El Gobierno de Groenlandia ha logrado un paquete de inversiones estadounidenses por valor de 83 millones de coronas danesas (12,1 millones de euros) para proyectos de extracción de materias primas, turismo y educación.
El acuerdo llega ocho meses después de que el presidente estadounidense, Donald Trump, hiciera una oferta para comprar literalmente la gran isla ártica, de más de 2 millones de kilómetros cuadrados (el 80 % cubierto de hielo) y 56.000 habitantes.
La primera ministra danesa, la socialdemócrata Mette Frederiksen, tildó de «absurda» la intención del magnate, que causó una mezcla de malestar y de sorna en el país nórdico
Desairado, el inquilino de la Casa Blanca canceló su visita al país nórdico, aliado en la OTAN, prevista aquel mismo verano a Copenhague.
Pero EEUU no ha cejado y, pese a que el Gobierno groenlandés insistía en que la isla no está en venta, todo apunta a que su estrategia pasa por el alquiler. En otoño, Washington mandó una delegación a la isla mientras lanzaba una campaña para doblegar la resistencia danesa
Groenlandia goza de una amplía autonomía –forma parte del Reino de Dinamarca, pero no a la UE– desde la aprobación de un nuevo estatuto en 2009, que reconoce su derecho de autodeterminación, aunque depende económicamente de la pesca y de la ayuda anual de uno 576 millones de euros de Copenhague, que supone dos tercios de su presupuesto.
En contrapartida, Copenhague se reserva las competencias de Exteriores y Defensa, por lo que reivindica su condición de interlocutor imprescindible ante las pretensiones de EEUU.
Pero las presiones han dado sus frutos. Ya en noviembre, Dinamarca dio luz verde a la reapertura en la capital groenlandesa, Nuuk, del consulado de EEUU, cerrado desde los años 50 en plena Guerra Fría.
El ministro de Exteriores danés, Jeppe Kofod, ha calificado el acuerdo de inversiones de EEUU en Groenlandia de «natural y primer paso para profundizar la cooperación estratégica».
Pero la reacción de buena parte de la oposición danesa evidencia que lo de Copenhague ha sido más un trágala. Los ultraderechistas del Partido del Pueblo Danés (DPP) han calificado el acuerdo de «insultante». El Partido Socialista denuncia que solo busca crispar las relaciones entre Copenhague y Nuuk.
Diputados en el Folketing (Parlamento danés) opinan que nadie regala nada, y menos EEUU. «Si ellos pagan ahora, estaremos en deuda mañana?».
La embajadora de EEUU, Carla Sands, aseguró que «estamos interesados en el crecimiento de Groenlandia. Somos el gran aliado y el principal socio comercial de la Mancomunidad del Reino danés (que forman Dinamarca y sus territorios autónomos de Groenlandia y las Islas Feroe)».
Si su objetivo era templar los ánimos en Dinamarca –así, prometió que no se han iniciado discusiones sobre la apertura de nuevas bases militares, aparte de la que ya tiene en el norte de la isla desde la Guerra Fría–, eso no incluía a sus rivales geopolíticos, cuando destacó que EEUU busca contrarrestar «el comportamiento agresivo y la creciente militarización» de Rusia en el Ártico, así como «los intereses económicos depredadores» de China en la región.
Moscú está «reabriendo bases militares soviéticas en el Ártico» y China «busca establecer la Ruta de la Seda polar» definiéndose a sí misma como «un Estado cercano al Ártico» pese a la distancia, insistió.
Rusia, por boca del embajador ruso en Dinamarca, Vladimir V. Barbin, ha mostrado su indignación y acusa a EEUU de «amenazar la paz en el Ártico».
Moscú denuncia que Washington «viola el contenido y el espíritu» de la declaración de Ilulissat, firmada en 2008 y ratificada diez años después por las cinco potencias con territorio en el Ártico (Canadá, Noruega, Dinamarca, EEUU y Rusia), por la que se comprometían a la cooperación y al respeto de las convenciones de Naciones Unidas para evitar conflictos. «EEUU intenta dividir el Ártico y formar coaliciones de países unos contra otros», denuncia.
Pero la propia Groenlandia es una pieza codiciada por las grandes potencias. Alberga vastas riquezas minerales en su subsuelo, cada vez menos oculto bajo el hielo. Según la NASA, la capa de hielo de la isla ha perdido un promedio de 200 gigatoneladas de hielo por año. El estudio asegura que ello, junto al deshielo en la Antártida 118 gigatoneladas (una gigatonelada llena 400.000 piscinas de tamaño olímpico), está en el origen del aumento del nivel del mar de 14 milímetros desde 2003.
La isla oculta una cuarta parte de las tierras raras (38,5 millones de toneladas) que hay en el planeta, vitales para la industria tecnológica. EEUU busca en Groenlandia compensar la ventaja de China, líder mundial en la extracción y transformación de estos minerales tan cotizados.
Pero Pekín tampoco le quita ojo a la isla. La contratista pública china CCC aspira a encargarse de la ampliación de s la red aeroportuaria groenlandesa con vistas a atraer más turistas.
Mientras tanto, el gobierno soberanista de Groenlandia se hace querer y reparte sus relaciones en distintas cestas. Consciente de que depender económicamente de Copenhague le condena a la subordinación eterna, juega con sus riquezas naturales y su posición estratégica para negociar con las grandes potencias. Un juego arriesgado pero imprescindible para garantizar su futuro.