Sarasate era recibido en la estación de ferrocarril de Sanduzelai por una multitud, que le acompañaba casi en procesión hasta el hotel La Perla, donde se alojaba durante las fiestas. De hecho, en el camino, el violinista iba acompañado de las autoridades de la ciudad, representantes de los casinos, una de las bandas militares y jóvenes con bengalas rojas iluminando el camino, ya que solía llegar al anochecer por el Portal Nuevo. Al alcanzar la plaza del Castillo, le aguardaba una multitud, que terminaba llevándolo a hombros hasta el hotel.
Esas muestras de afecto se sucedían a lo largo de las fiestas, tanto en los conciertos matinales, como en los paseos o en la plaza de toros, en la vieja, la que ocupaba el actual solar del Teatro Gayarre.
En ese lugar, Sarasate fue el particular presidente de una peculiar ‘corrida’. Uno de los días de los sanfermines de 1899 cayó una gran tromba de agua durante la corrida, lo que obligó a suspenderla hasta que cesara la lluvia.
Sarasate permanecía en el palco esperando a que dejara de llover cuando cuatro jóvenes se lanzaron al ruedo. Uno hacía de toro, otro de picador, el tercero de su caballo y el cuarto de torero, y empezaron a protagonizar su particular faena. Cuando llegó el momento de matar, el diestro brindó la muerte del ‘astado’ al músico, que se puso en pie y recibió el brindis con toda solemnidad.
Una vez concluida la faena, Sarasate animó al matador a subir al palco, donde le regaló varios puros y un billete para su ‘cuadrilla’.