Tres días después del histórico divorcio, el primer ministro británico, Boris Johnson, y el negociador europeo, Michel Barnier, han desvelado sus planes y sus líneas rojas para la futura negociación, que Gran Bretaña y la Unión Europea (UE) esperan ultimar para finales de año.
«Estamos dispuestos a ofrecer un acuerdo comercial muy ambicioso como pilar central de esta asociación, que incluye aranceles cero», ha precisado en Bruselas Barnier, quien ha reiterado la necesidad de un acceso de los pesqueros a aguas británicas.
La UE quiere evitar, además, la aparición de una economía desregulada a sus puertas que goce de «ventajas competitivas injustas», por lo que propone crear un «mecanismo para mantener los altos niveles» laborales, fiscales, ambientales y de ayudas de Estado.
El premier británico ha asegurado desde Londres que su país no hará «competencia desleal», comprometiéndose a no revisar a la baja las normas europeas, aunque ha rechazado el pleno alineamiento como un «precio» a pagar por el «libre comercio y ha abogado por imitar el pacto que el bloque comunitario mantiene con Canadá.
«Nada es gratis»
Los 27 países europeos no lo ven así. «Nada es gratis», si se quiere acceder al mercado único europeo, «el más grande del mundo», ha asegurado la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien ha defendido unas reglas del juego «justas».
Ante una negociación que se anuncia ya tensa, el plazo previsto para cerrarla no ayuda. Ambas partes quieren un acuerdo para fines de año lo que, en la práctica, supone contar con ocho meses para unas discusiones que suelen tomar años.
Aunque no parten de cero, porque en paralelo al acuerdo de divorcio, Londres y Bruselas rubricaron una declaración política sobre la futura relación, que fija el nivel de ambición, pero que ya es objeto de roces.
La declaración vincula, por ejemplo, los compromisos sobre una competencia leal a la «profundidad de las relaciones futuras» y fija el 1 de julio como plazo máximo para ratificar un acuerdo pesquero, otro posible escollo de la negociación.
El negociador europeo consideró «indisociable» de la negociación comercial un acuerdo sobre la pesca, ya que el sector pesquero de ocho socios de la UE es muy dependiente de las ricas aguas británicas.
Sin embargo, pese a que la pesca representa menos del 0,1% del PIB de Gran Bretaña, la cuestión pesó mucho a favor del Brexit en el referéndum de 2016. Johnson ya subrayó entre sus prioridades «retomar el control» de sus aguas.
La pesca podría constituir de hecho una moneda de cambio en las negociaciones para Londres, que podría buscar a cambio el acceso al continente para los servicios financieros británicos, cruciales para la City.