Le siguieron el PSOE, rozando el millón y logrando 12 diputados (cinco más que en 2016) y En Comú Podem con siete (cinco menos). JxCat perdió un escaño respecto a Convergència y se quedó en siete, pero subió en número de votos. La debacle absoluta fue la de la derecha española: Ciudadanos creció en votos pero igualó los 5 escaños que ya tenía; el PP bajó de seis a uno y Vox entró con uno. Resumen, la derecha española ha pasado de 11 diputados a 7.
Catalunya sigue siendo una imagen en movimiento, no existe una foto fija. Va a ser imposible sacar lecciones concluyentes hasta que culmine el ciclo electoral de esta primavera. Los resultados del pasado domingo, sin embargo, dejan algunas sugerencias. Apunte primero: Catalunya no se cansa de votar, la participación subió 14 puntos. A uno le entran sarpullidos cada vez que escucha a un catalán decir que lleva la democracia en su ADN, pero toca rendirse a la evidencia y reconocer que el compromiso con la participación cívica es extraordinario. Una garantía de futuro.
Apunte segundo: fue un voto en defensa propia frente a la amenza del «trifachito», pero lo que en 2008 fue un voto masivo al PSOE de Zapatero, el domingo pasado se convirtió en un voto de confianza a ERC. Es la primera vez que Catalunya elige mayoritariamente a un partido independentista para defender sus intereses en Madrid.
Apunte tercero. Dentro del independentismo, gana Esquerra, que ha articulado el discurso más posibilista. Dentro del unionismo, gana el PSC, la opción más moderada. Los grandes derrotados de la noche del domingo son Ciudadanos, Vox y sobre todo el PP, cuya candidata, Cayetana Álvarez de Toledo, apenas ha salvado un asiento para ella y para su arrogancia. Está por ver que quepan en un solo escaño. Los votantes piden distensión y soluciones pragmáticas, y de ahí la apuesta. Otra cosa es que el PSOE vaya a abrirse a ellas, como confían en ERC. Cuidado con las frustraciones.
Apunte cuarto. El repaso de ERC a JxCat es espectacular, le dobla en votos y en escaños. Esquerra ha dejado de mirar al 1-O, lo da prácticamente por amortizado y se dispone a ocupar el centro de un soberanismo progresista amplio capaz de lograr grandes mayorías, siempre con el freno de mano puesto en lo que a la independencia se refiere, en nombre de la ampliación de la base. Le está funcionando y todo indica que en las municipales dará un salto espectacular –en especial en el área metropolitana de Barcelona– pero conviene no olvidar dos detalles. Por un lado, de momento no es la base independentista la que se está ampliando, sino la de una Esquerra posibilista. Conviene no confundirse, porque no es lo mismo. Por otro lado, está por ver, pasado el clímax del juicio, cómo sobrevive el partido a la condena que recaiga sobre Oriol Junqueras. La formación no ha conseguido construir de momento nuevos liderazgos y tampoco ha realizado un análisis crítico de su actuación a finales de octubre de 2017.
Lección quinta –compatible con la cuarta, aunque no lo parezca–. Los resultados de JxCat no son tan malos. No han perdido votos respecto a 2016, lo cual parece un milagro, visto lo visto. El medio millón de votos de JxCat es, además, un aviso también a los de Junqueras: cuidado con pastelear demasiado con el PSOE. Las municipales y, en especial, las europeas –la Junta Electoral Central parece empeñada en hacerle la campaña a Carles Puigdemont– serán cruciales para un espacio político siempre a punto de saltar por los aires y que sigue arrastrando graves problemas. Si ERC ya no mira apenas al 1-O, en Waterloo no consiguen despegar la mirada de él. Ya se ha escrito por aquí que se puede discrepar de la estrategia de Esquerra, pero al menos es una estrategia digna de tal nombre.
Para acabar, un spoiler. Mucho tienen que cambiar las cosas para que el ciclo electoral no se alargue en Catalunya hasta el otoño, con unas elecciones al Parlament como respuesta a la sentencia del Supremo. El Govern actual, con JxCat y ERC en la misma mesa, no da más de sí, y Esquerra acaricia, por enésima vez, el sorpaso definitivo al espacio postconvergente. Ahora sí, lo tienen a un paso. ¿Para hacer qué? Esa es la pregunta.