Dabid Lazkanoiturburu
Nazioartean espezializatutako erredaktorea / Redactor especializado en internacional

Biden prepara un segundo Gobierno Obama, pero más intervencionista

Biden recupera a pesos pesados de la era Obama, todos funcionarios de larga data en Washington. Aunque incluye a mujeres y representantes de las minorías en cargos claves, el perfil general, y las ausencias, confirman que el Partido Demócrata vuelve a ningunear a su sector progresista

De izquierda a derecha, Linda Thomas-Greenfield, Janet Yellen y Avril Haines. Abajo, Alejandro Mayorkas, Antony Blinken y John Kerry. (AFP)
De izquierda a derecha, Linda Thomas-Greenfield, Janet Yellen y Avril Haines. Abajo, Alejandro Mayorkas, Antony Blinken y John Kerry. (AFP)

Varios de los hombres -y las mujeres- fuertes de la Administración entrante son antiguos colaboradores del segundo de Barack Obama y, a partir del 20 de enero, nuevo inquilino de la Casa Blanca, Joe Biden.

Al punto de que no pocos analistas lo presentan como un segundo Ejecutivo Obama.

Destaca el futuro jefe de la diplomacia estadounidense, Antony Blinken, quien además de antiguo consejero de Biden fue nombrado secretario de Estado adjunto por el anterior presidente demócrata.

Quien entonces fuera su superior en ese Departamento, John Kerry, ha sido nombrado enviado especial sobre el clima, y deberá pilotar el reingreso del país más contaminante en proporción a la población al Acuerdo de París de 2015, que él mismo negoció en nombre de EEUU.

Jake Sullivan, nuevo consejero de Seguridad Nacional, tiene asimismo un largo historial de colaboración con Biden, Obama y Hillary Clinton, para la que trabajó en el Departamento de Estado entre 2009 y 2013.

Todos ellos son funcionarios que hicieron carrera en Washington y conocen los arcanos del poder, desde la Casa Blanca al Congreso. Pertenecen a esa élite política tan denostada por muchos estadounidenses, recelo que Trump, haciendo suya la estrategia de la nueva derecha del Tea Party, utilizó con maestría para alcanzar el poder hace cuatro años.

También forman parte de esta élite de Washington las mujeres y los representantes de algunas minorías para puestos clave en el nuevo núcleo duro del poder de EEUU.

Destaca como secretario de Seguridad Interior, y encargado de la cuestión migratoria, Alejandro Mayorkas, jurista nacido en la Habana hace 60 años cuya familia huyó de Cuba tras la Revolución, y que ya fue segundo en ese Departamento en la segunda legislatura de Obama.

Sin olvidar a la veterana diplomática negra Linda Thomas-Greenfield, que será embajadora de EEUU en la ONU. No será la primera mujer en el cargo pero sí será inédita su tarea, la de intentar restituir la imagen y la presencia del país sede de Naciones Unidas en la institución mundial.

Quien sí será pionera es la nueva jefa de los servicios de Inteligencia, Avril Haines, quien ya fue segunda de la CIA con Obama.

Igualmente, Michèle Flournoy se convertirá en la primera jefa del Pentágono en la historia de EEUU. Muy respetada en el Departamento de Defensa, fue su número tres en la anterior Administración demócrata.

Pero quizás el nombramiento más destacado, sin olvidar, por supuesto, que el país contará por primera vez con una vicepresidenta, Kamala Harris, es el de Janet Yellen al frente del Tesoro. Y no solo porque hasta ahora ya era la primera presidenta de la Reserva Federal, sino porque afrontará la tarea de intentar consensuar un plan gigantesco de recuperación de una economía devastada por la pandemia.

Pese a que representantes progresistas como Ayanna Pressley han saludado «un gobierno que refleja mejor la diversidad de la nación» con mujeres y representantes de minorías en puestos clave, la izquierda del Partido Demócrata no ha ocultado su malestar por unos nombramientos que premian a los sectores del establishment de centro (en Europa hablaríamos de centro-derecha) y que suponen un impulso al multilateralismo intervencionista.

Unos nombramientos con los que Biden se ha olvidado del apoyo sin fisuras que su candidatura ha concitado entre los representantes progresistas demócratas, al contrario de lo que le ocurrió a Hillary Clinton hace 4 años.

Las quinielas que apuntaban a que el veterano político socialista y aspirante en las primarias Bernie Sanders podría ser nombrado secretario de Trabajo, han desaparecido. Y con ellas la promesa del senador por Vermont de incrementar el salario mínimo y las condiciones laborales de los depauperados trabajadores estadounidenses.

Igualmente, el presidente electo podría haber elegido a otra mujer al frente del Tesoro. Elizabeth Warren, quien sonó a su vez como candidata a aspirar a la vicepresidencia antes que Kamala Harris, es, además de senadora por Massachusetts, una prestigiosa académica experta en cuestiones económico-financieras.

Sin olvidar las ausencias, algunos de los nombramientos han levantado ampollas entre los sectores progresistas. Como el de Avril Haines, conocida como «la reina de los drones»  por haber impulsado durante los mandatos de Obama el uso de esos artefactos aéreos «para matar a civiles por todo el mundo», en palabras de la organización pacifista Codepink.

O el del Departamento de Defensa para Michèle Flournoy, sospechosa de lazos con empresas del sector militar a través de una sociedad cofundada con… Antony Blinken.

Precisamente es el futuro secretario de Estado de EEUU el que genera las mayores críticas. Muchos no olvidan su entusiasta apoyo a la guerra de Arabia Saudí contra los huthíes en Yemen.

Y, para desesperanza de los palestinos, auguran que Blinken, hijastro de un superviviente de Auschwitz que fue asesor del presidente Kennedy (JFK), continuará con la política de Trump de alineamiento sin matices ni rubor alguno con Israel y la estrategia de «tierra quemada» del primer ministro, Benjamin Netanyahu.

Más aún, Blinken no compartía el relativo aislacionismo por el que apostó Obama al no intervenir en la crisis siria y abogó abiertamente desde su puesto en el Consejo de Seguridad Nacional por entrar de lleno en la guerra en el país árabe, en plena crisis tras el ataque químico contra un enclave rebelde a las afueras de Damasco en 2013.

Finalmente, con sus nombramientos, Biden lanza varios guiños al establishment del Partido Republicano, que tiene muchas posibilidades de mantener su mayoría de bloqueo en el Senado. La elección de Yellen para dirigir el Tesoro se interpreta en esa clave, no en vano su labor al frente de la Reserva Federal (Fed) ha sido avalada por muchos senadores republicanos.

Más aún, no se descarta que el presidente electo demócrata nombre a un miembro del Old Party para su Gabinete, en un mensaje «por la defensa de la unidad de la nación». ¿No les suena?