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WASHINgTON

El movimiento antirracista afronta complicados retos tras algunos logros

El movimiento antirracista en Estados Unidos tras la muerte de George Floyd a manos de un policía ha alcanzado una amplitud no vista desde la década de los 60, la sensibilización de buena parte de la población sobre la violencia policial y algunos cambios locales, pero se enfrenta a complicados desafíos para poder convertirse en un punto de inflexión en la lucha contra el racismo, como las resistencias republicanas o los poderosos sindicatos policiales.

Philonise Floyd, hermano del afroamericano George Floyd, que murió hace dos semanas a manos de la Policía de Minneapolis, reclamó con un emotivo discurso el miércoles ante la Comisión Judicial de la Cámara de Representantes, la reforma del sistema policial estadounidense.

«Estoy aquí para pedirles que pongan fin al sufrimiento, a nuestro agotamiento. Por favor escuchen las llamadas que vienen de la calle», insistió a los congresistas, en referencia a las amplias movilizaciones contra la violencia y el racismo policial.

«Respétenlas y adopten las reformas necesarias para garantizar que la Policía sea la solución y no el problema. Háganlos responsables cuando hagan algo malo, enséñenles a tratar a las personas con empatía y respeto y enséñenles que la fuerza letal solo debe aplicarse cuando hay una vida en juego», añadió Philonise Floyd.

Primeros avances

De Miami a Seattle, pasando por New York o Los Angeles, el levantamiento antirracista no ha sido el primero que moviliza las calles de EEUU, pero su amplitud es la mayor desde la lucha por los derechos civiles de hace 60 años. Y por primera vez también en muchos años, las marchas cuentan con el apoyo y la participación de numerosos estadounidenses blancos.

Esta movilización ha logrado ya algo más que protestas precedentes. Casi la mitad de los estadounidenses (49%) cree hoy que es probable que la Policía use una fuerza excesiva contra sospechosos negros, frente al 25% que opinaba así en 2016, según un sondeo de la universidad de Monmouth. «Hace solo siete años, era extremadamente radical decir ‘Black lives matter’» (Las vidas de los negros cuentan), recuerda una de las fundadoras del movimiento, Patrisse Cullors. Ahora el lema está inscrito con grandes letras frente a la Casa Blanca y con el apoyo del Ayuntamiento de Washington. Algunas ciudades ya han comenzado a tomar medidas a nivel local: la Policía de Houston abandonará la práctica de estrangular al arrestar a sospechosos y la de Washington, ya no contratará oficiales de policía con precedentes de abusos. En Minneapolis, el jefe de la Policía, Medaria Arradondo, denunció el convenio colectivo negociado con los poderosos sindicatos policiales, un acuerdo que ha amparado el abuso policial durante años.

A nivel federal, la Ley de Justicia y Vigilancia, respaldada por más de 200 electos demócratas, quiere crear un registro nacional para los agentes que cometen abusos, facilitar los procedimientos legales contra los policías y revisar su formación.

Obstáculos poderosos

Pero el futuro de este texto está muy comprometido en el Senado, con una mayoría republicana, que ve solo alguna «manzana podrida» entre los agentes y rechaza reformas a fondo.

No es la única dificultad para que estos primeros pasos puedan llegar a reformas de calado. Los sindicatos policiales, como el de Nueva York, ya han comenzado a criticar estas iniciativas.

En EEUU, existen cerca de 18.000 entidades policiales autónomas (municipales, sherifs de condados, patrullas estatales... ), cada una con sus propias reglas de reclutamiento, formación y prácticas autorizadas. «Hacen falta normas federales», dijo el jefe de Policía de Houston, Art Acevedo, al Congreso.

El expresidente Barack Obama también insistía en el reto de extender la sensibilización de los estadounidenses sobre las injusticias a leyes y prácticas institucionales.«Y en una democracia, eso solo ocurre cuando se vota», afirmó.

Por su parte, el movimiento Black lives matter se debate entre educar a nuevos líderes que sucedan a voces como la del reverendo Jesse Jackson o no personificar y trabajar los mensajes de forma colectiva.

De momento, un gigante privado como Amazon se lo piensa dos veces, o al menos espera a un momento más «oportuno», para permitir a la Policía utilizar su sistema de reconocimiento facial Rekognition.

Amazon ha prohibido a la Policía de EEUU su uso durante un año a la espera de «regulaciones más estrictas». «Esperamos que esta moratoria de un año dará al Congreso tiempo suficiente para poner en marcha reglas apropiadas», señaló.

Y algunos hechos de violencia policial habitualmente impunes, se revisan. Las autoridades del estado de Washington anunciaron una nueva investigación por la muerte en marzo de un hombre negro al ser detenido, asfixiado, al igual que Floyd. También la muerte de Manuel Ellis, esposado y suplicando «no puedo respirar» a los policías que lo detenían, fue grabada por un transeúnte. El gobernador, Jay Inslee, desconfía de que la investigación la dirijan el sherif o el fiscal del condado por un «conflicto de intereses».

 

Trump rechaza rebautizar las bases militares dedicadas a sudistas

El movimiento antirracista ha llevado incluso al Pentágono a abrirse a hablar de la idea de cambiar de nombre a una decena de bases militares bautizadas en honor a generales confederados. Pero el presidente, Donald Trump, rechazó la idea de plano a pesar de las denuncias de que enaltecen un pasado racista. Trump aseguró que esas «bases monumentales y muy poderosas se han convertido en parte de una gran herencia estadounidense, una historia de ganar, de victoria y de libertad». «Los Estados Unidos de América entrenaron y desplegaron a nuestros HÉROES en estos lugares sagrados, y ganaron dos guerras mundiales. Por tanto, mi Gobierno no considerará siquiera la idea de cambiar el nombre a estas instalaciones militares magníficas y legendarias», tuiteó.

La presidenta de la Cámara de Representantes, la demócrata Nancy Pelosi, por su parte, pidió retirar las 11 estatuas de líderes confederados del Capitolio. «Estas estatuas celebran el odio, no nuestro patrimonio», señaló. El rechazo ha llegado a las estatuas de Cristóbal Colón. Una, decapitada en Boston; otra, pintada en Miami, y una tercera, lanzada a un lago en Virginia. Decenas de ciudades han sustituido la celebración del Columbus Day por un día de homenaje a los pueblos indígenas. No en Boston o Nueva York, con fuertes comunidades italianas. Por otro lado, la Nascar prohibió las habituales banderas confederadas en sus carreras.GARA