Karl Marx escribió en “El 18 de brumario de Luis Bonaparte” que la historia se repite, «la primera vez como una gran tragedia y la segunda como una miserable farsa». Tragedia y farsa, sin embargo, van de la mano en esta historia que se ha repetido más de una y más de dos veces desde que unos jóvenes vestidos de rojo se sentaron, desafiantes y orgullosos, ante un tribunal presidido por el juez Alfonso Guevara. Aquel juicio abrió la etapa (moderna) de los macrosumarios. Que quince años después el portavoz de esos chavales y chavalas y parte de su defensa vayan a ser juzgados por ese mismo magistrado es una tragedia, se mire por donde se mire. Y que en 2019 se les acuse de actuar a las órdenes de ETA es una farsa. Ya lo era entonces, qué decir ahora.
Porque si la estrategia que trazó Baltasar Garzón hace treinta años –en aquellas noveladas diligencias previas 75/89– ha quebrantado derechos y quebrado vidas, este nuevo juicio sube los grados del esperpento. Los macroprocesos que siguieron al de 2005 contra Jarrai, Haika y Segi formaban parte de una causa general contra la izquierda abertzale, sin sustento legal pero claro objetivo político: acabar con el sector que más ha combatido la actual configuración del Estado español en todas sus vertientes. ¿Qué es lo que se va a juzgar a partir del lunes? Pues la asistencia jurídica, médica e incluso emocional a personas que se encuentran presas. Se enjuicia la solidaridad, ni más ni menos. Y se va a hacer cuando ETA ni siquiera existe para que alguien pueda encuadrar a los acusados en alguno de sus «aparatos». Ni «internacional», ni «político», ni «mediático»... No hay aparatos ni hay organización, salvo en los escritos de la acusación. Es un puro dislate.
Desde aquel 11 de febrero de 2005 hasta el próximo lunes nuestro planeta habrá rotado sobre su eje 5.327 veces, suficientes para que este país se haya dado la vuelta a sí mismo como un calcetín. Insuficientes sin embargo para que algo cambie en la Justicia española. Viven en otro planeta, uno que tiene el eje oxidado. Que sirva la manifestación de ayer para darle un empujón y que empiece a girar; está claro que llevan demasiado tiempo cara al sol.