Guillermo RIVAS PACHECO

LOS MUROS DE FRANCIA LLEVAN LA CUENTA DE NUESTRAS MUERTAS

A la salida del metro, del supermercado, bajo los puentes y hasta en la pirámide del Louvre, las paredes de París interpelan a los transeúntes con los nombres de cada una de las 114 mujeres muertas a manos de sus parejas y exparejas en lo que va de año. Desde que en agosto aparecieron los primeros carteles en la capital, esta acción se ha expandido por más de una veintena de ciudades francesas, desencadenando campañas similares en Bélgica y Turquía.

Visibles en cualquier barrio de París, los carteles impactan, de entrada, por su tamaño y por la sencillez de su composición, cada letra en un folio DIN A4. Descoloca también encontrar de frente tantos nombres de mujeres acompañados por la crudeza de ciertas palabras: «Asesinada a hachazos», «golpeada hasta la muerte y enterrada bajo un montón de basura», que se intercalan con mensajes más reivindicativos: «Macron habla, los feminicidios continúan» o «no queremos seguir contando nuestras muertas». Con sus letras negras sobre fondo blanco, los collages tienen algo de titular de periódico sensacionalista, «pero no es violento el mensaje, sino la realidad», afirma Lise, una de las participantes de este tipo de acciones.

Cada día, entre 30 y 60 mujeres acuden al ático del edificio ocupado de París donde se coordina la campaña para pintar, y hoy toca sumar una nueva víctima: «Monique, asesinada de un balazo por su marido, 104º feminicidio». Cada militante ocupa su espacio en silencio, concentradas en la música de fondo y las pinceladas. La afluencia de nuevas voluntarias es constante, Lise, que viene por primera vez, cree que este momento tiene algo de «ritual y de recogimiento». El espacio le aporta «seguridad». Mientras va escribiendo, Astride, que lleva desde la tercera noche, afirma que, «cuando toca escribir el nombre de la mujer asesinada, el pincel se vuelve más pesado».

Marguerite Stern, que lanzó el 28 de agosto el primer llamamiento a través de las redes sociales para movilizarse y pegar carteles, recuerda cómo le vino la idea: «Queríamos hacer algo que fuese como una pancarta, muy directa y sencilla. Con una tipografía ancha que sea visible desde lejos». Y ante las militantes recién llegadas, Marguerite repite algunas consignas: «No queremos que el movimiento tenga un nombre porque se corre el riesgo de que se vuelva más importante que el de las mujeres asesinadas». Como resume Teresa, militante chilena: «El objetivo es visibilizar el problema, pasar de la esfera privada y fría de los datos al espacio público». En ese sentido, para Lise, los carteles son «ventanas a una realidad privada, porque a veces tenemos miedo de salir a la calle por si nos pudiese pasar algo, pero los asesinatos se dan en nuestros dormitorios, por gente que conocemos».

Gran pacto político

La acción supone una medida de presión en un momento en el que el presidente de la República, Emmanuel Macron, ha decidido hacer de la lucha contra la violencia machista uno de los ejes de la nueva campaña política. Coordinada por su secretaria de Estado para la Igualdad entre hombres y mujeres, Marlène Schiappa, el Gobierno puso en marcha el 3 de setiembre una gran mesa de diálogo entre diputados, asociaciones de víctimas, abogados, médicos y fuerzas del orden con el objetivo de mejorar la prevención y la protección de las mujeres víctimas de violencia de género. El debate, que durará hasta el 25 de noviembre, busca atajar el número de muertes machistas que se producen en el Estado francés, uno de los estados de Europa donde más casos hay (121 en 2018).

Para Marguerite Stern estas reuniones no son más que palabras: «Estamos en una situación de urgencia. Desde que se anunció la mesa redonda hasta que se ha puesto en marcha, 26 mujeres han sido asesinadas. Que pongan dinero sobre la mesa y acaben con el politiqueo». Entre las medidas avanzadas por el Gobierno están la posibilidad de denunciar al agresor directamente en el hospital o la suspensión de la patria potestad de los progenitores si son juzgados por la muerte de su pareja.

Por su parte, las mujeres siguen saliendo todas las noches a cubrir los muros de París con sus mensajes, y las reacciones de los transeúntes van desde el apoyo a la incomprensión. «La gente a la que le molesta son sobre todo hombres de entre 28 y 40 años", afirma Astride, «pero es increíble el apoyo de la gente mayor, la generación que creció con Simone Veil y Simone de Beauvoir, porque creo que en su época la violencia era ‘lo normal’ y callaron aunque no la considerasen ‘normal’», concluye. Sirva de ejemplo la primera ronda de Julia, Laura y Maud, de entre 21 y 25 años, a las que se unió una joven de su edad, Bertie, en plena calle, que tuvieron que aguantar que un hombre de mediana edad les recriminase la degradación del espacio público. «No buscamos señalar a nadie en concreto, pero nadie puede pasar indiferente ante nuestros collages», afirma Lise.