Tras lo visto en Andalucía, el principal eje de las elecciones a Cortes del 28 de abril fue evitar que las derechas y sus extremos llegaran al poder. Sin embargo, éstas –con la activa complicidad del PSOE– han logrado desviar la atención y ahora el objeto de escándalo no es que Vox vaya a entrar en varios gobiernos de la mano del PP, sino si Pedro Sánchez permitirá que Nafarroa caiga «en las fauces del PNV y las zarpas de ETA». El concepto es tan disparatado como que, siguiendo esta tesis, habría que recordar que Nafarroa lleva «en las fauces del PNV y las zarpas de ETA» cuatro años ya (tres con Mariano Rajoy en la Moncloa) sin que en Madrid se hayan sobresaltado mucho por ello. Con esta nueva obsesión unionista, la propagandística disposición de Javier Esparza a favorecer la investidura de Sánchez a cambio de que el PSN le deje gobernar en la Diputación Foral ha provocado que los «líderes de opinión» contravengan las reglas más básicas de la matemática y el sentido común. Vamos a ver, seamos serios, los dos escaños de Navarra Suma se los pueden contabilizar los del trifachito, que es a donde pertenecen, sin que ello altere las cuentas de la investidura.
El presidente en funciones y candidato del PSOE, Pedro Sánchez, aceptó el viernes el encargo de formar gobierno, y esa es ahora una rueda lanzada ladera abajo, de la que no se pueden controlar todos los botes que dé en este risco o aquella arista. Si el PSOE atrae los votos de Unidas Podemos, muy mal lo tiene que hacer para no llegar a la Moncloa. Y tanto en esa hipótesis como en un improbable pacto con Cs, los votos de Navarra Suma son inanes.
Por puro interés político, hay quien está haciendo las cuentas dando por hecho que EH Bildu y ERC van a votar en contra de la investidura de Sánchez, lo que ni uno ni otro han dicho en ningún momento. En el caso de la formación independentista vasca, lo que siempre ha mantenido es que decidirá su posición en función de lo que haga Pedro Sánchez y de las circunstancias que rodeen al pleno de la investidura y las consecuencias de sus votos.
En estas condiciones, y limitándonos a los representantes vascos, EH Bildu es quien tiene el poder sobre sus propios votos, tanto ante Pedro Sánchez como ante María Chivite. Y los puede utilizar con las luces largas puestas, más allá de las formas o los agravios actuales, pensando en lo mejor, incluso a corto y medio plazo, para su visión del país. (Y en lo peor para la razón de Estado).