Sigue rugiendo San Mamés. Y ya son 16 jornadas consecutivas, en las que el Athletic ha conquistado 34 puntos al calor de su afición. Todos igualmente válidos para las cuentas de final de temporada pero algunos indiscutiblemente más sabrosos.
Por el rival, por la forma, por el suspense, lo fueron los tres con los que levantó el telón liguero. Y supieron incluso mejor los que celebró ayer el equipo rojiblanco en una noche redonda. Tan memorable que incluso ha vuelto a dormir en lo alto de la clasificación, aunque posiblemente esa fuera la menor de sus alegrías en la jornada en la que volvió a derrotar a la Real, dueña los tres últimos derbis –y precisamente el último equipo que se llevó los tres puntos de San Mamés, hace ya casi un año–. Y en la que el «cómo» estuvo a la altura del «qué». Porque el equipo de Gaizka Garitano fue el dueño absoluto de un partido que siempre lució rojiblanco.
El Athletic saltó al verde con novedades. Iñigo Martínez y Córdoba disputaron sus primeros minutos de la temporada y Unai López regresó al once tras sentarse en el banquillo en Getafe, en detrimento de Unai Núñez –curiosamente el día en el que se había conocido su convocatoria con la selección española–, el lesionado De Marcos y Beñat. Si se notaron los cambios, fue para bien. Porque el Athletic ofreció una versión mejorada de sus dos actuaciones previas, forzando y aprovechando las debilidades de su rival.
Con una presión altísima y agobiante, el equipo asfixió desde el pitido inicial a una Real que necesitó veinte minutos para pisar el área local por primera vez –y última hasta el descanso–. El premio llegó pronto y fue un buen reflejo de lo que estaba pasando: despiste de los donostiarras en un saque de banda, resbalón de Aihen y jugada rápida y efectiva de Muniain, Capa (tercera asistencia del portugalujo) y Williams, que estrenó su contador personal y el del partido. El penalti corregido y los cinco minutos de parón amenazaron con enfriar al Athletic pero la sensación duró un suspiro. El partido siguió en sus manos y antes de la media hora ampliaba distancias con el gol, golazo, de Raúl García.
No hubo cambios en el descanso. Ni de nombres, ni de partido. Hasta que los hubo, para mal aunque no demasiado, forzados por el empuje de los guipuzcoanos y algún error de los locales. Flagrante el que posibilitó a Isak acortar distancias, hasta que el VAR, de nuevo eterno, permitió al colegiado apreciar el fuera de juego del sueco. Se equilibró un tanto el choque, con el Athletic peor en su parcela que en la rival, donde siempre hubo más sensación de peligro, y la Real más activa –aunque desacertadísima, el primero de sus dos tiros a puerta llegó en el 83– pero los tres puntos se quedaron en un San Mamés que no se cansa de rugir.