La obra de José Luis Zumeta será, por siempre, uno de los máximos exponentes de las corrientes de vanguardia del arte vasco del siglo XX. Fue un creador nato de la primera línea de exploración en una de las épocas más fértiles y efervescentes de la creación plástica de un país pequeño que dio artistas grandes.
Zumeta inició su formación académica en la escuela de Artes y Oficios de Donostia. A los 19 años ganó ya la medalla de oro de uno de los principales certámenes artísticos de Madrid. Pero aquel inquieto joven usurbildarra necesitaba nuevos horizontes. Con 20 se instala en París porque quería conocer hacia dónde caminaba al arte del momento, y descubre las entonces turbadoras obras de De Kooning, Dubuffet, Pollock o del nórdico grupo CoBrA. La experiencia le marca profundamente y se sumerge en el expresionismo abstracto. Conoce a otros artistas vascos con los que compartirá proyectos posteriores.
Vuelve a Euskal Herria e inicia exploraciones en los nuevos lenguajes con el escultor Remigio Mendiburu. Presenta su primera exposición individual en Donostia. Es el año 1961 y resulta demasiado desconcertante para la época y los cánones conservadores del momento.
Unos meses más tarde, en 1962, parte de nuevo con la mochila al hombro hacia Estocolmo. Posteriormente se instala en Londres, donde mantiene una frenética actividad. Zumeta se sumerge ya abiertamente en la abstracción, inicialmente a través de franjas horizontales de colores puros, para ir rompiendo con la geometría e introducir formas ondulantes y orgánicas.
De nuevo en Euskal Herria, en 1965 participa en la creación del grupo Gaur con Jorge Oteiza, Néstor Basterretxea, Remigio Mendiburu, Amable Arias, Rafael Ruiz Balerdi, José Antonio Sistiaga y Eduardo Chillida, una conjura artística que indica el rumbo hacia nuevos territorios de la creación como nunca había conocido este país.
La abstracción de Zumeta provoca todavía desconcierto y hasta rechazo en ciertos ambientes culturales; sin embargo, su obra comienza a conquistar la atención del interior y del exterior. En 1967 gana el prestigioso Gran Premio de Pintura Vasca. De los años 70 son sus primeras exposiciones en México y Estados Unidos. Las instituciones locales perciben también la galerna de vanguardia que auguran sus cuadros y comienzan a encargarle obra en espacios públicos. También los coleccionistas y los críticos se fijan en él.
En la década de los ochenta su catálogo personal se enriquece con exposiciones en Alemania, España, Catalunya, Checoslovaquia y museos de su tierra natal, cuyo idioma no abandonará hasta el final de su vida.
En el año 2002 viaja a Nueva York con una impactante exposición en la selecta galería Haim Chanin Fine Arts de Manhattan. Dos años de trabajo concentrados en siete pinturas y seis dibujos para saldar una cuenta pendiente de la «proyección internacional» que reclama el director del Museo Guggenheim de Bilbo, José Ignacio Vidarte, en el catálogo de la muestra.
La obra de José Luis Zumeta se encuentra en diversos museos de Euskal Herria y del exterior, así como en numerosas galerías de arte y hogares de coleccionistas de todo el mundo. Zumeta era uno de los rostros más representativos y cotizados del arte contemporáneo vasco.
En su obra constan también colaboraciones con otros artistas y otros soportes. Desde Ez Dok Amairu y los carteles de eventos relacionados con la cultura euskaldun, hasta los discos. Suyos son, por ejemplo, buena parte de los álbumes de su gran amigo Mikel Laboa, o los pájaros que ornamentaron los sueños poéticos de Joxan Artze.
Mantuvo hasta el final su actividad diaria ante el lienzo. Incluso en las temporadas que pasaba en Buenos Aires. Pero si algo caracterizaba a José Luis Zumeta era su humildad y cercanía con quienes le rodeaban. Sin distingos. Y su generosidad, como lo demostró, entre otras ocasiones, con este diario en la campaña solidaria ARTEA GARA para hacer frente al expolio económico.