Maite UBIRIA BEAUMONT
BAIONA

Abrazo colectivo y demostración de que el futuro del país no resulta indiferente

La pandemia lo ha cambiado casi todo. Y Aberri Eguna corría el riesgo de sumarse a la lista de cancelaciones. Una de las muchas redes ciudadanas que han brotado en este momento doloroso, ha permitido el rescate. Ello no resuelve todos los debates sobre los modos de expresar la nación vasca, pero ese abrazo plural corta las alas a la indiferencia.

A unas horas de la jornada de Aberri Eguna, Euskal Herria se acostó, la pasada noche, si cabe un poco más dividida. Las policías de los dos estados en que se divide este viejo país cerraron nueve pasos que riegan el aparato circulatorio de la nación vasca en su eje norte-sur.

Una medida para muchos menor, y hasta anecdótica, si la comparamos con las muchas y más graves que se han tomado en las últimas semanas, la mayoría de las veces desde marcos geográfica y administrativamente ajenos, pero también, en no pocas ocasiones, desde un alejamiento de las élites más cercanas respecto a las preocupaciones de la ciudadanía vasca.

La clausura de esos pasos, de Baigorri a Arnegi, de Sara a Urruña, nos ha aislado, con todo, un poco más, limitando las comunicaciones físicas entre vascos. Y es que esas mugas que se taponan contra un virus que, nos dicen, «no sabe de fronteras y de territorios», son pasos que rezuman memoria y que, en el prisma más cotidiano, trazan intensos lazos de vecindad.

La pandemia ha trastocado todo. También los puntos de vista. Hoy no podremos recurrir a las referencias informativas que han marcado la fecha de Aberri Eguna en los últimos años. No podremos, porque la salud se impone a cualquier otra consideración. No toca ni peregrinar hacia ni escrutar después los números y mensajes de las citas clásicas en este domingo de reminiscencia irlandesa.

Esas que nos remitían, por resumir, a las calles de Iruñea-Donibane Garazi –aunque este año la brújula apuntaba a Irun-Ficoba–y a Plaza Barria, en Bilbo. Ha llegado un virus invisible a nuestros ojos y ha quebrado ese duelo que dejaba cada año una sensación extraña, de «tampoco este año pudo ser», y un sinsabor en la base que, las más de las veces, se corregía con una subida de tono en el discurso o un cruce de declaraciones que, en estos tiempos de inmediatez, apenas llegaban vivas al papel.

La plantilla ha cambiado, de forma abrupta, aunque no discernamos todavía hasta qué punto. Y el acto Euskal Herria Batera puede ser –pero no bastará con desear que así sea– un acelerador de ese cambio.

«La enfermedad más persistente, la más letal, pero también la más desconocida es la indiferencia». Puede resultar una excentricidad citar a un tal Henri Antoine Grouès, más conocido como Abbé Pierre, fundador del movimiento Emmaus, en unas líneas dirigidas a dar un marco de partida a Aberri Eguna.

Pero este no es un Día de la Nación Vasca más, es una jornada que llega en un ambiente excepcional. No porque quienes, contra viento y marea, han venido subrayando generación a generación que aquí hay un país constituido por siete territorios –seis, si se estima más oportuno y evita las discusiones– y que se identifica con una bandera –dos ha repartido GARA, tampoco cabe elevar queja–, hayan visto discurrir sus anhelos como un río tranquilo.

La vocación de existir nunca se ha declinado para los vascos y vascas, ni con dictaduras ni con regímenes con mejor nombre, en parámetros de normalidad. Prueba de ello, y sin caer en comparaciones con balances del pasado, este país gestiona desde hace demasiado una meseta de sufrimientos. A esa memoria apelaba la bertsolari hendaiarra Maddalen Arzallus, una más de las caras de ese mosaico primigenio con que se presentaba en sociedad Euskal Herria Batera. Y de ese dolor en plural ponía rumbo a la empatía, punto de partida de este Aberri Eguna sin manifestaciones ni mítines.

Hoy ocurrirá algo diferente. Y ese mosaico se completará con miles de rostros, y las tecnologías permitirán que tanto los que ya se fueron como los que todavía no pueden estar figuren en ese retrato virtual. Entre todos, los que saben desde hace demasiado de pérdidas, encierros y aislamientos, y los que viven desde hace ya un mes largo como huéspedes permanentes de la república de su casa, compondrán un cuadro digital a modo de patchwork.

Esa manta de petachos que al cubrirnos con ella nos devuelve esa falsa seguridad que ha saltado por los aires con el Covid-19 y nos cobija junto al resto de habitantes y pueblos del planeta, con el hilo de la resiliencia y de la voluntad de ser y sentir. La lista de apoyos internacionales a la jornada de hoy es una muestra de esa entente, que se nutre de memoria y de compromiso.

Quienes compartirán hoy, ikurriña a ikurriña, y balcón a balcón, el minuto de silencio como muestra de respeto a ese millar de conciudadanos que se ha llevado el maldito virus, darán un abrazo colectivo a sus allegados y a quienes a estas horas luchan por recuperar la salud.

También se extenderá su reconocimiento a todos los trabajadores que cuidan de las personas más vulnerables. Y que lo hacen desde unos servicios públicos debilitados por los sucesivos recortes, y supliendo, día a día, y hora a hora, con su esfuerzo y la solidaridad ciudadana las carencias de medios y las lagunas de la estrategia sanitaria.

Desde ese silencio que hermana, resonarán, un poco más tarde las voces de quienes no renuncian a dejar sentado que aspiran a abandonar la jaula y a pisar de nuevo los montes. A espera de salir del confinamiento, hoy calentarán las cuerdas vocales para componer esa sinfonía inacabada para una comunidad vasca en convalecencia.

Hay versiones distintas. Y poca duda cabe de que sobre el menú inicial se sumarán, sobre la marcha, otras notas. Es la ventaja que da el acumular una experiencia, ya bastante larga, de showtime en las terrazas.

Se trata de mostrar la unidad que reclama este duro trance y de combinar la empatía con la determinación de no ceder al desaliento ni a las consignas de adormecer las conciencias «hasta que esto pase». Un coro de gentes a las que les importa sobretodo lo que ocurra a todos los demás, expresarán que el «auzolan» por la vida incluye no desatender los retos del país. Porque lo urgente es también pensar otro mañana, hoy, en lo balcones, asoma Aberri Eguna.