Ramón SOLA
DONOSTIA

Sánchez afronta la «herida crónica territorial» ante una derecha feroz

La furia del trifachito, reflejada ayer en el Congreso, explica en parte el paso de Pedro Sánchez hacia otra vía en Catalunya. PP y Vox llegan a amenazarle con los tribunales por aceptar una mesa de negociación sobre el conflicto político. «Bienvenido al diálogo», le recibió Gabriel Rufián sin ocultar que ERC busca hacer de la «necesidad» virtud.

Saludo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. (PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP)
Saludo entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. (PIERRE-PHILIPPE MARCOU / AFP)

Llegada hoy la primera votación de investidura, una cosa dejó clara la sesión inicial: el propuesto Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos viene marcado absolutamente por la apuesta por una mesa de diálogo sobre Catalunya (el debate social apenas tuvo peso en la sesión inicial) y ante una derecha tan crispada como para amenazar al presidente español con los tribunales (horas después de demostrar ya con el president catalán que es capaz de todo).

El candidato no superará hoy todavía el trámite y no es del todo seguro que lo logre el martes dada la precariedad actual (167 síes y 165 noes tras el sospechoso desmarque de la diputada de Coalición Canaria frente al criterio de su partido). Si Pedro Sánchez se asienta en Moncloa, Catalunya puede ser su aportación a la Historia («la mayoría de españoles quiere resolver este conflicto territorial», dijo) o su «epitafio político» (como vaticinó Pablo Casado) y quizás hasta penal, tal y como están las cosas en Madrid.

«Recomenzar, retomar la política y dejar atrás la judicialización» es el compromiso concreto del líder del PSOE. Sobre lo primero fue explícito su cara a cara con Gabriel Rufián (ERC). Sobre lo segundo dijo algo, aunque menos, el cruce verbal con Laura Borràs (JxCat).

En realidad fue Rufián quien dio precisiones sobre el diálogo. Aunque la desconfianza es tal que avisó primero: «La pregunta del millón es ¿cómo hacemos para que ustedes cumplan? Intentaré ser muy claro; si no hay mesa, no hay legislatura». Sánchez le respondió: «Despreocúpese, la comisión se va a crear, va a existir, damos ese paso». Si hay investidura, el acuerdo establece que sea en dos semanas.

Avanzó el portavoz de ERC que el del Gobierno y Govern será un foro «entre iguales», «sin vetos», «con calendario público» y «con garantías, incluida consulta» sobre su resultado. Y quiso subrayar que el PSOE no se cae de un guindo, sino que este es el camino al que le aboca una derecha «asilvestrada» sobre la que avisaron a Ferraz: «Este monstruo también lo han alimentado ustedes y les dijimos que vendría a devorarlos».

La otra cara de la moneda, desactivar la represión, parece aún más compleja. Desde JxCat, Borràs enumeró la lista de agravios atribuibles al PSOE –desde el 155 a la Abogacía urgiendo al suplicatorio europeo– y Sánchez hizo un amago de autocrítica: «Hemos cometido errores, pero ¿acaso ustedes no?».

Casado carga y Abascal insulta

¿Y las derechas? La apelación a los tribunales fue solo la punta del iceberg contra el que Pablo Casado quiere ver estrellado a Sánchez. Sus 30 minutos supusieron una catarata apocalíptica de descalificaciones al candidato y malos presagios sobre su estrategia, aunque paradójicamente acabó asegurando que al final de todo «nosotros ganaremos y ustedes perderán, no le quepa duda».

Dijo el líder del PP que «ustedes no pueden seguir jugando a la ruleta rusa con este país y pretender además que les pongamos la bala». Habló de «día aciago», aunque «España no se va a rendir». Calificó la transferencia de Tráfico a Nafarroa de «cesión intolerable que no disimula el ansia anexionista», aunque aseverando acto seguido que este herrialde «no será apéndice de una Euskal Herria independiente, no lo permitiremos nunca». No podía faltar el manoseo impúdico a las víctimas de ETA, intentando hacer daño especialmente al PSOE con mención expresa a dos de sus apellidos: Pagazaurtundua y Múgica. En lo social, auguró cataclismo del Estado del Bienestar y una quiebra de la Seguridad Social.

En esta carga sin descanso, sobresalió que Pablo Casado estuviera muy flojo en la cuestión sustancial, y eso que llevaba el discurso escrito. «¿De qué narices de conflicto político habla?», espetó a Sánchez sin trazar un argumento medianamente sólido con que negar su existencia.

Casado tiró de material de desecho, todo lo servía: de acusar en falso a Arnaldo Otegi de «dar un tiro en la tripa a un padre de la patria» a destacar que Sánchez permite ahora a los líderes catalanes lo que Juan José Ibarretxe «ni tuvo coraje de intentar» tras el portazo a su plan.

Como vaticinó Sánchez, al líder de Vox, Santiago Abascal, ya no le quedaba mucho que decir tras Casado. Pero podía insultar y lo hizo a discreción: consideró al candidato «personaje sin escrúpulos», «mentiroso», «villano de comic», «estafador», «traidor», «charlatán», «timador», «actor»... Acusó al PSOE además de practicar la violencia en 1934 y «matar a niños». Y puso su sello propio intentando desmentir la violencia machista y criminalizando la inmigración. Algo que para Sánchez solo denota la «crueldad» de la ultraderecha.

Para uno y para otro tuvo el aspirante a La Moncloa la misma respuesta de fondo: reflejan una idea de España «temerosa, acobardada, cerrada, insegura y replegada en sí misma».

Inés Arrimadas (Ciudadanos) echó algo más de leña al fuego: «Usted no tiene principios, ya le ganamos en Catalunya y le ganaremos en España».

 

Intervenciones

«No podemos asumir la herida territorial como una dolencia crónica destinada a pasar de generación en generación»

PEDRO SÁNCHEZ

PSOE

«Desengáñese, señor Sánchez; no va a pasar lo que usted sueña, sino lo que ustedes temen (...) Quiere cabalgar un tigre que lo devorará»

PABLO CASADO

PP

«Seré muy claro; si no hay mesa de diálogo, no hay legislatura. El pueblo de Catalunya no volverá a ser estafado»

GABRIEL RUFIÁN

ERC