A. INTXUSTA

Nueva cumbre anual el clima (y van 25) a la espera de una reacción

Madrid acoge una cumbre anual del clima organizada por la ONU que le llega de rebote. Chile hubo de renunciar a ella por las protestas en las calles. No se esperan grandes logros en este foro, si bien se sabe que tampoco llegarán en otra parte. 

Pedro Sánchez y la ministra Teresa Ribera, visitando las instalaciones del IFEMA. (Pierre Philippe MARCOU/AFP)
Pedro Sánchez y la ministra Teresa Ribera, visitando las instalaciones del IFEMA. (Pierre Philippe MARCOU/AFP)

La última Cumbre Mundial del Clima, la COP-24, se celebró en Katowice, Polonia. Como es habitual, se cerró con un fracaso camuflado con declaraciones de buenas intenciones de los países que, medianamente, han tomado un compromiso real con el cambio climático. Pero con China y EEUU llamándose a andana, la situación está muy complicada. 

El Gobierno español al que este foro internacional le llega como un inesperado regalo promocional, está alimentando la esperanza de que sea un punto de inflexión. Se apoya un poco en la efeméride de que estas cumbres cumplen un cuarto de siglo. Si bien, el plazo para rubricar un nuevo compromiso internacional vence en realidad el año próximo, cuando la cita sí tiene un anfitrión de primer orden, como es el Reino Unido. Concretamente, se celebrará en Glasgow. 

La lógica que han tenido estas cumbres ha sido la de derrota tras derrota. Se han alcanzado acuerdos importantísimos, pero no han llegado a ponerse en práctica. O, al menos, no con el esfuerzo que merecían. El principal acuerdo fue el de la COP-3, que es cuando el foro daba sus primeros pasos y despertaba verdadera ilusión. La ONU convocó a todas las naciones en Kioto (Japón, 1997) firmándose el famoso Protocolo Kioto, cuyo incumplimiento sistemático marcó las luchas ecologistas desde entonces hasta, prácticamente, la actualidad. 

Luego llegó el fiasco de Copenhague (2009) con un acuerdo no vinculante y países que se posicionaban directamente en contra y que tenía como fin resicitar Kioto sobre unos mínimos. No hubo manera. A su modo, esta cumbre fue más importante que la de Kioto, pues marcaría la tendencia de las siguientes. 

Tras otras tantas cumbres grises, la importancia de la cumbre siguió decayendo. Se dio la paradoja de que habría de ser precisamente en Doha (2012), donde parece que se comenzó a solucionar en parte el desaguisado. En la petromonarquía de Qatar, cuyo poder nace del sistema energético que está alterando el clima natural, salió el segundo «Protocolo de Kioto» y se prolongó el que estaba vigente hasta 2020 (de ahí que la cumbre importante sea la del año próximo y no esta). 

En la Ciudad del Sena, hace tan solo cuatro años, se llegó el histórico Acuerdo de París, el mayor pacto climático mundial de carácter vinculante, que entrará en funcionamiento en 2020 con el objetivo de mantener los esfuerzos de los países para situar el aumento global de la temperatura por debajo de 2 grados en 2100 y proseguir los esfuerzos de la comunidad internacional para mantener la subida en un máximo de 1,5 grados.

Trump, como Atila

El Acuerdo de París, llamado por fin a superar a Kioto, llegó en buen momento. Fue un espejismo. Barack Obama estaba en el despacho oval. Un año después, la firma del acuerdo vinculante de la COP-21 era unánime. Pero, claro, a Obama le siguió después Donald Trump, qqien evidenció la endeblez del pacto parisino en la cita COP-23, enviando una delegación de segundo nivel después de salirse del compromiso internacional. 

Tras el trámite de una Katowice sin avances. Las esperanzas de la cumbre Chile-Madrid está en pequeños ajustes. Si acaso se busca algún acuerdo que renueve la esperanza en estas cumbres anuales a futuro, un guiño que permita afrontar Glasgow con esperanza. Patricia Espinosa, la secretaria general de las Naciones Unidas para el Clima, ha apuntado hoy mismo que se debe  «cambiar la manera en lo que las personas hacemos todo» en el día a día, es decir, en «lo que producimos, cómo nos transportamos o la manera en la que comemos». Y esto, evidentemente, no va a pasar en la cumbre que arranca el lunes en Madrid. 

Eso no quita para que, si de algún foro de debate internacional ha de nacer un cambio que corrija el cambio climático, sea de este. Los ecologistas ya avanzan hacia Madrid para hacer consciente al mundo diplomático de la urgencia con la que han introducirse los cambios. Mientras el Gobierno español vende la moto de que esta cumbre es «la última oportunidad», también ha ordenado el despliegue de 4.000 policías para que quienes de verdad quieren trasladar ese mensaje, el de la necesidad de un cambio trascendente y real, no molesten demasiado. Y, de este modo, las delegaciones de los distintos países puedan fracasar una vez más.