Juan Cuatrecasas tiene hoy 24 años pero apenas llegaba a 12 cuando ocurrieron los abusos sexuales acreditados judicialmente en el colegio Gaztelueta de Leioa. Dos meses después de que el Supremo lo haya declarado probado pero reducido la condena al profesor, de once a dos años de cárcel, este jueves ha dado la cara y puesto voz a lo ocurrido en los micrófonos de Radio Euskadi.
«He estado diez años en una situación de estado vegetativo, sin poder hacer la vida de un chaval de mi edad», ha resumido Cuatrecasas, que ahora estudia Derecho en Madrid, donde ha puesto distancia física respecto al lugar de los hechos. Va saliendo poco a poco de la situación de estrés postraumático que le supusieron los abusos. Le cuesta definir esa década, «tienes que vivirlo para saber lo que es, te sientes impotente, quieres ver luz pero no puedes». En el momento actual sigue reviviendo lo ocurrido, a raíz de cualquier comentario o imagen que lo desencadena.
«La fuerza va por rachas, es como una montaña rusa en que a veces estás arriba y a veces abajo. Cuando empecé de hablar de este tema fue justo cuando me cambiaron de colegio. Me ví superado y fue una manera de explotar», ha expuesto.
«Cuando denuncié, no era consciente prácticamente de nada», ha explicado el joven, que no se arrepiente de haber emprendido esta vía judicial pese a su dureza. Y también pese a que se acaba dolido porque, si bien los abusos se han declarado probados, «en los matices» ve puesta en duda su credibilidad.
Ha señalado «lo sangrante» que supone «tener que revivir una y otra vez algo que quieres olvidar» ante diferentes instancias judiciales, en las que «te sientes juzgado». Echa en falta en este ámbito «especialistas» para poder afrontar de modo adecuado estas situaciones.
Como episodio significativo, «en selectividad me tocó hacer el examen como todos cuando yo había estado muchos años aislado de gente de mi edad. Me había acostumbrado a estar solo y me sentí como en la boca del lobo, pendiente de las miradas de la gente, en un estado algo paranoico», ha explicado.
«Intentan tapar lo que han permitido»
La familia había pedido el encarcelamiento del agresor, que no ha sido aceptado por los tribunales. Para Juan, la orden de alejamiento impuesta «es significativa, pero no sé si es suficiente».
Sobre la actitud del centro del Opus Dei, que siempre ha amparado al condenado, ha sido claro: «Intentan tapar todo lo que han permitido, mienten, protegen al agresor», ha dicho Juan Cuatrecasas. Preguntado sobre si cree que hubo más casos similares, no tiene pruebas pero lo ve posible porque la práctica en Gaztelueta era «proteger al gallito» y desatender a personas vulnerables.
También ha lamentado que solo un estudiante «se atrevió a decir la verdad, mientras otros lo ocultaban o repetían las mentiras del colegio».
Es la primera vez que el joven intervenía en una radio, aunque su crudo testimonio de los abusos ya se conoció en el juicio. «No lo veo como algo valiente, sino necesario», ha dicho sobre este paso. «Me siento más fuerte ahora, me he abierto más», ha explicado. Aunque se siente condicionado por todo lo que pasó: «Me cuesta mucho confiar en las personas y supongo que el resto notará en mí distanciamiento, frialdad».
«¿Si me va a quedar marca de por mi vida? Sí, esto no se puede borrar ni superar, hay que aprender a vivir con ello» , ha concluido Cuatrecasas.