El comercio en Bilbo: del boom hostelero a los nuevos aires de la Gran Vía
El comercio ha sido siempre uno de los motores de Bilbo y preservarlo será uno de los retos de la nueva corporación, después de años caminando con el viento en contra. El vigor de la hostelería, el desplazamiento de las zonas de consumo y la llegada de grandes firmas textiles asoman como principales amenazas.
La fisonomía de Bilbo ha cambiado drásticamente en las últimas décadas, y la que hasta finales del siglo pasado fue una ciudad industriosa e industrial se ha volcado de lleno en el sector terciario, a lomos del «efecto Guggenheim» y de una apuesta institucional muy definida. Ese proceso se ha visto acelerado en los últimos años, y de la mano de macroeventos musicales o deportivos la capital vizcaina se ha instalado como un destino turístico de referencia.
El tránsito, sin embargo, no ha afectado de igual forma a todas las zonas de la ciudad y tampoco a todos los actores económicos implicados. En este sentido, el comercio, uno de sus motores históricos, se está viendo obligado a pedalear con fuerza para no perder terreno.
Hace tiempo que saltaron las primeras señales de alarma. Lo hicieron en primer lugar en Alde Zaharra, que no es sólo el corazón de la villa sino también un lugar donde el pequeño comercio ha tenido siempre una enorme implantación. Y la sigue teniendo. Sin embargo, entre los años 2008 y 2015 se cerraron unas ochenta tiendas, mientras que la hostelería se hacía fuerte con la apertura de casi cuarenta nuevos establecimientos.
De esta forma, algunos puntos del carismático barrio, como la calle Jardines o la Plaza Nueva, se vieron casi vacíos de comercio y plagados de bares y restaurantes, para alborozo de visitantes y turistas, y preocupación de vecinos, comerciantes y de la gente que siempre ha bajado a las Siete Calles a hacer sus compras.
Este hecho motivó que en otoño de 2015 el Gobierno municipal suspendiera temporalmente la concesión de nuevas licencias para restablecer el equilibrio, una decisión que llegó tarde a juicio de EH Bildu, que a principios de 2016 propuso al Consistorio que promoviera a través de incentivos el traslado de parte de los establecimientos de hostelería a otras zonas de la ciudad que no estuvieran tan saturadas.
El Plan Especial de Rehabilitación (PER) del Casco Viejo fue aprobado en junio de ese mismo año, haciendo definitiva la prohibición de nuevos locales de hostelería, pero el comercio de Alde Zaharra tiene aún otros motivos de preocupación, como es por ejemplo el posible traslado del grueso de su actividad a otros lugares y, en concreto, a la Gran Vía.
La «nueva» Plaza Circular
En la principal arteria de la ciudad, en el antiguo edificio del BBVA, está previsto que abra sus puertas Primark. Este coloso de la industria textil, que factura más de siete mil millones de euros y ha abierto este año la tienda más grande del mundo en Birmingham, probablemente ejercerá de polo de atracción desde la Plaza Circular, que va a mudar completamente su cara en muy poco tiempo.
Y es que a la inminente llegada de la compañía de origen irlandés hay que sumarle la reciente apertura de la cadena estadounidense de hamburgueserías Five Guys, y la anunciada irrupción del fabricante alemán de robots de cocina Thermomix, que tiene previsto ocupar el espacio del histórico Café La Granja. Además, la apertura de un hotel en el edificio del Banco Santander va a servir para asentar ese cambio en el céntrico enclave.
Todo eso ocurrirá a muy poca distancia del Casco Viejo, y el puente del Arenal será testigo mudo del trasiego de clientes de un espacio a otro.
En cualquier caso, hasta que los recién llegados se aposenten, lo cierto es que hoy por hoy la Gran Vía se ha quedado casi como coto exclusivo de Inditex, que controla buena parte de la milla de oro bilbaina. Una vez pasado El Corte Inglés, las tiendas de la familia Ortega ocupan un importante número de locales en ambas aceras de la avenida, con el edificio de Zara y sus cinco mil metros cuadrados de superficie –cuenta con la planta baja más amplia del grupo en el mundo– como emblema.
Este «monocultivo» es aún más visible a raíz del cierre de la gran tienda de H&M en la plaza Elíptica, dentro de una zona donde en los últimos años se han marchado otras firmas importantes como Loewe, Boss, Louis Vuitton y Twin-Set, que había ocupado el local de la anterior en el número 42 y que ha decidido priorizar su clientela de Donostia frente a la bilbaina.
Esos cierres fueron recibidos como un golpe para el sector, más teniendo en cuenta dónde se habían producido. Porque si en la Gran Vía hay firmas que se bajan del carro, en las calles adyacentes, como Ercilla, Iparragirre y Rodríguez Arias, la actividad comercial se ha visto muy resentida en los últimos tiempos, con una reducción de las rentas de en torno a un tercio. Y otras calles, como Ledesma, son territorio hostelero puro y duro.
Esto está ocurriendo en pleno centro de Bilbo, el escaparate de la ciudad, donde se han depositado casi todos los esfuerzos institucionales, pero huelga decir que a apenas unas decenas de metros de allí al comercio tradicional no le está yendo mejor.
Basta darse una vuelta por la calle Autonomía y alrededores para comprobar que es un territorio cada vez más copado por locales de capital chino, que ganan terreno casi de un día para otro. La adquisición por parte de inversores del gigante asiático de una iglesia para abrir un bazar de mil metros cuadrados es, de momento, el último y más llamativo movimiento en una zona que está fuera de los focos y de las fotos.
El futuro del pequeño comercio va a ser uno de los grandes retos del próximo gobierno municipal en una ciudad donde lejos del oropel que envuelve al turismo cada mañana miles de personas madrugan para subir la persiana.