Ainara LERTXUNDI
DONOSTIA
Elkarrizketa
ANNEMARIE JACIR
CINEASTA PALESTINA PREMIADA EN EL FESTIVAL DE CINE Y DDHH DE DONOSTIA

«Me parece estúpido ver mi tierra y no poder cruzar. ¿Por qué no podemos ir?»

La cineasta palestina Annemarie Jacir recibió el premio de la 17 edición del Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia. En 2008 se convirtió en la primera mujer palestina en dirigir un largometraje con la «La sal de este mar», al que siguió «When I Saw You».

Nacida en Belén, la palestina Annemarie Jacir ha escrito, dirigido y producido alrededor de 16 películas, entre ellas «La sal de este mar», «Invitación de boda» y «When I Saw You», proyectada en el Festival de Cine y Derechos Humanos de Donostia. En su decimoséptima edición, premió a Jacir por su larga y profunda trayectoria cinematográfica, siempre apegada a su tierra y al anhelo de sus refugiados de regresar a su hogar.

En «When I Saw You», su protagonista, Tarek, es un niño de once años obligado a vivir con su madre en un campo de refugiados en Jordania tras ser expulsados de su hogar junto a miles de palestinos en la Guerra de los Seis Días de 1967. Pero, pese a ser tan solo un niño, no se resigna a su destino y se desespera con la aparente calma que muestran sus compatriotas. Cada día aguarda la llegada de los camiones que transportan a nuevos refugiados con la esperanza de que su padre, a quien extraña profundamente, esté entre ellos, pero nunca llega. Empujado por su deseo de regresar a su hogar, a su aldea, Tarek se adentra en un viaje sin retorno al que se unirá su madre.

GARA conversó con Jacir sobre lo que simboliza el personaje de Tarek en su vida y en la de los refugiados palestinos. «La película es un homenaje a esa generación, pero también una crítica. Los refugiados no han vuelto, siguen en los mismos lugares… ¿Qué fue mal cuando la idea del regreso estaba tan clara? Es la cuestión que me planteo. Tarek es el único que tiene claro su objetivo», afirma.

«When I Saw You» deja al espectador con más incógnitas que certezas. ¿Qué quiso transmitir con un final tan abierto?

Me encanta empezar la entrevista por el final de la película, porque yo misma empecé por el final. Es la única película que comencé a escribir por el final. Antes que cualquier otra cosa, tenía en mente la última secuencia. Quería precisamente eso, un final abierto para que el público lo pueda interpretar. Para mí está lleno de esperanza. No era tan importante si madre e hijo conseguían o no pasar la valla, o si encuentran al padre o no. Puse el foco en la historia de madre e hijo, en cómo ella inicia un proceso emancipador de sí misma y, si bien a lo largo de la película siempre está tratando de contener y vigilar al hijo, en la última secuencia es ella quien le sigue. Otro detalle, se suelta el pelo, que siempre llevaba atado. El pelo queda libre, ha encontrado esa liberación a todos los niveles. Y deja que su hijo tome esa decisión. Ellos dos contra el mundo. En el estreno, un hombre se me acercó para decirme que había llorado y que le parecía un final muy triste. Le pregunté por qué. Me respondió que, para él, la madre había elegido morir con su hijo. Era su interpretación, no la mía.

El proceso emancipador de la madre es paulatino, siendo más evidente durante su estancia en el campamento fedayín, en la relación que establece con uno de los fedayines y en pequeños gestos como encender un cigarrillo y jugar a cartas.

Ella procede de una aldea palestina tradicional, aunque ahora esté en un campo de refugiados en Jordania. Su marido no está. Es de alguna manera una madre soltera y tiene que comportarse de una manera muy controlada porque todo parece su culpa. Es una mujer muy reservada porque esa es la única manera de sobrevivir. El pelo vuelve a ser un detalle significativo. Hay mujeres que, tras una separación provocada por la guerra, se visten de la misma manera durante años hasta que regresa su pareja. Lo que ella quiere es seguir siendo igual. Y eso está volviendo loco a su hijo porque odia cómo se peina. Cuando llega al campamento fedayín no toma las armas como las otras mujeres que están ahí, pero está en un entorno diferente; no se siente juzgada, tiene más libertad, surge una posible relación...

En las conversaciones de esos primeros fedayines surge la disyuntiva entre seguir esperando y luchar. Una parte defiende que están listos para ir al combate, mientras que su comandante en jefe les dice que aún no están suficientemente preparados militarmente y que deben de tener paciencia.

Así es. Hoy sabemos que los refugiados no volvieron y que aún hoy no lo pueden hacer. Como espectadores modernos, lo sabemos. En la película, la última palabra que se pronuncia es «espera». Eso es precisamente lo que no quiere hacer Tarek. No entiende por qué están en un campo de refugiados y no pueden regresar a su hogar, y a qué tienen que esperar para hacerlo. Por eso deja el campamento y se encuentra con este grupo de luchadores, que piensan como él. Siente que se ha encontrado con su gente. La película está hecha desde el punto de vista de un niño, pero se ven esas diferencias y fricciones entre los fedayines. La película es un homenaje a esa generación, pero también una crítica. ¿Qué fue mal cuando todo estaba tan claro? Los refugiados no han vuelto, siguen en los mismos lugares, tenemos un gobierno corrupto… Es la cuestión que me planteo. Tarek es el único en la película que tiene claro su objetivo.

Parte de los actores que interpretan a este grupo de fedayines son hijos de esos primeros combatientes. ¿Por qué eligió a los hijos de esos activistas?

Bueno, en realidad, ellos me eligieron a mí. Vinieron al casting. Los elegí porque me encantó su energía, su aspecto… Además, sabían de qué iba la cosa. Tenían un interés personal en la historia. La ubicación del campamento es el lugar preciso donde estuvo el campo de entrenamiento de sus padres. Les pedí que, aparte de las grabaciones, vivieran un tiempo en ese bosque para darle mayor verosimilitud a las escenas y así lo hicieron. Tuvieron que hacer un entrenamiento militar, no muy estricto, porque el de sus padres no era un ejército al uso, eran solo jóvenes con una idea fija, el regreso. Todos ellos mantienen vivo el sueño de volver a Palestina, como sus padres. Estando en Jordania siguen mirando hacia tierras palestinas con el anhelo de regresar.

¿Cómo fue para ellos interpretar a sus propios padres, sabiendo que el sueño de sus progenitores no se cumplió?

Es difícil, deprimente. Creo que todos nos hacemos la misma pregunta. Ellos, yo… ¿Por qué? ¿Qué falló? Algunos ya han tirado la toalla y dicen «bueno, a mí ya no me importa, solo quiero seguir con mi vida y preocuparme de mí mismo». Cuando no se ven resultados, se produce una desilusión, una decepción. Fue difícil incluso para el niño que interpretó a Tarek. Su padre estuvo en el plató todo el tiempo. Al final de la película lloró. Todos estábamos felices y en medio de esa algarabía me lo encontré llorando; me dijo que llevaba toda la vida intentando hablarle a sus hijos de Palestina para hacerles entender lo que significa, pero que nunca había encontrado las palabras adecuadas. Tanto para él como para el resto fue un rodaje muy personal. Soy de las pocas que he podido estar en Palestina, aunque luego se me denegó la entrada y pasé cinco años en Jordania. Yo misma he estado en esa situación. Me parecía tan estúpido ver mi tierra y no poder cruzar. ¿Por qué no podemos ir si está ahí mismo? Son preguntas infantiles, pero son las preguntas correctas.

¿Qué representa el personaje de Tarek para usted?

La raíz, el origen de este personaje, soy yo misma. Cuando me impidieron entrar, me enfadé mucho pero no quería ahogarme en ese enfado, en esa rabia. Mi novio, ahora mi marido, mi apartamento, toda mi vida, estaban al otro lado y yo no podía pasar. Entiendo lo que significa ser de repente una refugiada y quería hacer algo. Yo no tenía esperanza pero necesitaba tenerla. Entonces decidí escribir sobre Tarek que, de alguna manera, simboliza la parte buena, esperanzadora, que había en mí. ¿Quién ha decidido que yo no puedo pasar? Siempre he sido antifronteras, me parecen algo totalmente estúpido. ¿Por qué los seres humanos tienen que estar separados? Yo deseo que todos vivamos juntos, me da igual que sean judíos, cristianos… Lo que quiero es que la gente viva en un lugar tranquilo. Cuando digo esto, me dicen que soy muy ingenua. Para mí no se trata de ingenuidad. Por eso quería que el héroe de esta película fuera alguien así.

¿Cómo ve la situación en la Franja de Gaza y las marchas por el derecho al retorno?

Lejos de cambiar la situación, empeora. Estoy incómoda, porque, aunque vivo en Haifa, puedo moverme. Soy una palestina con suerte. Veo a la gente en Gaza, que no tiene nada, que solo encadena guerras y traumas, niños de nueve años que han conocido la guerra, la violencia, la cárcel… y aun así mantienen la esperanza.

¿Qué rol deben jugar los artistas palestinos?

Debemos ser honestos y contar nuestra historia, pero con mucho cuidado. Yo no quiero representar a Palestina, solo un pequeño aspecto. Una persona no puede representar todo ese universo. Cuando vienes de una comunidad infrarrepresentada, puedes hacer películas y enseñarlas al mundo, pero no pretendo enviar mensajes, soy contraria a los mensajes. Intento ser muy sincera, buscar una historia personal y contarla. Busco plantear preguntas al público y que éste conecte. Como palestinos tenemos que hacernos preguntas. Quiero que las películas nos hagan pensar; no que nos den las respuestas.

Uno de sus proyectos más personales es habilitar la casa familiar en Belén para acoger a artistas palestinos.

Dicha casa tiene 130 años y soy muy afortunada por poder conservarla. 500 pueblos palestinos fueron destruidos, ya no existen. Y nuestra casa sigue en pie y eso es una gran suerte. Creo que puede ser un espacio no solo para la comunidad; cuando todo se está derruyendo es importante ver que algo resiste y que provenimos de un lugar. A los estudiantes de Palestina no se les cuenta su historia. Los palestinos que crecen en Israel solo aprenden historia judía, no conocen su propia historia porque está prohibido. Lo mismo en Cisjordania, donde el sistema educativo es malo. Es importante tener este espacio en el que se pueda debatir libre y ampliamente, sin censura. Y que siga siendo un espacio independiente, que no haya promotores o requisitos que nos imponga el Gobierno.