Iñaki ZARATIEGI
donostia

Luis Eduardo Aute, el pintor de canciones contra los horteras

Autor torrencial, Luis Eduardo Aute, nos deja una amplia obra musical que ha acompañado la vida de varias generaciones. Fue además pintor antes que músico y cantautor. No se lo ha llevado el maldito coronavirus sino una decadencia física que arrastraba desde hace años. Curioso sin límites, practicante de la indisciplina y referente por su compromiso ético, ha sido uno de los cantautores españoles más prolífico e influyente.

Debió ser con “Rosas en el mar” cuando conocimos, aún jovenzuelos, a Luis Eduardo Aute Gutiérrez (Manila, Filipinas, 1943). La cantaba la racial Massiel en 1967, que en la portada del single dejaba caer rojas rosas sobre el agua. La canción tenía tirón con su «la la la» y la acuosa imagen hacía el resto.

Luego se la oiríamos cantar al propio autor, un contrapunto serio y recogido a la contagiosa alegría de quien iba a ser ganadora de Eurovisión, precisamente con otro “La, la, la”.

Dicen las biografías que Aute se trajo la composición cuando volvió de la mili y se la propuso a la cantante junto a “Aleluya Nº 1”. Llegar y besar el santo: ambas se convirtieron en himnos y entronizaron al joven pintor como profesional del pop sesentero. Un pionero en toda regla que acompañaría las existencias de toda una generación y posteriores hasta que un infarto cerebral lo sacó de circulación en 2016.

Nada más trascender su muerte empezó la saga de las listas de canciones más destacadas: “Anda”, “De alguna manera”, “Cada vez que me amas”, “Pasaba por aquí”, “Las cuatro y diez”, “Alevosía”, “Sin tu latido”… Como pasa a veces con grandes canciones, su popularidad desdibuja el origen e intenciones primitivas. Es el caso de “Al alba” (1975), quizás su tonada más conocida. El contagioso estribillo esconde el siniestro mensaje escrito tras los cinco últimos fusilamientos del franquismo.

En conversación con el propio cantautor le hicimos la confesión de que teníamos, por ejemplo, un recuerdo luminoso de la estrofa «cuando duermes, lejos ya del ingrávido origen, con mi brazo cosido a tu espalda…», por lo dulce de la composición y por habernos descubierto que se puede piropear con un palabro como «ingrávido».

Le recordamos la anécdota en un mail de urgencia enviado cuando su ictus. Le agradecimos también habernos proporcionado la coletilla perfecta para cerrar el típico discurso malaleche contra el poder y sus gerentes: «Y, además, son unos horteras». No sabemos si fue capaz de leer aquel mensaje de ánimo y los muchos que le mandaron, pero seguiremos recordando la oportuna reflexión de quien compuso la canción “La belleza”.

Cantó en nuestros mayores recintos una y muchas veces, mayormente solo, pero también a dúo como cuando giró con su cercano amigo cubano Silvio Rodríguez en el “Mano a mano” de 1999. Y se escapó a veces a locales más periféricos: Tabakalera y Victoria Club donostiarras (lectura de “Poemigas”) o como cuando actuó en el Amaia Antzokia de Irun en 2010.

Había grabado el “Haika mutil” de Laboa con Kepa Junkera, aunque nunca se atrevió a interpretarlo en público: «No me atrevo. Una cosa es grabarla en disco y otra cantarla en directo». La vida les unió a ambos en profesión y colaboración, aunque también, trágicamente, en sendos problemas cerebrales del que el de Santutxu sigue afectado.

Reordenar el baúl

Se había dedicado en su última época a coleccionar sus músicas y le preguntamos si reordenaba su baúl. «Sí, reordenar el baúl viene bien porque se va acumulando el caos. Pero el motivo mayor es recuperar la propiedad de las grabaciones originales, que eran de unas discográficas que desaparecen, no tengo el más mínimo control de dónde están ya. No creo que tenga vida para regrabarlo todo, pero lo estoy haciendo poco a poco con las máximas canciones que pueda, sobre todo las que más me gustan. Y ser propietario de ellas, aunque las distribuye Sony. Algunas estaban solo en vinilo y las paso a CD, aunque también el Cd va a desaparecer…».

La biología se cruzó en su camino y es bastante probable que no haya tenido tiempo a reordenar su inmenso caudal de poemas, composiciones, cuadros, textos… Porque Luis Eduardo Aute fue un creador torrencial. Ha acompañado nuestras vidas con la finura, el humor y la erótica de sus lúcidas creaciones.

Había dicho en alguna ocasión que de reencarnarse prefería hacerlo en mujer. Pero viendo lo bien que envejecían sus composiciones, ¿por qué no en canción? «Lo de ser mujer puede ser muy interesante, sí», nos respondió. «Pero ahora me daría mucha pereza reencarnarme en nada. El tiempo pasado aquí empieza a ser ya conocido y si uno se va, pues bien ido está. Y reencarnarme en canción, pues como que no».